"Ser inmoral es gastar dinero en aburrirse, ser moral es aburrirse gratis"



lunes, 13 de septiembre de 2010

EL PROBLEMA DE DIOS

El año de 1985 quedará grabado para siempre en mi memoria. Fue un año trágico. Desastres naturales se sucedieron uno tras otro en el corto período de doce meses. Los mismísimos jinetes del Apocalipsis parecían cabalgar rampantes por un escenario de muerte, enfermedad y hambre.

Introducción
El año de 1985 quedará grabado para siempre en mi memoria. Fue un año trágico. Desastres naturales se sucedieron uno tras otro en el corto período de doce meses. Los mismísimos jinetes del Apocalipsis parecían cabalgar rampantes por un escenario de muerte, enfermedad y hambre.

El telón de fondo de ese teatro de horror había sido bordado con imágenes de caras famélicas en Etiopía que la televisión transmitía diariamente. Ese año un poderoso terremoto sacudió la ciudad de Méjico, acabando con por lo menos 20,000 vidas en pocos segundos. En mi país de origen, y como resultado de incesantes lluvias, un mar de lodo sepultó una pequeña comunidad de gente pobre. Y en Colombia un alud de lodo en pocos minutos hizo desaparecer del mapa a todo un pueblo, segando más de 20,000 vidas en el proceso.

Situaciones cómo éstas nos tocan muy profundo. Nos acosan. Nos agobian. Y nos hacen preguntar: "¿Por qué?"

El 1985 es cosa del pasado y los incidentes mencionados son historia. Pero el sufrimiento continúa. A veces parece aumentar. Las caras de Etiopía y Biafra han sido sustituidas en el nuevo milenio por las de Ruanda y Burundi. Miles de niños mueren diariamente a causa de la pobreza y del hambre. El cáncer continúa matando y el SIDA se le unió en décadas recientes acabando con millones de vidas jóvenes. Frente a tan grande ola de sufrimiento y de dolor las preguntas se acumulan la conciencia colectiva de una sociedad sensitizada por los medios de comunicación.

En este contexto, podemos entender las palabras de el filósofo español Enrique Tierno Galván:

"Las contradicciones del mundo no justifican la existencia de Dios. La idea de Dios es coherente consigo misma y resiste los embates de la lógica en tanto se prescinda del mundo… [Lo que pongo en tela de juicio es] la existencia de un Dios perfecto de todas las perfecciones posibles, que hizo una obra imperfecta sin que nos expliquemos por qué… Hasta que Dios no se justifique por el mundo, la existencia de Dios permanecerá improbada…" ¿Qué es ser agnóstico? (98-100).

Pero es cuando el dolor nos toca personalmente, cuando la muerte, la enfermedad o la desgracia llaman a la puerta de nuestra propia vida, que reaccionamos con fuerza. Lo filosófico o metafísico del sufrimiento universal se encarna en nuestras lágrimas y, con nuestro puño cerrado levantado, desafiamos a Dios, preguntando: "¿por qué?".

La existencia del dolor probablemente ha provocado más dudas sobre la existencia de Dios que ninguna otra cosa. Los defensores de su existencia admiten que, con diferencia, éste es el principal escollo a la fe de ateos, escépticos y agnósticos, así como de muchos creyentes. El dilema parece hacerse mayor frente a la enseñanza cristiana de la existencia de un Dios bueno. Se le atribuye a Epicuro la tan repetida frase (usada por Hume):

"¿Está Dios deseoso de prevenir el mal, pero no puede? Entonces no es todopoderoso. ¿Es capaz pero no lo desea? Entonces es malévolo."



Dios y sufrimiento: Un examen a las premisas

?Es muy difícil un acercamiento desapasionado al tema. Pero podemos comenzar a analizar el problema desde una perspectiva no muy practicada. Como cualquier otro enunciado o argumento, "el problema de Dios" surge de premisas que le subyacen y sirven de fundamento. No todas ellas son correctas. Y algunas francamente ilógicas. Examinémoslas.

1. Dios puede hacer "cualquier cosa". De joven recuerdo buscar sin éxito una aceptable contestación al famoso argumento: "Si Dios es omnipotente, ¿puede hacer una roca tan grande que Él no pueda levantar?". La trampa está servida. No hay salida posible, pues si Dios lograra hacer la hipotética roca, no sería omnipotente (porque no puede levantarla). Pero tampoco lo sería si no la logra crear (porque existe algo que no puede hacer).

