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lunes, 27 de septiembre de 2010

La poesía de Safo de Lesbos, el origen de la palabra lesbiana.

Lesbiana es una chica a quien le gustan otras chicas. Sin embargo, la historia del nacimiento de la palabra es algo menos conocida.

Originalmente, los lesbianos eran los habitantes de la isla griega de Lesbos. En la Antigüedad, Lesbos era una de las más importantes islas del Mar Egeo. Hacia el siglo VI a.C. floreció allí una poetisa llamada Safo, quien probablemente vivió en Mitilene, la ciudad más importante de Lesbos.


Se dice que era de familia noble, que tenía tres hermanos y que estuvo casada con un hombre rico que le dio una hija llamada Cleis. A partir de los fragmentos que se conservan de sus poemas se sabe que Safo rendía culto a la diosa Afrodita enseñando poesía, música y otras artes a un grupo de mujeres jóvenes por las que, según el poeta Anacreonte, sentía atracción sexual.

Safo inventó el verso de tres endecasílabos y un adónico final de cinco silábas conocido hoy en día como oda sáfica. Escribió nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos. De éstos sólo quedan algunos fragmentos y dos poemas completos: la Oda a la mujer amada, recogida por Longino en su libro Tratado de lo sublime y la Oda a Afrodita, recogida por Dionisio de Halicarnaso.

La poesía de Safo se caracteriza por la exquisita belleza de su dicción, su perfección formal, su intensidad y su emoción. Muchos poetas griegos posteriores fueron influenciados por la obra de Safo, especialmente Teócrito, Ovidio y Catulo. Safo, junto a su compatriota Alceo, son considerados los poetas más sobresalientes de la poesía lírica griega arcaica. Son además los únicos representantes de la producción literaria lesbia.

Los poemas de Safo fueron acogidos con entusiasmo desde la antigüedad. Se recitaban y se conocían en la Atenas del siglo V a.C. y más tarde, en Roma, habían bustos de ella y los poetas latinos la alaban. Ya a partir de la época alejandrina se puso de manifiesto el interés por conservar su obra e intentar descubrir nuevas partes. Safo ha sido probablemente la poeta más traducida y más imitada de la antigüedad clásica. A lo largo de los siglos, autores como Platón, Catulo, Petrarca, Leopardi, Byron o Rilke, entre otros, han admirado su obra.

Aunque se calcula que fue cerca del año 580 a.C. no se sabe exactamente cuando ni como murió, pero una leyenda muy poco creíble sostiene que, tras ser rechazada por el joven marino Faón, se arrojó desde un acantilado en Léucade. Esto no concuerda para nada con sus poemas de última época, en los que se describe a sí misma como una anciana que goza de una vida tranquila, pobre y en armonía con la naturaleza. Después de su muerte, Mitilene acuñó monedas con su busto y los atenienses le erigieron una estatua en bronce, obra de Silanión. Dos siglos después de su muerte Platón se refiere a ella como “la décima musa”.

En el año 1703, la Iglesia Católica ordenó quemar todas las copias de los poemas de Safo, de los que sólo se logró recuperar un tercio. En 2004 fueron hallados nuevos fragmentos de Safo, que amplían y mejoran sustancialmente uno de los que ya se tenía de ella.


Fragmentos de la obra de Safo:

Oda a Afrodita

¡Tú que te sientas en trono resplandeciente,
inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
augusta diosa, no consientas que, en el dolor,
perezca mi alma!
Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez,
dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes.
Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo,
a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas.
Una vez junto a mí, ¡oh diosa!, sonrientes tus labios inmortales,
preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía,
qué nuevo deseo agitaba mi pecho,
y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.
Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte?
Si te rehuye, pronto te ha de buscar;
si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.
Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.
¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles tormentos!
¡Cumple los deseos de mi corazón, no me rehuses tu
ayuda todopoderosa!

Lamento:


Dulce madre mía, no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos
Afrodita ha llenado mi corazón
de amor a un bello adolescente
y yo sucumbo a ese amor.

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