"Ser inmoral es gastar dinero en aburrirse, ser moral es aburrirse gratis"



domingo, 19 de septiembre de 2010

EL ROSTRO DE DIOS



El rostro de Dios



Resumen del libro del autor José Antonio Solís

(Derechos Digitales encomendados a CEDRO y textos inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual)







Introducción



Este libro es en parte una continuación de los anteriores: "Los enigmas de Jesús", "La verdadera tumba" y "El Cuerpo". Lo mismo que en ellos la figura de Jesús se trata solamente en su aspecto humano. Es nuestra intención referirnos con el mayor respeto a la misma y creemos que intentando encontrar la verdad no se le puede faltar, todo lo contrario, aunque expresemos una posición absolutamente materialista, pues ¿Quién sabe de que medios se vale Dios para sus fines? En todo caso la fe está por encima de todo suceso material.

PRÓLOGO



Un reciente trabajo de investigadores británicos, difundido y en coproducción con la BBC, ha propuesto una reconstrucción del rostro de Jesús hipotética y sencillamente poco creíble...



.....


Representación aproximada del resultado de las recientes investigaciones británicas, es una labor hipotética sobre un cráneo cualquiera pero concreto, ni siquiera se halló un promedio de varios de época. Dibujo como copia del retrato propuesto por la BBC.

Sin embargo aporta una aproximación a la que debió de ser la realidad. También creemos que parte de un concepto equivocado sobre los inicios del cristianismo. Jesús no era, en absoluto, un rústico carpintero, sino el Cristo, el Ungido, el heredero y descendiente de David y por tanto aspirante al trono de Israel.

Nosotros hemos partido de esta realidad histórica, y tomando como parámetros de guía las características antropológicas que se desprenden de las pinturas contemporáneas, e inmediatamente posteriores a la época; hemos partido de los datos aportados por el estudio de los cráneos encontrados en Giv´at ha-Mivtar, cerca de Jerusalén, entre los que estaba el de un crucificado.

Aplicando nuestros propios programas informáticos llegamos a un resultado realmente sorprendente. La semejanza era notoria con el de los pantocrator bizantinos y el rostro reconstruido a partir de las imágenes de la Sábana Santa de Turín, los paños de la Verónica de Oviedo, el Rostro Santo de Manoppello y datos del Mandylion.

Esto nos ha reafirmado en nuestra teoría de que Sábana y paños (Verónica no era una santa es la expresión en griego "vero icono" = imagen verdadera), son copias de un original. El verdadero retrato de Jesús. El Maestro universal.

EL ROSTRO DE DIOS

La verdadera imagen de Cristo









Sensacionalismo de fotomatón



El 27 de Marzo de 2001, una noticia insólita acaparaba la atención de todos los noticiarios internacionales: Con motivo de la inmediata celebración de la Semana Santa, la BBC estaba preparando un reportaje sobre los últimos hallazgos en torno a la figura de Jesucristo. El programa en cuestión se llamaría "Hijo de Dios", y uno de los asuntos centrales de su interés era la recreación, utilizando las más modernas técnicas forenses y los más desarrollados programas informáticos, del que sería el verdadero rostro de Jesús. Sus autores aseguraban que para la obtención de aquella imagen ansiada por los creyentes desde los inicios de la fe, habían contado con la colaboración los mejores especialistas en las ramas de la antropología y diseño por ordenador.

A la hora de escribir estas líneas, el antedicho programa todavía no ha sido emitido, pero sí he podido contemplar el resultado de la sorprendente recreación. Ante mis ojos se me ofrecía la imagen de un hombre rudo, de tez morena y pelo negro muy rizado, con frente prominente, amplia mandíbula y nariz ancha. Según sus creadores (y creo que éste es el término más adecuado), la imagen se obtuvo a partir de un cráneo de un hombre judío del siglo I, encontrado en la misma zona donde discurrió la vida de Jesucristo. El rostro obtenido, para sorpresa de los investigadores, mostraba unas facciones fuertes, más lógicas (?) de un hombre que desempeñaba un oficio artesano como el de carpintero; y ofrecía un claro contraste con las delicadas facciones con que, tradicionalmente, aparece retratado Jesucristo en las estatuas y pinturas creadas los artistas plásticos de todas las épocas.

En este complicado mundo que rodea al estudio e investigación de los fenómenos religiosos, es moneda corriente observar cómo siempre se utilizan dos baremos muy diferentes para juzgar las teorías elaboradas sobre algún misterio: Así, dependiendo de la fuente que las origina, se les atribuye una pátina de indudable perspicacia o, en caso contrario, de simple elucubración de un aficionado o de un loco. Me explico: Cuando en 1978, el equipo STURP (Shroud of Turin Research Project), formado por algunos de los más prestigiosos científicos, procedentes de laboratorios de las Fuerzas Aéreas americanas y del Centro de Pasadena (NASA), realizaron distintas pruebas y análisis sobre la Sábana Santa de Turín, empleando los que afirmaban ser los mejores dispositivos de análisis de imágenes existentes, sus resultados fueron acogidos con una credulidad aplastante. Era lo esperado. La ciencia, como nuevo credo oficial de nuestra sociedad (sobre este tema ya me he posicionado en reiteradas ocasiones), no puede ser discutida y, por así decirlo, los miembros de su iglesia, que conocemos como científicos, tienen siempre patente de corso cuando se trata de imponer sus teorías sobre otras cualesquiera que sean, por mucho que detrás de ellas se apiñen años y años de concienzudos estudios.

De esta forma, y después de "exhaustivos" análisis, los doctos científicos americanos concluyeron, con la "objetividad" que les distingue, que en el sudario habían detectado, sin el menor margen de duda, la existencia de sangre tipo "AB", característica de la raza judía. Como prueba de ello, exhibían una larga lista de pruebas, a cada cual más incomprensible para el profano.

Pero lo que no mostraron al público fueron los resultados estadísticos de esas pruebas, ni en qué forma las habían llevado a cabo. Pasados los años, el escándalo estalló al comprobarse que las teorías de los insignes doctores Jackson y Jumper, se mostraron como un claro ejemplo de manipulación de datos para adaptarlos a sus conclusiones (sobre este affaire, consultar todo lo acontecido en mi libro "El Cuerpo")...