Volvamos a nuestro tema. ¿Qué pasa aquí? La contestación es sencilla. El "dilema" no es tal, pues carece de solución ya que parte de una premisa incorrecta: que Dios puede hacer "cualquier cosa". El error consiste en una equivocada interpretación del atributo divino de la "omnipotencia" (que Dios es todopoderoso). Lo que falta es la aclaración de que Dios puede hacer cualquier cosa que sea posible hacer dentro de los parámetros de la realidad. Por ejemplo, que Dios sea incapaz de hacer un "triángulo cuadrado" no significa su incapacidad sino lo absurdo de la tarea. Ésta constituye una imposibilidad lógica. No existe tal cosa como un triángulo de cuatro lados, como tampoco existe la posibilidad de crear la mencionada roca.

2. Todo sufrimiento es malo, por lo tanto un Dios bueno no permitiría el sufrimiento. Hoy la felicidad es el bien supremo y todo lo que se le oponga es malo. Es tan fácil para nosotros asociar la felicidad con la ausencia de dolor, que nos resulta difícil entender como éste podría existir en un mundo bueno.

Lo incorrecto de esta premisa es olvidar que el dolor tiene su lugar en un mundo correcto. Puede sorprendernos, pero no todo es malo en el dolor. Observar nuestro propio cuerpo puede ayudarnos a comprenderlo. El dolor nos protege de heridas mayores (como por ejemplo al acercar nuestra mano a una llama). Los atletas conocen que el dolor es el camino a la superación y los adultos recordamos que el dolor en la vida puede hacernos más fuertes. Claro está que esto no significa que el dolor sea bueno. Pero sí nos demuestra que puede haber algo de bueno en el dolor.

"Ya que Dios es el bien supremo, Él no permitiría la existencia de mal alguno en el mundo a menos que su Omnipotencia y bondad fueran tales que lograran sacar algo bueno aún del mal." (Agustín de Hipona)

También podemos reconocer el sufrimiento como un instrumento en el crecimiento moral, emocional y espiritual de la persona. En estos casos el sufrimiento se convierte en acicate y en desafío, forzándonos a transitar el camino de la madurez personal, camino que no hubiéramos tomado de otra manera.

Desde un punto de vista espiritual, el sufrimiento puede servir también como recordatorio de la fragilidad humana, de la brevedad de nuestra vida y de la necesidad que tenemos de estar en relación con Dios. El escritor inglés C. S. Lewis habla del sufrimiento como el "megáfono de Dios".

"Dios susurra en nuestros placeres pero grita en nuestros dolores. El dolor es el megáfono de Dios para despertar a un mundo adormecido."

Por último, el sufrimiento nos capacita para ser de ayuda a otros que sufren. La imagen del "sanador herido" es poderosa. Aquellos que en carne propia han experimentado el sufrimiento y el dolor son los más capaces para servir de instrumento sanador de corazones heridos. Para el que sufre, no hay nada mejor que hallar a una persona que entiende lo que sentimos porque ya lo ha experimentado antes.

Por eso no debería sorprendernos que un Dios bueno permita el sufrimiento.

3. Un Dios bueno no permitiría el sufrimiento. Esta falsa premisa se deriva de la anterior e ignora la posibilidad de que nuestro crecimiento y nuestra madurez sean más importantes que nuestra felicidad. De hecho, es factible aceptar que la verdadera felicidad depende de nuestro crecimiento como personas. Por lo tanto, al permitir el sufrimiento, Dios quizás nos esté abriendo una puerta al crecimiento y, con él, a la felicidad.

4. En un mundo bueno el dolor no debe existir. Ésta depende de que la premisa número dos sea cierta. También pasa por alto un muy importante planteamiento, el de la relación entre la existencia del mal (y, con él, el sufrimiento) y la libertad humana.

Un mundo bueno sin sufrimiento es imposible si es que los seres humanos dispondremos de libertad para la toma de decisiones. Un mundo habitado por criaturas con capacidad de decidir es un mundo donde el mal es posible.

Básicamente la elección (para tener un mundo "bueno") es entre hacer un mundo sin posibilidad de dolor pero sin libertad o un mundo con la capacidad humana de elección (la libertad) y en el que necesariamente existiría el dolor. ¿Cuál preferimos?

5. Si Dios fuera bueno debería eliminar el sufrimiento. En otras palabras, ya que la libertad es un "mal necesario" y ya que ésta lleva a la maldad humana (y al sufrimiento), al menos Dios debería intervenir para limitar al mínimo los efectos del dolor.

Esta premisa nos presenta a Dios como un Policía Universal, pendiente de cada error que se cometa para corregirlo al instante. Sin embargo, si Dios interviene a cada momento para solucionar los efectos del mal (evitando así el cumplimiento de las leyes naturales) no sería ni bueno, ni justo ni Dios. No sería bueno porque estaría eliminando una fuente de crecimiento para sus criaturas; no sería justo porque no estaría respetando las consecuencias del quebrantamiento de las leyes por Él mismo establecidas y no sería Dios pues no estaría respetando la capacidad de libertad que supuestamente había dado a sus criaturas.

