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martes, 21 de diciembre de 2010

San Pablo - Laurence Freeman






Con frecuencia se le atribuye a San Pablo la fundación del Cristianismo. Por cierto que sin
él, no se hubiera desarrollado de la manera en que lo hizo. Ni tampoco él hubiera contribuido
a su desarrollo, como lo hizo, si no se hubiera caído del caballo en su viaje a Damasco y la
aparición de Jesús en medio de una luz enceguecedora hubiera cambiado su vida
completamente. Decir que le dio forma al Cristianismo no quiere decir que depuso a Jesús,
sino que, al igual que nosotros, lo conoció después de resucitado. Aunque Pablo insiste en
la humanidad de Jesús - no está muy interesado en el Jesús histórico. Tampoco quiere
decir que Pablo estaba preocupado por estructuras o reglas. En realidad desde el punto de
vista religioso él era radical, era un pionero, no un administrador, era un místico más que un
abogado. San Pedro llamaba a Pablo su amigo y “querido hermano” y recomendaba sus
cartas, aunque advertía que había pasajes que eran demasiado difíciles de entender y que
podían ser malinterpretados. (2 Pedro 3:15). Pedro había discutido acaloradamente junto a
él en el Congreso de Jerusalén acerca de la admisión de gentiles a la hermandad de
cristianos. En Roma ambos fueron igualmente reverenciados mientras esperaban se
cumpliera su destino. Pero la tradición describe como el trono y la sucesión del Príncipe de
los Apóstoles pasan a Pedro y no a Pablo. Pablo tal vez no era el tipo de persona indicado
para manejar una diócesis

Probablemente nació en el seno de una próspera familia judía en una pluralista ciudad
greco romana. Algunos piensan que a los veinte años llegó a Jerusalén para estudiar leyes
y por propia decisión se convirtió en un fanático fundamentalista que perseguía a los
seguidores de Jesús. Antes de su experiencia de conversión y de acuerdo a su propia
descripción, está al mismo nivel de los peores ayatollahs y de los más aterradores
inquisidores. No sólo él estaba en lo correcto sino que otros debían ser castigados por
estar equivocados. Después, cambió completamente de opinión con respecto a sus más
profundas ideas religiosas, con respecto a la gracia, al pecado y a la salvación. Sin
embargo, esta revolución religiosa fue principalmente espiritual, no intelectual. Durante
muchos siglos, desde Pablo y la iglesia apostólica, la teología se desarrolló bajo la
influencia de la experiencia mística nacida de la contemplación. Con el tiempo las cosas
cambiaron, especialmente en la iglesia occidental y la teología, como la “reina de las
ciencias” se separó de la supuesta subjetividad de la oración y comenzó a controlar la
experiencia y a escudriñar la verificación “personal” de la fe. Las raíces de esta tensión
perenne y natural entre lo espiritual y lo religioso, de lo que tan comúnmente se habla hoy en
día, pueden encontrarse en las cartas de Pablo, aunque él nunca imaginó hasta donde
llevaría

La Primera Carta a los Tesalonicenses, es el primer escrito cristiano y en el tercer versículo
expresa la triada de fe, esperanza y caridad que, como muchas de sus fórmulas, dieron
forma al vocabulario teológico de la Iglesia. El uso que hizo de estos y otros términos
influenciaron a todos los escritores místicos posteriores – gnosis (conocimiento a través
de la experiencia personal), pistis (fe como una relación personal), ágape (amor divino). A
través de sus cartas, escritas a pequeñas iglesia locales, por cuyas vidas sentía un
apasionado e incluso posesivo interés paternal, podemos adivinar su compleja
personalidad religiosa. Al igual que Moisés parece haber sido un orador carismático. Era
apasionado en el amor y en el enojo. Podía ser tierno, severo, compresivo e impaciente. Su
“aflicción” cualquiera que esta haya sido, lo mantuvo humilde en su accionar y en su total
inmersión en la experiencia de Cristo. La frase “en Cristo” aparece 164 veces en los
escritos Paulinos, refiriéndose siempre a su vida mientras que la frase “con Cristo” se
refiere al prójimo.