...¿Qué demostraba esto? Que la ciencia no siempre es objetiva, o, cuando menos, sus resultados pueden verse alterados por creencias, intereses y/o objetivos publicitarios.



Dibujo del tipo de cruz en la que se suele poner a Cristo. A la derecha la forma y proporción de la cruz verdaderamente empleada, la de las ejecuciones romanas, su altura no sobrepasaba la de un hombre medio y sólo tenía un travesaño que encajaba por una espiga sobre el poste vertical.
Llegados a este punto es verdaderamente sorprendente que aún se tomen estas teorías como base de estudios "científicos" por, al menos en teoría auténticos científicos, o mejor sería decir poseedores de una titulación académica, que no es lo mismo. Me refiero a un programa emitido y producido recientemente por una cadena española de televisión donde un miembro de una universidad asegura que la Sábana Santa de Turín y el Sudario de Oviedo son auténticos por tener rastros de sangre "AB". Lo cual solamente podría ser cierto en el caso del Sudario, aunque ninguno de los investigadores universitarios del programa explica cómo un cuerpo muerto pudo sangrar de una forma tan abundante que llegue a empapar un sudario. En dicho programa incluso llegan a explicar las posiciones y hablan del "descendimiento de la cruz" adoptando la tradicional iconografía y ritos cristianos de la semana santa en las que se "baja" a Cristo de la cruz; lo que es imposible por la sencilla razón de que la cruz de ejecución romana estaba a nivel del suelo, no era en realidad una cruz, sino una T, y muy baja.
Es chocante que, tras años de admitirse por los círculos científicos y oficialistas universitarios (embuídos generalmente en los años sesenta y setenta por un trasfondo de ideología ateo-marxista) la falsedad de Sábanas y Sudarios, ahora al calor de los nuevos tiempos (más conservadores y, sobre todo, más subvencionadores), de pronto vean la luz ¡Igual que san Pablo en el camino de Damasco! ¿Tiene algo que ver el afán de protagonismo, el salir en una televisión, los nuevos tiempos de conservadurismo en los que negar "no vende"? Es también curioso, aunque aparentemente sea apartarnos del tema, cómo en estas mismas fechas los restauradores "oficiales" se apresuran a afirmar que la Virgen de Montserrat, la "Moreneta" no es en absoluto negra sino que ¡fue pintada el pasado siglo! (A las vírgenes negras y su significado, he dedicado parte de mi libro "Apariciones Celestiales"...) Y con el mayor descaro añaden que: "La madera en la que estaba tallada era blanca". Yo personalmente (agradecería se me informara de lo contrario), no conozco la madera de ningún árbol de los que crecen en España que al cortarla no aparezca en un tono pálido, blanquecino; eso sí, podría ser con tonos rojizos o amarronados, pero unos tonos, nunca la madera de nuestro país es negra.

Pese a todo, cuando al público en general se le advierte de que un experimento se ha llevado a cabo con los medios técnicos más desarrollados y la intervención de un titulado universitario, éste tiende, automáticamente, a creer a pies juntillas en los resultados que se ofrecen de esa investigación. "Han usado potentes ordenadores, por tanto: ¡será verdad!". De esta forma, los medios de comunicación nos cuelan, más a menudo de lo que creemos, hipótesis que no han sido suficientemente contrastadas o de cuya verificación sólo se nos habla muy por encima.

De todas formas el sudario de Oviedo sí debe de coincidir (en imagen) con la Sábana de Turín, por lo que más tarde expondremos. Lo que no quiere decir que sea auténtico, pero tampoco que sea falso, parece un contrasentido pero no lo es, sino que se trata posiblemente de la clave del enigma...



...

En el caso que nos ocupa, "el verdadero rostro de Jesús" ofrecido en un documental de la BBC, el desatino, o la soberbia tecnificada, llega a extremos poco menos que increíbles. Según estos señores, basta con reconstruir el rostro de un judío para saber qué cara podían tener todos los demás. A ello hay que añadir los múltiples orígenes étnicos que confluían, por aquellos tiempos, en las tierras de Israel. Dejando a parte procedencias egipcias, sumerias, persas, árabes, etc., dentro de la misma etnia judía podían distinguirse, ¡y ellos en su época los distinguían perfectamente!, a sunamitas, jebusitas, edomitas, kenitas, etc., etc. Sin embargo, este detalle parecen pasarlo por alto. En definitiva, para seguir su razonamiento, y sin salirnos de la raza judía, según esos prestigiosos investigadores, sería factible emplear el cráneo del cineasta Woody Allen para reconstruir el rostro del primer ministro israelí Ariel Sharon. Este ejemplo absurdo, al alcance de cualquiera que se detenga a meditar un poco más la noticia, y que podía ser rebatido por los científicos aludidos como exagerado, no lo es tanto si atendemos a su metodología.

El único resultado que puede deducirse de tales métodos (por lo demás muy útiles para reconstruir la posible fisonomía de homínidos primitivos; lo que se nota en el estilo del artista utilizado, pues se le fue bastante la mano poniéndole a Jesús un rostro muy parecido al "homo antecessor" de Atapuerca) es la posible apariencia de los rasgos judíos en aquella época, unos rasgos que podrían aceptarse si no se tomaran en cuenta otras características referentes al personaje de Jesús y de las que hablaremos a su tiempo.

Pero, además, parece ser que ninguno de ellos se ha detenido a pensar en las lógicas diferencias que existen, no ya entre hijos de la misma madre, sino entre las distintas clases sociales y los trabajos, alimentación y cuidados médicos que se dan en cada una de ellas. Está claro que un sumo sacerdote judío, dedicado a las labores contemplativas del templo, hijo a su vez de una clase privilegiada de doctores y damas de las mejores familias, no podía tener la misma fisonomía corporal que un campesino mal alimentado, expuesto día y noche a las inclemencias del tiempo, y abocado a un trabajo durísimo desde su misma niñez. No está tan lejano en nuestra memoria el recuerdo de aquellos rostros embrutecidos del documental de Luis Buñuel sobre las Urdes y la fácil comparación con el aspecto que ofrecían los hijos de la burguesía de Madrid. O, para dejárselo más cercano a nuestros amigos de la televisión inglesa: ¿Tenía la misma fisonomía un minero galés, de la salvaje era industrial, que los miembros de las clases elevadas, estudiantes de Oxford?

