
jueves 19 de noviembre de 2009
Josef Mengele formaba parte de una familia de religión cristiana católica en la que casi todos sus miembros eran apasionados del arte. Él mismo gustaba de contemplar obras de artistas destacados o asistir a conciertos de música clásica y aún así se convirtió en uno de los peores criminales de la Historia.
Nació en una fecha de recuerdo nefasto para cientos de personas: un once de marzo, como su propia existencia lo fue para miles de hombres y mujeres que cayeron en sus manos. Es curioso como las fechas acaban asociándose antes a sucesos que a hechos agradables, por ejemplo, el once de marzo al peor atentado terrorista de la Historia de Europa olvidando que también fue un once de marzo cuando se estrenó la grandiosa obre de Verdi “Rigoletto” o, 126 años después, Adolfo Suárez, presidente del Gobierno español, concedía una amnistía general a los presos de la dictadura franquista, en un alarde de valentía pocas veces igualado.
De profesión médico, el conocido como “ángel de la muerte” sigue siendo estudiado por parte de historiadores, antropólogos, sociólogos, criminólogos, psiquiatras y psicólogos; ¿como una persona de alto nivel académico y una cultura amplia se convierte en un monstruo de las características de Mengele?, un verdadero psicópata que en cambio siempre estuvo convencido que realizaba una gran labor para el progreso de la Humanidad.
Tal vez antes de adentrarnos en la odiosa figura de Mengele debiéramos explicar lo que realmente es un psicópata.
En ocasiones llamamos sociópatas a los psicópatas. Lo cierto es que son dos denominaciones para el mismo significado, estribando la diferencia en quienes hablen de ello: a los sociólogos les gusta utilizar el término “sociópata” ya que opinan que los factores sociales influyen de algún modo en la conversión de esa persona en un asesino o ser antisocial aunque también pudiera referirse a que, sencillamente, tienen fobia hacia la sociedad. Los psiquiatras en cambio creen que es más acertado decir “psicópata”, ya que no es algo adquirido sino muchas veces heredado por vía genética, esto es, forma parte de su personalidad, lo que desde luego no justifica sus crímenes, pero conociendo el origen del mal es como mejor podemos combatirlo.
Existe un debate sobre ello puesto que no todos opinan que los sociópatas y los psicópatas sean lo mismo. La diferencia podría ser el límite entre pura maldad o enfermedad mental.
Mengele se convirtió en un experto de la tortura. Para él, los judíos (en su mayor parte experimentó con personas de religión judía, en el campo de concentración de Auschwitz) eran simples cobayas con las que llevar a cabo experimentos. Su objetivo: descubrir la vía natural para conseguir seres humanos perfectos que conformaran la raza aria.
La familia Mengele ha tenido que arrastrar el deshonor de que Josef fuera uno de ellos pero lo cierto es que se trata de un clan respetado desde hace décadas en la región alemana de Bavaria gracias a la empresa de maquinaria agrícola fundada por el padre de Josef, Karl Mengele y que daba trabajo a cientos de vecinos del lugar. Su hijo, después de visitarle en su refugio brasileño, donde permanecía escondido, diría años después que odiaba lo que su padre hizo (las pruebas eran contundentes), pero no dejaba de ser su padre y quería creerle cuando decía que nunca utilizó a seres humanos como cobayas sino en beneficio de la ciencia.
En el período de entreguerras, Alemania se había convertido, a pesar de su derrota en la Primera Guerra Mundial, en un País avanzado, siendo Berlín una ciudad refinada donde confluían los más brillantes científicos del momento y la cultura florecía como ocurre también hoy en día (siglo XXI).
Una ciencia cautivó al joven Mengele: la eugenesia, cuyo objeto es el estudio teórico y práctico de los medios capaces de proteger y perfeccionar a los individuos más robustos y mejor dotados de las razas humanas y su nombre proviene de “eu” (bien) y “génesis” (nacimiento). Pudiéramos decir que el padre de la eugenesia fue un primo de Darwin llamado Francis Galton, quién publicó en 1887 “Leyes típicas de la Herencia".
Algunos defensores de la eugenesia se agarraban a que sus principios son tan antiguos como la Humanidad misma ya que se basan en seleccionar a los más dotados físicamente para acabar conformando una super raza, como ocurría en Grecia donde incluso se practicaba el infanticidio para desechar a los niños que no nacían perfectos, aún con voces contrarias como la de Aristóteles que prefería que las madres abortaran, si habían sufrido algún tipo de trauma físico por lo que pensaran que su hijo/a no pudiera nacer bien a dejar que el niño naciera y después se le matara por no desarrollarse normalmente. Los espartanos iban más lejos, arrojando a los niños débiles desde un monte cercano puesto que su sociedad estaba militarizada y no hubieran servido como soldados, destino de casi todos los varones en aquella Ciudad-Estado griega.