Como en el caso de otros fundadores, la línea entre el hombre y el mito es tenue.
Actualmente se cree que solamente la mitad de las cartas Paulinas son de su autoría. Aún
así, Pablo es más grande que su personalidad y su identidad histórica. Sin embargo, su
experiencia de conversión es completamente personal y se encuentra descrita más de una
vez en sus cartas y en los Hechos. Lo anonadó durante tres días hasta que pudo continuar
con su vida. El nos muestra que la experiencia mística, es trascendente pero que no puede
separarse del la psiquis individual, en donde ocurre y a la que puede estresar. La
experiencia de Pablo fue un “misticismo light”, pero los escritos que inspiró contienen
material del que posteriormente se extrajo para todos los tipos de literatura mística
incluyendo la noche oscura. La teología de Pablo contiene, en forma no sistemática, lo
katafático (lo que decimos acerca de Dios) y lo apofático (decir lo que no podemos decir).
Nos dice que “en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad” (Col 2:2) un
elemento importante en el desarrollo del dogma de la Encarnación. También ruega que a
través de la fe Cristo habite en nuestros corazones en el amor y que podamos comprender
su totalidad aunque “supera todo conocimiento” (Efesios 3:17)

Su conversión fue solo el comienzo y tal vez fue tanto una implosión de su lado oscuro como
un momento místico pleno. En 2 Cor.12 Pablo se refiere a una experiencia de ‘ser
arrebatado al paraíso’ (‘no se si con el cuerpo o fuera de él – Dios sabe’) donde escuchó
palabras tan secretas que el hombre es incapaz de repetir. Tiene similitudes con el
misticismo apocalíptico judío pero es también único, especialmente al ser tan
explícitamente autobiográfico. Sin embargo, el significado de haberlo contado no es el de
“alardear” sino el de insistir en que la gente se haga una idea acerca de él, de acuerdo con
lo que ven. ¿Y cómo es él? Cómo nosotros. Se le dio una aflicción para mantener su
humildad y a pesar de sus oraciones Dios no se la quitó. De esta forma siguió siendo débil. Y
el está orgulloso de su debilidad, no de sus experiencias místicas porque el poder de Cristo
descansa en la debilidad y el poder divino solo se ve plenamente desde la debilidad humana.
“Ya que cuando soy débil, soy fuerte”. Aquí observamos el imprescindible renunciamiento al
poder que está en el corazón mismo del misterio de Cristo y de la vida cristiana. El
misticismo cristiano no está concentrado en la experiencia subjetiva que fácilmente infla el
ego sino en el trabajo de Dios en el contexto más amplio del mundo y del servicio a los
demás.

Esta descripción de éxtasis, nutrió a muchos escritores místicos que lo sucedieron, tales
como Origenes y Ambrosio. Los ayudó a cristianizar la ‘teoría’ (visión) Platónica que se
convirtió en una palabra clave para la contemplación. Al permitir conectar figuras antiguas
como Platón demuestra como florece el dialogo interreligioso en los místicos, un punto que
no debe ser olvidado en la actualidad, mientras el Islam y el Cristianismo occidental se
alinean políticamente. Al leer la descripción de Pablo de la transformación espiritual,
Gregorio de Nisa amplió su concepto de epiktasis, la experiencia de Dios que no termina.
Pablo enseña que ‘somos transfigurados a su (Cristo) propia imagen con un esplendor
cada vez más glorioso’ (2 Cor. 3:18). Al contemplar al Cristo Resucitado el ser humano,
como imagen de Dios, es sanado y completado al mismo tiempo. Los místicos cristianos
resaltan la prioridad de la experiencia pero advierten contra las ‘experiencias’ atractivas.
Inmovilizar la atención en las experiencias individuales es consumismo espiritual. La fe es
la prolongación de la experiencia en el tiempo.

Debemos resaltar dos aspectos más de la experiencia mística de Pablo que dieron forma a
la Iglesia. Primero, su impacto en el pensamiento moral. La conversión de Pablo y su
subsiguiente iluminación en Cristo lo llevó a abandonar las leyes religiosas como modo de
rectificar la condición humana. Descubrió la atracción fatal de considerar al pecado como
una ruptura de una regla que la ley podía, a su vez, rectificar. En Romanos él considera a la
Ley como una solución temporal. No puede realizar la cirugía drástica necesaria par curar
la auto alienación del alma humana que es la raíz del pecado. Alcanza la gracia y, oh
maravillosa noticia, donde hay pecado sobreabunda la gracia.. Desde la gracia se está a un
paso de considerar al amor como la energía fundamental de la oración y de la unión
profunda con Cristo y con los demás. Para Pablo, el Cristo cósmico es el Cristo interior.
Saber esto es la sobria intoxicación de amor que disipa la ‘fantasía’. Y como llegó a creer
Benard Lonergan, el teólogo jesuita del siglo 20, ‘El amor de Dios que inunda lo más
profundo del corazón a través del espíritu Santo que El nos ha dado’ (Rom.5:5) - eso es la
experiencia Cristiana.

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