Gracias al avance de nuestra sociedad occidental, —y hasta que los ultraliberales no se empeñen en lo contrario—, las diferencias actuales en cuestiones como alimentación y sanidad entre clases se han ido diluyendo, lo que ha permitido que nazcan niños en su mayoría muy sanos y de constituciones parecidas. Pero en Palestina, en el siglo I de nuestra era, las diferencias entre los diferentes estamentos de población tenían que ser abismales...


Representación de figuras de la época, el hombre en primer término es un judío pero no aparece con largos cabellos, sino al estilo greco-romano imperante.

... La críticas expuestas por los autores de esta recreación por ordenador a las representaciones que se han venido haciendo del rostro de Jesús hasta ahora, no dejan de ser justas, (aunque desde otros parámetros), pero su punto de partida se tambalea desde el mismo inicio.

Si bien las representaciones artísticas de la fisonomía de Jesucristo pueden haber sido mediatizadas durante siglos por creencias e, incluso, imposiciones de la Iglesia; sacarse de la manga informática un rostro que las contradiga a todas ellas, no es la solución. Sería como afirmar, dentro de dos mil años, que Hitler era alto y rubio, por la abundancia de cadáveres alemanes encontrados de la época con la misma característica. Para cualquiera, tal aseveración sería, además de un error garrafal, una falacia...

... Igualmente, establecer que el rostro de Jesús, puede guardar un parecido bastante cercano con el de cualquier judío de la época, es un exceso de presunción y, posiblemente, de sensacionalismo.

Por mi parte, opino que es más lógico y "científico" contar con lo que ya poseemos. Y, hasta que no se diga lo contrario, las únicas referencias existentes y, de alguna forma, relacionadas con el rostro de Jesús son la Sábana de Turín, los paños de la Verónica, algunas referencias en los evangelios y los testimonios de testigos de la época en que vivió. De su estudio y de su interpretación, —que no tiene por qué ser la ortodoxa—, tal vez podamos extraer mejores consecuencias o alguna que otra luz bajo la que contemplar mejor el rostro de Jesús.

Esperando, naturalmente, que no se cumpla lo mismo que el Señor le dijo a Moisés: "Mi rostro no lo podrás ver; porque ningún hombre lo verá y vivirá"...



Visiones artísticas



El Arte, ha venido reflejando desde el principio de los tiempos los sentimientos más sublimes de la humanidad. A través de su expresión, el hombre exorcizaba sus temores y dudas; esperando que esa materialización simbólica de sus quimeras le ayudase, en cierta medida, a dominar sus miedos y, de paso, a establecer un vínculo de comunicación con lo inefable. Como tal soporte de sus sueños, el Arte mostraba mediante sus apariencia las ideas que el hombre había desarrollado acerca de lo divino y de lo infernal, de lo desconocido y de lo cotidiano, de lo que temía y de lo que amaba, a la vez que iba metamorfoseándose según variaban esas concepciones en el pensamiento humano.

El objeto artístico, que en la actualidad se halla ligado más directamente a las categorías intelectuales del propio creador, durante muchas épocas se vio sometido a un fenómeno de transubstanciación. Lo representado no era simplemente un reflejo, sino que poseía en si mismo parte de las cualidades que representaba. La estatua de un dios, era parte de ese dios mismo y por ello recibía un culto de adoración. A este uso de la obra artística se le llamó idolatría y sus consecuencias siguen teniendo una reconocible influencia todavía en nuestros tiempos. No se adora solamente a lo que representa, sino al soporte de esa significación. Un ejemplo claro y tajante de esta importancia del continente, muchas veces muy por encima del contenido, se puede encontrar en las numerosas disputas originadas en los pueblos de España cuando se intenta cambiar la talla de su patrón por otra nueva: De nada servirán las explicaciones de los párrocos acerca de los problemas originados por la polilla y las humedades, el pueblo seguirá queriendo a su patrón de siempre.

Pero dentro de esta equiparación de la obra artística y el objeto divino, también encontramos un aspecto inmerso en el fenómeno de las reliquias. Me refiero a aquel objeto de arte que, por algún motivo desconocido salvo para la divinidad, ha tenido contacto o es expresión de algún mensaje divino, transcendiendo por sí mismo, y no ya gracias a la devoción del pueblo, su propia naturaleza iconográfica.

La consideración de estos tres aspectos de la representación artística religiosa (como expresión de una idea o símbolo, como objeto idolatrado y como reliquia) es fundamental para acometer la cuestión que nos ha traído a estas páginas y que viene siendo uno de los misterios más apasionantes de la historia del Cristianismo.



El problema de la representación física de Jesucristo siempre fue parejo a la propia historia de los estilos artísticos, aunque no exactamente desde su comienzo. En un principio, los primeros cristianos se limitaban a representar a Cristo con la forma de un pez, de dos círculos concéntricos y, posteriormente, de una cruz. Realmente, no se trataba de una expresión figurativa, sino más bien de un lenguaje; aquellos signos sustituían a una palabra, "Cristo", por temor a la represión o por su asequible reconocimiento entre los miembros de aquella recién estrenada fe.

Una fácil equiparación, que quizás nos ayude a comprender el sentido de aquellas imágenes, la encontramos en los "grafittis" que inundan las paredes de nuestras ciudades: Pese a lo que muchos puedan creer, los jóvenes autores de esos dibujos...

...no se refieren a su actividad con la palabra "pintar", sino que quienes realizan esas obras de dudoso gusto reciben el apelativo de "escritores". Están escribiendo, no representando. Se trata, por mucho que puedan despistarnos sus formas y coloridos, de un lenguaje discursivo, con su propia sintaxis y signos, que sólo el iniciado, el perteneciente a esa "tribu", conoce.