6. Esta es la única vida. "A vivir, que son dos días," dice el refrán español. La brevedad de ésta, nuestra "única" existencia, hace mayor la dificultad de experimentarla en medio del sufrimiento.

La perspectiva cristiana es clara en que la vida actual no es la única vida. Ni la más importante tampoco. El hombre es tanto un ser físico (material) como espiritual. Y es esa parte espiritual la que persistirá para siempre. La actual vida es sólo parte, por cierto pequeña, de lo que es toda nuestra existencia. Este "valle de lágrimas" es la antesala de una vida eterna. . Esto se traduce en que nuestro dolor aquí, no es final ni absoluto, aunque a veces nos lo parezca. Por lo tanto, una persona sabia intentará mirar la vida actual con la eternidad en perspectiva

II. Realidades

Demos ahora un giro en nuestro argumento y planteémonos una serie de premisas correctas. Éstas tienen relación con lo escrito en la anterior sección y la complementan.

1. Cuando Dios crea, lo creado NO es Dios. La definición teísta (y cristiana) de Dios es la de un ser eterno y existente en sí mismo, esto es, que no depende de una causa anterior. Este ser es perfecto en todas sus características (amor, sabiduría, etc.). Pero esto NO quiere decir que lo que Dios produzca en un acto de creación, aunque perfecto, esté libre de la posibilidad de imperfección. ¿Suena a contradicción? Expliquemos.

Todo ser o cosa creado por Dios NO es, al ser criatura o creación, Dios (pues tiene una Causa que le antecede). Lo que significa que, aunque (como creación) sea perfecta, el elemento de imperfección es introducido como una posibilidad futura (posterior a la creación perfecta). Como la creación NO es Dios, y sólo Dios es absoluta y completamente perfecto, entonces ésta (la creación) puede llegar a ser imperfecta.

Para nuestros fines esto se traduce en lo siguiente. El mundo fue hecho como una creación perfecta por Dios (perfecto). Pero esta creación NO es Dios por lo que, aunque perfecta en su origen, puede dejar de serlo.

De modo que un mundo imperfecto como el nuestro no necesariamente conduce a la conclusión de que o Dios no existe o no es perfecto.

2. Al crear, una buena creación es aquella donde existe la capacidad de decidir. La libertad para elegir es una característica que todos consideramos como buena. Por lo tanto no nos sorprende que la libertad para elegir de las criaturas (humanidad) sea una de sus características, al ser la obra de un Creador (Dios) que es bueno. Y aquí es donde comienza el problema. Porque la introducción de una característica buena (la libre elección) es la puerta por la que potencialmente el mal puede ser introducido. Como de hecho ocurrió, según la enseñanza cristiana.

Y entonces, pregunta alguno, ¿por qué mejor no crear sin esa capacidad de libertad? Porque dicha creación no sería buena (perfecta) y esto va contra la esencia de Dios y, de haber sucedido, constituiría el primer error (o mal) en el Universo.

"La única manera de garantizar un mundo sin maldad es crearnos sin libertad." (Peter Kreeft)

3. El mundo está sujeto a leyes, las leyes de Dios. El Universo está gobernado por leyes "naturales" creadas por Dios. Descubrirlas es la fascinante misión de la Ciencia. Dichas leyes, como la de gravitación por ejemplo, sirven de base para el funcionamiento estable de la creación.

De la misma manera en el ámbito no-material (espiritual) el mismo Dios ha establecido leyes que rigen la vida. Son leyes que, como las naturales, proveen de orden a la existencia y tienen como fin protegernos de daño y guiarnos a una vida plena. Pues bien, de la misma manera que intentar violar las leyes naturales conlleva consecuencias (como el golpearse al caer, por ejemplo), quebrantar las leyes espirituales tiene igualmente sus consecuencias.

Muchos de los males existentes en el mundo y por los que responsabilizamos a Dios, son resultado directo de la desobediencia humana. Hemos transgredido las leyes universales, y estamos cosechando los resultados.

4. El orden del mundo creado ha sido trastocado por el pecado de la humanidad. La desobediencia a las leyes de Dios conlleva intrínsecamente consecuencias dolorosas. Cosas como las enfermedades, la muerte y aún los desastres naturales, son el resultado de una humanidad rebelde.

A la misma vez, las consecuencias de nuestras faltas son una invitación a recapacitar y a reconocer nuestro error. De este modo, aún las consecuencias de nuestra maldad son una "medida de control" para beneficio de la humanidad.