En el primer tercio del siglo XX, destacados políticos tanto norteamericanos como británicos defendían la selección artificial de la especie humana dejando solamente a los individuos completamente sanos hasta el punto de que en algunos Estados se practicó una política de esterilización en personas que tuvieran algún tipo de problema físico o psíquico siendo pionero de estas medidas no Alemania sino los Estados Unidos donde se esterilizaron a decenas de miles de personas. Incluso en México se elaboró todo un compendio legal del que reproducimos uno de sus artículos más llamativos
Artículo 6º. Podrá aplicarse en el Estado la esterilización de los seres humanos siempre que concurran las siguientes circunstancias:
I.- Que se trate de enajenados, idiotas, degenerados o dementes en grado tal que a juicio de la Sección de Eugenesia e Higiene Mental la lacra del individuo se considere incurable y transmisible por herencia.
II.- Que un Consejo de tres peritos médicos por mayoría de votos, cuando menos, dictamine por medio de procedimientos científicos la incapacidad mental o deficiencia psicológica incurable del sujeto.
III.- Que la Sección de Eugenesia e Higiene Mental en vista del dictamen anterior y del suyo propio, ordene la esterilización.
IV.- Que la operación quirúrgica o el procedimiento técnico en virtud del cual se realice la esterilización, no cause al sujeto más que la incapacidad genésica, pero le conserve en cambio todas las demás funciones sexuales.
V.- Que el procedimiento técnico por medio del que se obtenga la esterilización, no implique mutilación ni deformación anatómica visible, ni traiga consigo la pérdida de las aptitudes psíquicas o fisiológicas que sean necesarias para la educación del sujeto para que pueda bastarse a sí mismo social y económicamente.
La eugenesia no entraría en Alemania hasta la década de los años 30, cuando los nazis la hicieron suya aplicándola mediante normativas legales, pero recordemos que ya se estaba practicando en otros lugares, especialmente de América; sin embargo, en la Alemania nazi, dicha práctica científica llegó a niveles de verdadero terror.
La eugenesia no es sinónimo de racismo sino que aporta importantes logros a la medicina como proporcionar hijos a las parejas que no pueden ser padres por la técnica “in vitro”, por ejemplo, o descubrir los genes portadores de enfermedades para corregirlos y erradicar esos males. Pero todo esto ha traído también la gran polémica ética sobre si está bien o mal que juguemos a ser Dios, decidiendo como han de nacer los niños y qué genes son realmente dañinos y cuales no.; resulta llamativo que ha sido precisamente Alemania una de las naciones más avanzadas en la protección del embrión humano prohibiendo la eugenesia preimplantatoria, probablemente para limpiar esa imagen de refugio de científicos nazis totalmente desquiciados. Nadie duda, hoy en día, de la ética de los científicos alemanes actuales, ejemplo mundial en la protección de la vida.
Pero en los años 30, Alemania respiraba un ambiente prebélico motivado por el ascenso al poder del partido nazi que utilizó la eugenesia como base doctrinal, contaminando los principios de esta ciencia, ya de por sí ambigüos y llevándolos a su terreno: los nazis querían justificar lo que se proponían por todos los medios y en cuanto a la ciencia encontraron un filón con la eugenesia, siendo Mengele uno de los máximos partidarios e impulsores de esa variante pseudo-doctrinal nazi de la eugenesia. Ingresó en un Instituto creado expresamente con estas intenciones: el Instituto de Herencia Biológica e Higiene Racial, después de estudiar medicina en la Universidad de Frankfurt; su maestro, en su abominable carrera, fue el doctor Ottmar von Verschuer, un nazi convencido que introdujo definitivamente a Mengele en el partido Nacional Socialista, a través de las SS (Schutz-Staffel), para lo que tuvo que demostrar previamente que no tenía antecedentes judíos en su familia.
Luchó en el frente oriental donde incluso fue herido en combate, concediéndole la máxima condecoración militar, la cruz de hierro, tanto en primer grado como en segundo. Sus heridas le alejaron del frente y fue cuando solicitó ir destinado a los campos de prisioneros, lo que llamaba la atención ya que con su preparación hubiera podido acceder a instituciones prestigiosas de Berlín, pero su intención era desarrollar sus experimentos con los presos, dando rienda suelta a sus locas ideas sin limitaciones éticas de ningún tipo, lo que en la capital hubiera sido imposible, aunque allí conocieran sus dementes investigaciones.
Sería trasladado a los campos de concentración de Silesia y Polonia, siendo en Auschwitz-Birkenau donde acabaría dirigiendo un equipo de “científicos” que experimentaban con gemelos, sordos, enanos, gigantes, etc, todos ellos prisioneros de los campos. En la dirección de su programa genético le ayudaron otros médicos y científicos afines a las ideas nazis o simplemente desquiciados que disfrutaban con el dolor ajeno que justificaban sus atrocidades en beneficio de la ciencia. Entre sus abominaciones se cuentan el estudio de la resistencia humana al frío o al calor (sometían a congelación o altas temperaturas a prisioneros para comprobar lo que aguantaban, teóricamente para aplicar los resultados a la creación genética de futuros soldados más resistentes), experimentos con gemelos (la “especialidad” de Mengele), extirpándoles órganos o extremidades, castrándoles, cambiándoles el sexo, realizándoles transfusiones de sangre aunque no fueran de su grupo sanguíneo. También les sometían a los efectos de pesticidas para ver en el laboratorio como reaccionaban y si era posible crear antídotos para los soldados. Se calcula que a diario pasaban decenas de prisioneros por el laboratorio de Mengele para experimentar con ellos/as.