De igual forma, los cristianos primitivos utilizaron esos signos como forma "escrita" de comunicación. Y cuando, por fin, apareció la figura de Jesucristo, lo hizo de una forma idealizada, con una clara influencia de la pintura mitológica pagana. No se trataba de representar a Cristo como era, sino de expresar un símbolo de la religión. De este modo, abundan las imágenes del Buen Pastor y de otras actitudes con una profunda carga espiritual. Sin embargo, la efigie más tradicional y presente de la imagen de Jesús, como Crucificado, tardaría todavía unos siglos en aparecer..

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La causa de esta tardanza podemos atribuirla a que el símbolo de la cruz, que no apareció en las iglesias hasta el año 432, bajo el papado de Celestino I, era considerado como un signo de dolor y humillación, y no un signo de fe y protección. Por esa razón, cuando comenzaron a aparecer imágenes de Cristo crucificado, éste siempre aparecía vestido y triunfante sobre el objeto de su martirio. Tendremos que esperar hasta el año 560...



...para que aparezca, por primera vez, en una iglesia la imagen desnuda del Crucificado, y no sin un "justificado escándalo"...





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¿Era una imagen semejante o aproximada a ésta, el hombre barbudo al que veneraban los templarios? Como veremos más adelante esta imagen es el resultado del desarrollo de datos sobre el verdadero rostro de Jesús.
Extracto de una carta al Senado Romano, escrita por Publius Tentullus, presidente del Índice, en los tiempos de Tiberio Cesar, refiriéndose a un profeta aparecido en Palestina, llamado Jesús, al que pudo conocer y describe: "Es un hombre de estatura algo alta y garbosa, con un semblante muy venerable [...] Sus cabellos son de color castaño; son lisos hasta los oídos, pero se vuelven más brillantes hacia abajo y caen en forma de rizos y ondas sobre sus hombros [...] Su frente es plana y muy delicada; y su cara sin ninguna mancha ni arruga [...] Su nariz y su boca están formados de una manera que no se puede encontrar nada reprensible. Su barba es algo espesa y de color igual al de los cabellos, no es muy larga, pero es partida. Su mirada es inocente pero dura, y sus ojos son de color gris claro y muy vivos".

Este texto epistolar, (de dudoso origen) que basa su autenticidad en una gema esculpida según el rostro descrito y que fue propiedad de Inocencio VIII, se acerca bastante a la imagen que irá imponiéndose en los retratos de Jesucristo, y que se verá corroborada por los paños de la Verónica expuestos, uno en la Catedral de Oviedo, desde el siglo VIII, y otro en el Vaticano, a partir del XII (aunque este último fue retirado, en 1.608, por el papa Pablo V, que dudaba de su veracidad ...





La verdadera faz



¿Cuál es la verdadera faz de Cristo, el "vero-icono"? Acaso todo se explique acudiendo a la leyenda de la Verónica que, en realidad, no significa otra cosa que el apócope de la expresión "vero icono", la verdadera imagen.

Al llegar a este punto tenemos una clara muestra de la que ha sido durante siglos la acción de la Iglesia, enseñando la devoción a la "Santa Verónica" la mujer que enjuaga el rostro de Cristo. El nombre Verónica se introduce en el Santoral y muchas mujeres lo llevan sin saber su significado; Verónica nunca existió porque no es un nombre, como dijimos arriba, sino la expresión VERO ICONO transformada en una sola palabra VERÓNICA, es decir VERDADERA IMAGEN. ¿Por qué este interés de la Iglesia en desvirtuar lo que aparentemente sería una afirmación de sus propios principios al mostrar la verdadera imagen de Cristo? Más adelante, en este libro, lo veremos. Adelantemos que ese interés parte de los primeros tiempos del cristianismo..

El origen de esta devoción a un paño donde se quedó impregnada la huella del rostro de Jesús, no se halla en los evangelios canónicos, sino en los relatos que de tal escena aparecen en los textos apócrifos. Según ellos, una mujer llamada Serafia, sería quien le tendió su velo de lana fina a Jesús, para que el Salvador se enjugase el sudor del rostro, producido por los enormes esfuerzos de su ascenso hacia el calvario. Sólo al llegar a su casa, esta compasiva mujer, repararía en que el rostro del Señor había quedado perfectamente representado sobre la tela y, a partir de ese momento, lo conservaría con gran devoción hasta el día de su muerte. Después, el lienzo sería entregado al la Virgen, de quien pasó a manos de la Iglesia.

El protagonismo innegable de esta escena, —nunca admitida oficialmente por la Iglesia—, en el ritual de la Semana Santa, nos hace sospechar de una intención recurrente para dar testimonio de la trascendencia de ese acontecimiento; como si, a través de los siglos, alguien se empeñara en testimoniar el importante mensaje que encierra. Alguien que no se escuda en las disposiciones de la jerarquía, sino en los cultos semiheterodoxos que, paso a paso, han ido introduciéndose en la religión cristiana. ¿Se trata de un aviso? ¿Quiere la leyenda llamar nuestra atención sobre la existencia de una prueba infalible de lo que aconteció? Es como si no cejara en advertirnos de que sí podemos conocer la verdad, que existe un testimonio claro e indiscutible, una imagen auténtica de Cristo.

¿Pero donde está esa imagen? Los indicios apuntan a seguir el rastro de la mítica "Mandylion" de Edessa, el primer caso conocido donde se menciona la aparición de una efigie del rostro de Jesús, de la cual los paños de la Verónica de Oviedo y otros muchos que están repartidos por el mundo no serían más que una copia (sobre la que se guarda en la catedral de Oviedo, las últimas investigaciones revelan interesantes coincidencias con el Sudario de Turín, lo que explica algunas cuestiones que reflejaremos más adelante).

Según la leyenda oficial de la "Mandylion", Abgar V reinaba en Edessa, una de las primeras ciudades en donde se implantaron con fuerza las doctrinas de Jesús, al sur de Turquía. Estando el rey enfermo y conociendo los poderes del Nazareno, envió a su emisario Ananías para que Jesucristo se desplazara hasta su corte y le curase de su mal; pero al Mesías le era imposible acudir a la cita y entonces Ananías le pidió si podía hacerle un retrato para llevárselo a su señor. Jesús accedió, pero viendo la poca habilidad pictórica del enviado, cogió el lienzo y, aplicándoselo directamente sobre el rostro, dejó milagrosamente estampada la imagen de su cara.