Un importante elemento adicional. Contrario a leyes cuyo quebrantamiento tiene consecuencias directas exclusivamente para el transgresor de dicha ley, las consecuencias de la maldad humana han afectado no sólo a la humanidad, sino también al resto de la creación. El orden de nuestro mundo fue trastocado por la intromisión del pecado. Es como si el equilibrio de fuerzas en el mundo se inclinara hacia el sufrimiento y el dolor como consecuencia de la maldad.

En parte al menos, esto se debe al hecho de que el mal no sólo es una acción, sino también una persona.

5. El mal existe y tiene nombre: Satanás. No hablamos aquí del personaje de la imaginación religiosa (cola, cuernos y tridente incluidos), sino de un ser espiritual poderoso, creación de Dios, que, como la humanidad pero antes que ésta, fue creado perfecto y decidió utilizar su libertad para no sujetarse a la amorosa voluntad de Dios.

Dicho ser es personal, no una fuerza. Y su influencia en la humanidad, que con su desobediencia se ha aliado (sabiéndolo o no) con el "Príncipe del mal", es causante de muchos de los males del mundo. Dicha influencia no nos excusa de nuestra responsabilidad, pero muchas veces nos ayuda a comprender el grado de maldad que llegamos a manifestar.?



6. Sufrimiento como misterio. No quiero dar la impresión con estas "explicaciones" del mal y del sufrimiento, que todo dolor en nuestra historia tiene una explicación que podemos encontrar, estudiar y entender. Existe mucho de "misterioso" en el tema del sufrimiento humano. El documento bíblico conocido como el Libro de Job, trata sobre dicho elemento.

El libro de Job ha sido explicado de innumerables maneras. Pero la enseñanza más clara de este antiguo documento es que no siempre entenderemos el origen o las causas de nuestro sufrimiento. La grandeza y la sabiduría de Dios no nos permiten escudriñar y comprender sus pensamientos.

Durante el desarrollo del libro, Job, angustiado por sufrimientos profundos e inexplicables, pretende cuestionar al responsable último de sus desgracias, esto es, a Dios. Pregunta tras pregunta se suceden y las únicas respuestas que obtiene Job son las de sus "amigos". Estos razonan de la mejor manera posible en base a la sabiduría de su tiempo y tratan de convencer a Job de que sus sufrimientos son el castigo por su propio pecado. Obviamente esto no satisface al bueno de Job.

Los capítulos finales del libro describen un interesante interrogatorio. Pero esta vez es Dios quien pregunta a Job. Con sus preguntas Dios lleva al protagonista a darse cuenta de que, aunque resulte natural intentar cuestionar a Dios sobre sus actuaciones, es una posición del todo inadecuada. Y lo es por dos razones. Por un lado, porque como criaturas carecemos del derecho a cuestionar el proceder de la soberanía divina. Por otro lado, porque carecemos de la capacidad necesaria para comprender la contestación que pudiera darnos.

Cuando sentimos la tentación de llevar a Dios al banquillo de los acusados, debemos recordar, con Job el personaje bíblico, que lo que deseamos es sacar al Juez de su estrado para sentarlo en el banquillo de los acusados.

7. Dios conoce el sufrimiento. En mis diálogos sobre este tema, muchas veces salpicadas por la amargura, observo como el dedo acusador se apunta hacia Dios en medio del sufrimiento. ¿Qué sabe Dios de lo que yo estoy pasando? ¿Cómo puede entender Él?

Pero Dios conoce el sufrimiento como una experiencia de primera mano. Ya desde el Antiguo Testamento lo vemos reflejado. Mucho del lenguaje del sufrimiento de Dios en las escrituras hebreas (A.T.) ha sido interpretado como puramente antropomórfico. Pero no siempre es así. El Dios que se revela a través de las Escrituras bíblicas es personal: tiene voluntad y sentimientos. A través de los profetas del pueblo de Israel Dios no sólo comunicó su mensaje, sino también su sentir. El dolor de Dios se refleja en sus profetas y éste se convierte en parte del mensaje.

Pero es sin duda en la Encarnación donde mejor y más claramente vemos hasta qué punto Dios decidió experimentar nuestro dolor "en carne propia". En su Hijo Jesús de Nazaret, Dios asume forma humana, camina por nuestro "valle de lágrimas" y experimenta nuestros sufrimientos. Hambre, sed y cansancio se hacen parte de su experiencia. Con la muerte de su amigo Lázaro conoce el dolor de la separación y con Judas el de la traición. Las manos que antes hicieron el mundo, se dedicaron al martillo y a la sierra. La voz que ordenó el surgimiento del universo, clamó angustiado desde una cruz.

Porque es en la crucifixión de Jesús donde Dios Encarnado experimentó el dolor indecible del desprecio, la humillación y el abandono y, de esta manera, transformó el significado del sufrimiento convirtiéndolo en vehículo de redención. En palabras de Moltmann "Dios llora con nosotros para que podamos un día reír con Él"??

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