Eva Mozes Kor, superviviente del horror de Auschwitz relató lo siguiente: "Cuando el tren se detuvo, escuchamos a muchos nazis dando órdenes afuera. Envolviendo al campo había enormes muros con alambres de púas. Todo allí era de un color tétrico. Uno debía obedecer inmediatamente las órdenes o moría. Debía ser instantáneo, como un flash. Ello decidiría entre la vida en el campo o la muerte en las cámaras de gas. Mi madre nos sostenía a mí y a Miriam, mi hermana gemela de las manos. Nosotras nos quedamos congeladas en ese lugar. Mi madre no nos soltó. Mi padre y mis otros hermanos desaparecieron en la multitud, y jamás los volvimos a ver... De pronto, apareció Mengele gritando en alemán "¡zwillingen, zwillingen!", es decir "¡gemelos, gemelos!". Se detuvo frente a nosotras y mirándonos a mi hermana y a mí, preguntó si éramos gemelas. Mi madre no sabía qué decir; sólo atinó a preguntar: "¿es eso bueno?" Allí, un oficial SS ordenó: "¡responda por sí o no!". Y mi pobre madre dijo "sí, son gemelas". Mi madre fue enviada en una dirección, y nosotras en la dirección opuesta. Cuando me di vuelta, la vi por última vez, extendiendo sus brazos hacia nosotras..."
Mengele inspiraba miedo no solo en los prisioneros, también en los guardias e incluso en los médicos de los campos de concentración ya que todos conocían sus experimentos y quedaban sobrecogidos con la frialdad de ese hombre. A pesar del infierno de los campos y de que muchos de los que trabajaban en ellos se habían deshumanizado por completo, aún así, Mengele era un verdadero diablo para todos.
Los experimentos de Mengele finalizaron en invierno de 1944, cuando el jefe de las SS ordenó a todos los responsables de los campos de concentración que cesaran las muertes y aún con el avance del ejército rojo. Mengele consiguió huir a Italia, viéndosele por última vez en un campo de exterminio en el mes de enero de 1945.
Se libró de la ejecución de los aliados, a la que sin duda le hubieran condenado, porque en los registros de las SS no figuraba Mengele, algo verdaderamente extraño pero dato confirmado por médicos que le conocieron. Cuando se produjo la liberación masiva de prisioneros de los campos de exterminio, Mengele se hizo pasar por uno de ellos y pudo así refugiarse en una granja, ayudado por su familia, quiénes sí sabían de su pasado pero que callaron, lógicamente, por lo que pudiera perjudicarles a ellos mismos. Pero se investigaba el rastro de los criminales nazis en la segunda mitad de la década de los 40 por lo que temeroso de ser detenido en cualquier momento le pidió a su esposa, con la que tenía un hijo de siete años de edad, que huyeran pero Irenna, como se llamaba ella, se negó por lo que Mengele se marchó a Italia, sólo, en 1949 y desde el Puerto de Génova embarcaría hacia Buenos Aires, donde la organización ODESSA le protegía a él y a otros criminales nazis y donde vivió durante diez años. El nombre que utilizaba era Helmut Gregor pero no dudaba en decir públicamente como se llamaba en realidad a partir de la década de los 50 cuando consideró pasado el peligro, fundando una empresa de implementos agrícolas, el negocio familiar (de hecho su padre le visitó en alguna ocasión).
Las recompensas ofrecidas por Alemania, el Simon Wiesenthal Center y el Estado de Israel , que ascendían a 3,4 millones de dólares norteamericanos para quién facilitara la captura de Mengele, le instaron a huir de nuevo, en esta ocasión a Paraguay. De allí huiría a Brasil y finalmente fueron encontrados sus restos en junio de 1985.
En Brasil viviría durante 17 años haciéndose pasar por ciudadano suizo y cambiando en 1976 de familia de acogida al entrar en conflicto con los Stammer, la anterior, que le protegía y daba cobijo. Su tapadera seguía siendo la misma, empresario de complementos y útiles para las labores agrícolas.
En 1979 moriría ahogado mientras se bañaba en la playa, supuestamente de un infarto, siendo enterrado en el cementerio de Ambu bajo una lápida con el nombre de Wölfgang Gërhard. La muerte quiso ser benévola con uno de sus ángeles exterminadores, tal vez por el servicio que le prestó durante años, entregándole a miles de inocentes hombres, mujeres y niños antes de que les llegara su hora.
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