Así nació el Mandylion, que desaparecería durante cinco siglos, hasta que en el año 544, en un asedio del rey persa Cosroes II, es descubierto en una pared cercana a una de las puertas de la ciudad.

Lo cierto es que, a partir de esa fecha, la Iglesia ordena que se hagan reproducciones de la imagen de Edessa, algunas de las cuales podrían ser aquellas a las que nos hemos referido antes. Pero hay un detalle curioso en estas reproducciones, y es que, con mejor o peor fortuna, reproducen algunas anomalías en los rasgos del rostro de Cristo que también se encuentran en la Sábana Santa de Turín, sólo que en esta última con mayor detalle.

¿Era el Mandylion en realidad un fragmento del famoso sudario? Todos los indicios apuntan a que podía tratarse del mismo. Cuando en el año 1.201, el patriarca de Constantinopla, Nicholas Mesarites, examina la reliquia, manifiesta que ésta "ha desafiado el deterioro porque envolvía el inefable, desnudo cadáver". ¿Por qué menciona un cadáver desnudo si sólo se trataba de la representación de un rostro? Posiblemente, la explicación se halle en que el sudario, representación del cuerpo desnudo de Cristo, había sido plegado para evitar el escándalo de los iconoclastas (ya mencionamos anteriormente la mentalidad de la época en cuanto a representar el cuerpo desnudo de Jesús), y sólo se mostraba la parte de su rostro para la veneración. Esto explicaría el profundo pliegue que atraviesa el sudario a la altura de la garganta.

Por otro lado, las palabras del Patriarca Mesarites nos parecen una prueba más de que la Sábana Santa (o la copia, o el original anteriores) es auténtica, ya que si no la había visto ¿cómo podía saber que el cuerpo entero aparecía plasmado en la reliquia? Parece, por tanto, cierto que ya en ese momento existía la reliquia y no fue por tanto inventada en la época de su aparición en Francia, tal como indican los análisis científicos más modernos. Y nos reafirma en la opinión de que la Sábana Santa de Turín no es más que una copia, pero una copia de un original auténtico.

Pero, siguiendo con el Mandylion, además disponemos, también, del testimonio de Robert de Clarí, que en 1.204, en su "Crónica de la Cuarta Cruzada", describe un sudario exhibido todos los viernes en la capilla de Santa María de Blachernae, donde se apreciaba claramente la figura de Cristo. ¿Se trataba de la misma tela que tras años de guardarse en Tierra Santa fue traída a Europa por los cruzados? Eso solucionaría el misterio de la aparición repentina del Sudario en 1.355 en Francia, en manos del caballero Geoffroy de Charny; aunque éste prefirió llevarse el secreto a la tumba.



Fuera la misma tela o fuera otra, no es nuestro objetivo fijar ahora los avatares del misterioso lienzo (estudiados prolijamente en dos de mis obras "Los enigmas de Jesús" y "El Cuerpo"), sino en reparar en una cuestión trascendental: Todos los comentarios surgidos en la época se refieren a la autenticidad de la representación de una tela, como retrato verídico de la faz de Jesucristo, y a la voluntad de realizar copias para mostrarla por todo el orbe cristiano. Y un elemento, por lo demás, bastante enigmático: la referencia, en la leyenda del Mandylion, del acto premeditado de Jesús al estampar su rostro en un lienzo. ¿Quien sabe si ahí se esconde la clave del misterio?...



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Las claves ocultas de un retrato



En mis anteriores investigaciones sobre la Sábana Santa, realizadas durante mi última estancia en Turín, tuve la oportunidad de descubrir algunos detalles que parecían habérseles escapado a otros estudiosos del tema. Al observar detenidamente las nuevas fotografías del lienzo, —que me habían sido facilitadas...





...y compararlas con otras ya existentes, aparecía a todo lo largo del lateral del lienzo una franja cosida y rastros de estiramientos en las fibras que indican que la tela estuvo sometida a una gran tensión en sujeciones puntuales y periféricas. En vista de lo cual la franja añadida, a todas luces, sólo podía cumplir la función de un suplemento para fijar la tela a un bastidor, por tanto era una pieza de la Sábana desde el momento de su creación como obra de un copista y no un añadido posterior, como veremos más adelante. Sabía que los resultados de los últimos análisis habían datado la tela en el siglo XII y, también, que habían sido detectados ciertos pigmentos pictóricos ocres y de fucsina, lo que desmentía la autenticidad de la reliquia; pero eso me acercaba más a la hipótesis del cuadro. ¿Por qué habían cosido, en la misma época, y no posteriormente, aquella franja de tela al lienzo? Alguien podría pensar que se trata de un añadido posterior para facilitar se exhibición; pero resulta que los análisis confirmaron que es una tela del mismo tipo que el resto y pertenece a la misma fecha. Sólo entonces podía haber sido colocada con una intención: la de fijarla a un bastidor para posteriormente pintar el cuadro.

Hoy en día es muy normal el acudir a una tienda de material artístico y encontrarse todo tipo de lienzos colocados en sus bastidores por tamaños; pero tenemos que recordar que, en tiempos no muy lejanos, esta tarea era realizada por el propio pintor o alguno de sus ayudantes, a partir de los cortes efectuados en un largo rollo de lienzo. Muchas veces, y para aprovechar los pedazos que no siempre se ajustaban a la medida, se cosían añadidos para adaptarlos al bastidor de madera, que luego quedaban ocultos tras la capa de pintura y barniz, y que, una vez terminado el cuadro, sólo pueden apreciarse por medio de las radiografías. Esta práctica ahorrativa, no es tan extraña si se piensa en un lienzo tan alargado e inusual como el de la Sábana de Turín; ya que su tamaño tenía que imitar perfectamente al que debía tener el sudario original.

Pero pasemos a lo más importante: Si se trataba de un cuadro, —y todo lo mencionado hasta aquí no indica otra cosa—, ¿cómo había conseguido el pintor representar una imagen en negativo, siendo imposible que conociera tal efecto óptico en aquellos tiempos? La única explicación es que se trate de una copia minuciosa del verdadero negativo original, un lienzo que sí hubiera envuelto el cuerpo de Cristo y se hubiera estampado con su sangre. De esta forma, el pintor no reflejaba ninguna portentosa capacidad, adelantada a su tiempo, pintando un negativo; simplemente se limitaba a reproducir punto por punto, mancha por mancha, lo que en el lienzo aparecía, como quien copia un bordado.

Esta posibilidad no puede sorprender a nadie que halla observado con que pericia trabajan los copistas de obras maestras en los grandes museos, reproduciendo con sumo cuidado hasta el último detalle los lienzos más famosos, llegando un instante en que no sabe uno cual de las dos es la obra original. Esta prodigiosa capacidad en algunos especialistas ha sido plenamente demostrada, cuando ni los mismos expertos pueden asegurarnos cuántos de los cuadros que actualmente cuelgan en las pinacotecas pertenecen verdaderamente a sus autores o son obra de una hábil falsificación.

Téngase en cuenta que ya en la Edad Media, los monjes copistas de los monasterios reproducían con absoluta fidelidad no sólo las pinturas de los manuscritos, sino incluso los textos escritos, calcando al detalle el rasgo de cada letra. ¿Entonces, resultaría imposible que algún artista hubiera copiado al detalle una figura tan difusa como la que se muestra en el sudario de Turín? Recordemos que la última noticia que se tiene de un sudario en Tierra Santa es a principios del siglo XIII, y que la Iglesia había dado órdenes de que se hicieran copias del mismo; ¿por qué esta pintura del siglo XII no puede tratarse de una de tantas?

Los velos de la Verónica existentes, o al menos algunos de ellos, no serían por tanto copias de la Sábana Santa de Turín, sino distintos ejemplares copiados del mismo modelo, un modelo real que debió existir en algún momento y del que se desconoce su paradero. Sólo de esta forma es comprensible el hecho de pintar sin conocimientos de óptica, y fotografía en particular, un auténtico negativo: no hace falta más que copiar un negativo real.

Se explican así, además de la fecha y la aparición de pigmentos, ciertas irregularidades anatómicas que han vuelto locos a los expertos durante muchos años, como la desproporción de la cabeza, que la imagen dorsal sea más pequeña que la frontal, o el ligero encogimiento posterior de una pierna que no se aprecia en la parte frontal. Esas irregularidades se dan por defectos en la copia, que por otro lado serían incomprensibles si se tratase de un original.

Abundando en esta teoría, disponemos de los documentos referentes a la polémica suscitada por Pierre d'Arcis, obispo de Troyes, denunciando en una carta dirigida al papa Clemente VII, en 1.539, que el sudario expuesto en Lirey, era en realidad "un paño pintado con artificio"; lo que provocó que el papa redactara una bula donde se autorizaba a exhibir el lienzo, pero siempre aclarando que "no es el verdadero sudario de nuestro Señor, sino una pintura o cuadro realizado a semejanza o representación del sudario".

Llegados a este punto, no debería extrañarnos que de tanto interesado en realizar una copia minuciosa y de las numerosas pistas aportadas que se refieren a la existencia de un negativo original, sólo pudiera desprenderse una conclusión: El rostro que aparece en la Sábana de Turín es la representación más aproximada del verdadero rostro de Jesús y la única prueba física que tenemos, hasta ahora, de su existencia...























... Visto así, podrían comprenderse mejor las suspicacias de la Iglesia respecto a una devoción que; durante los primeros siglos, podía asociarse fácilmente con una supervivencia del Nazareno y provocar el desmoronamiento de su dogma más sagrado y justificación de la divinidad de Jesús: la Resurrección. Podría llegar a pensarse que los Padres de la Iglesia, seguramente, menos propensos a creer en fenómenos milagrosos que sus fieles, hubieran considerado estos mismos factores que vengo planteando, prefiriendo quitarse el problema de encima. La existencia del sudario o del "vero icono", sería relegada, junto con la difícil figura de la Virgen (que afectaba a la concepción de un dios), a un oscuro segundo plano que no pudiera inquietar las intenciones universalistas de una religión que comenzaba a expandirse y a acumular importantes parcelas de poder en un decadente Imperio Romano. El verdadero cristianismo parte, al menos no solamente, de una idea, sino del desarrollo del culto a un sólo Dios, debe su triunfo a la adaptación del judaismo por medio del cristianismo efectuada por san Pablo, poniendo los cultos de salvación (mistéricos) al alcance de todos. Ofrece lo que Roma y sus emperadores no pueden dar a una masa de población unificada y estable, es un proceso natural debido a las condiciones (primera globalización de la historia), gobierno y leyes comunes, comunicaciones seguras (que contribuyen a difundir la idea)

Todo encaja con la posibilidad, para el creyente, de que sea acción de Dios pues, ¿quién sabe de qué se vale Dios? ¿No puede ser lo que algunos llaman materialismo, es decir la ausencia de fenómenos anormales o milagrosos?

Sólo, a partir del siglo XI, el fenómeno de las Cruzadas supondría para occidente un retorno a beber en las fuentes originales del cristianismo. A través de esos caballeros venidos de Tierra santa se relanzaría un culto mariano que hasta aquel momento era casi inexistente y, como hemos comprobado, volvería a recuperarse del olvido la existencia de una imagen real del martirio de Cristo; una imagen que daba fe del martirio al que había sido sometido el Mesías, pero que podía plantear demasiados interrogantes si no se la mantenía en un segundo plano. Esta vez la Iglesia transigiría, como lo hizo con otras leyendas que hacían relación a viejos mitos del origen del cristianismo. Quizás, porque después de mil años de historia y en una posición de poder prácticamente absolutista, no temía ya que nadie pudiera tirar de la manta y mostrar lo que se escondía en las entrañas de aquel complicado artilugio religioso que había diseñado San Pablo. Quizás, también, porque su maquinaria de represión estaba perfectamente engrasada, para reprimir al instante y sin ninguna clase de miramientos, —ni cristianos ni humanitarios—, cualquier tipo de expresión que pudiera suponer un desviacionismo y una ventana de aire puro desde donde airearle los cimientos al viejo invento...





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Ya lo dijo Juan de Médicis, conocido como el papa León X, en su carta al cardenal Bembo: "¡Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esa fábula de Jesucristo!". Y tenía toda la razón. Lo que conocemos como corpus doctrinal del cristianismo es un traje hecho a la medida de las circunstancias, un traje fabricado con remiendos que, con el transcurrir de los siglos, empieza a destejerse por momentos. No puede esperarse otra obligación del hombre que quiera acceder a la verdad que tirar del hilo para encontrar al Jesús más auténtico...



















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El taller de los falsificadores



Son muchos los historiadores actuales que ven en el personaje histórico de Jesús un líder que aspiraba al trono de Jerusalén y compartía el descontento del pueblo judío por la presencia del invasor romano. No es tarea de este libro explicar sus implicaciones con el movimiento nacionalista zelote, del cual provenían algunos de sus discípulos más importantes, como al parecer el propio San Pedro; pero sí aclarar que no estamos hablando de un simple carpintero que, de la noche a la mañana, desarrolló un pensamiento social totalmente revolucionario.

Muy pocos dudan ya de sus orígenes aristocráticos, como descendiente directo de la estirpe davídica (la Biblia nunca deja de afirmarlo) y la prueba de este protagonismo la encontramos en el recibimiento que le dispensó el pueblo de Jerusalén al grito de "¡Hosanna!", es decir, "¡libéranos!". Jesús era el legítimo sucesor al trono de Israel, que se encontraba en manos del usurpador y colaboracionista Herodes, y con ese título, —que confirma la ironía pretenciosa de Pilatos—, fue tratado durante su prendición. ¿Cómo se espera que Pilatos tuviera tantas consideraciones con un simple carpintero? Seguramente, Poncio Pilatos intentaba ser precavido ante una situación política que no estaba demasiado clara...



... El movimiento de Jesús fue, fundamentalmente, una revolución mesiánica, formada por distintos grupos confesionales judíos o, al menos, mezclada entre los mismos (esenios, zelotes, samaritanos y nazarenos) que unieron sus fuerzas contra un presunto opresor común y contra aquellos otros judíos (saduceos y parte de los fariseos) que se habían vendido al invasor a cambio de ciertas ventajas sociales y económicas. Como tal movimiento político, aunque hondamente influido por la religión (todos los aspectos de la vida del pueblo judío estaban regidos por la religión), su líder, Jesús, no fue condenado por el Sanedrín a la lapidación, sino al castigo que tenían destinado los romanos para los criminales y los sediciosos.

Su ideología, la de un libertador posiblemente un reformador que buscaba los orígenes egipcios de la religión judaica que ya había adelantado su antecesor (¿Y maestro?) Juan el bautista, estaba destinada preferentemente al pueblo judío; y de esa forma lo reflejaron en sus predicaciones sus discípulos Pedro y Santiago; pero sería otro autodenominado discípulo, Saulo de Tarso, que nunca tuvo contacto directo con Jesús, y que pertenecía precisamente a las clases hegemónicas que habían colaborado en su persecución, quien manipularía su testimonio y lo adaptaría a unos intereses de proselitismo universal a los que nunca se aspiró en los orígenes del movimiento...



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Sin embargo, un hombre tan ambicioso como inteligente, San Pablo, comprendió en seguida que su figura podía ser de gran utilidad para unos fines que desde un primer momento desagradaron a los auténticos discípulos de aquél que se arriesgó a morir por sus ideas en el Calvario.

La situación puede ser perfectamente estudiada tomando como referencia un ejemplo cercano: la historia y evolución de la Unión Soviética. Se me dirá que poco tiene que ver tratándose de un régimen totalmente laico; pero precisamente esa particularidad le dará más garantías a mis argumentos.

Nadie desconoce los ideales originarios que motivaron la Revolución de Octubre y como, poco a poco, éstos fueron siendo desvirtuados y adaptados a las conveniencias de los sucesivos mandatarios. Se falsificó la historia de Marx (un burgués que no permitió que su hija contrajera matrimonio con un obrero y que pensó en aplicar su pensamiento exclusivamente a países industrializados) y se santificó a un personaje como Lenin construyéndole una tumba-pirámide, donde se depositó su momia para que le rindieran culto todos los ciudadanos. Pero, la principal labor acometida fue la de hacer desaparecer (primero físicamente y luego llegando incluso a trucar fotografías históricas) el recuerdo de algunos personajes como Trosky, que podían recordar en exceso los postulados originales de la Revolución y poner en evidencia la corrupción y tiranía de los que se llamaban sus sucesores. Se hicieron desaparecer libros y documentos, se condenó al ostracismo, cuando no al Gulag, a muchos de los primeros revolucionarios, y se instauró una nueva ideología falsa que otorgaba todos los poderes al Estado.

¿Les suena de algo? Pues si eso pudo hacerse en una sociedad atea y moderna, ¿qué no se podría manipular en una comunidad imbuida por ambiguos conceptos religiosos y sometida a una persecución implacable?

Así como podemos escuchar en los documentales de la época, los reproches que se cruzaron, durante los largos procesos soviéticos, entre destacados revolucionarios, acusados falsamente de revisionistas, y los nuevos usurpadores del poder; en las "Homilías Clementinas", podemos igualmente asistir a las dudas y quejas que dirige San Pedro a un intrigante y sospechoso San Pablo, llegando hasta poner en duda la verdad de su repentina visión, más cuando Pablo era un conocido perseguidor de cristianos:



"Así pues, si nuestro Jesús se ha dado a conocer también a ti, y si ha conversado contigo en una visión, ¡es por cólera contra ti, que eres su adversario! Por eso es por lo que te ha hablado mediante visiones, sueños o incluso revelaciones exteriores. Por otra parte, ¿puede uno volverse capaz de enseñar, sólo por una aparición? Tú dirás, quizás: «Es posible». Pero entonces, ¿por qué el Maestro permaneció un año entero hablando con gentes despiertas? ¿Y cómo daremos crédito a lo que tú dices, eso que se te ha aparecido? ¿Y cómo es que se te ha aparecido, si tus sentimientos están en contra de sus enseñanzas? ¡Y si por haber gozado durante una hora de su presencia y de sus lecciones te has vuelto apóstol, entonces publica bien alto sus palabras, explica su doctrina, ama a sus apóstoles, y deja de combatirme a mí, que he vivido con El! Porque es contra mí, la roca firme, el fundamento de la Iglesia, contra quien tú te has erigido en adversario. Si no fueras mi enemigo, no buscarías con tus calumnias despreciar mis enseñanzas para impedir que se crea en mi palabra, cuando yo lo que hago es repetir lo que he oído de la propia boca del Señor"...



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Sobre la oposición a la cruz el los primeros siglos parece que el motivo predominante era el ser un instrumento de suplicio degradante y por tanto muy mal visto, sin embargo también podrían ser motivos más profundos, la resistencia a la apropiación de otro símbolo pagano y cuyo significado estaba entonces, todavía, demasiado claro; ya que la cruz formaba parte importante de la simbología en los ritos mistéricos que, sin embargo no estaban al alcance más que de los iniciados (de este sentido de oculto viene nuestra palabra "misterio"). Se conservan testimonios (pocos, porque el cristianismo se apresuró a arrasar los símbolos paganos) en forma de camafeos y monedas, como el famoso "Orfeo Báquico" representación tallada en una gema de Orfeo crucificado, además, y esto es importante, en una cruz que después sería la cruz tradicional cristiana, que NO ERA LA DE LAS EJECUCIONES y por tanto la forma de la cruz que ahora se venera NUNCA PUDO SER LA DEL SUPLICIO DE JESÚS, sino que es la de estos ritos.



El Cristo histórico comenzaba a transformarse en el Cristo cósmico. Un personaje que trascendía su imagen política y de ideología social liberadora, para convertirse en una representación salvífica. Pero esa salvación, como ya señalamos, debía obtenerse a través del sufrimiento, y en primer lugar el sufrimiento del hijo del dios; perpetuando de esta manera un ritual sacrífero totalmente acorde con muchas de las religiones paganas.

Aqui está una de las claves del éxito del cristianismo, puso al alcance del pueblo los ritos mistéricos, ritos salvadores que hasta entonces estaban sólo al alcance de unos pocos iniciados. Otorgando al hombre, por primera vez en la historia, esperanza en su futuro independientemente de su origen y situación social...



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Al llegar aquí es necesario hacer una reflexión. Hay algo en lo, que yo sepa, nadie ha caído en cuenta hasta ahora, y es el motivo por el que, como indicamos anteriormente, cabe la posibilidad de que fuera Jesús en vida el que imprimió Sábana y, o, Sudario, para dejar constancia... ¿solamente por eso? Y ¿Por qué no se limito a pedir que pintaran un lienzo con su rostro? ¿Cuál es la causa de que, sólo por un medio tan truculento como imprimir en sangre, tengamos una imagen de Jesús? Hay una razón muy sencilla, los judíos tenían prohibido representar, es decir pintar o esculpir, la figura humana, e incluso las de animales, etc. Seguramente por reminiscencias de su larga lucha contra los idólatras. Lo que se ha continuado en parte por el Islan y también por el mismo motivo. Por eso los grabados, decoraciones y dibujos del arte musulman son predominantemente geométricos.

Hemos consultado a un rabino especializado en interpretaciones tradicionales de la Ley y nos ha dejado claro que, casi con seguridad, en esos tiempos una impresión así quedaría fuera de la prohibición. ¿Está aquí el verdadero motivo y origen de los "santos rostros"?





TEMPLARIOS: Los hombres que ya encontraron el dilema



Durante el proceso, abundantemente documentado, a los caballeros de la Orden del Temple (ver mi libro: "Los secretos de los Templarios"), hay dos cosas verdaderamente chocantes. Eran hombres de fe, y sin embargo parece que de alguna forma, al menos entre algunos de ellos, se reiteraban las citas a que no debía ser objeto de veneración el Jesús en la Cruz; pero sí una figura a la que ambiguamente se cita en los procesos como "la cabeza de un hombre barbudo" a la que en algunas ocasiones se la llama con el nombre de "bafomet", lo cual no sea quizá mas que una desviación intencionada, ya que no aparece ninguna explicación congruente sobre este nombre y sin embargo, por su resonancia diabólica, parece querer influir en la idea de que los templarios eran malvados brujos dignos de la persecución de la que estaban siendo objeto. Siempre, en la Historia, cuando un poderoso decide aniquilar a un grupo molesto, a la eliminación física procura unir una calumnia que los haga despreciables, odiosos y que cargue de razón al tirano. La misma Iglesia sabe mucho de eso cuando, por ejemplo, la Inquisición no solamente llevaba a los Judíos a la hoguera, sino que los acusaba falsamente de los crímenes mas abominables, como matar niños crucificándoles a modo de escarnio de la pasión de Cristo.

En los procesos se habla sencillamente de una cabeza, sin embargo, ignoro por que causa, en los estudios sobre este tema siempre se da por descontado que es una cabeza o busto escultórico, una imagen tridimensional; lo que no aparece así señalado por ninguna parte.

Este hecho nos sugiere la posibilidad de que la citada cabeza no fuera realmente más que una reliquia como la del Santo Sudario de Oviedo, un icono o figura de la cara de Cristo ¿Por qué no se la identificaba como tal? ¿Acaso había diferencias sustanciales que, caso de afirmarse así, fueran inmediata prueba (y condena) de herejía? ¿Cuales eran entonces esas diferencias con las del rostro tradicional que se veneraba? ¿Es que era acaso un rostro (como el que nosotros mismos hemos desarrollado por ordenador y mostramos en este libro) demasiado humano para un Dios?

Es posible que los caballeros templarios se encontraran ya en su época con el mismo dilema de muchos creyentes actuales, el racionalismo histórico (en el caso de los templarios su conocimiento directo y sobre el terreno de pruebas y tradiciones) descubre que el nacimiento del cristianismo no fue como el poder constituido lo enseña ¿Qué hacer?

Ellos mantuvieron su fe por encima de todo, pero traspasada a lo que entendían por auténtica verdad...

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El sudario nos ofrece el rostro de un hombre adulto, de expresión grave, con los cabellos largos y una barba no demasiado larga. La primera impresión es la de encontrarnos ante un rostro que inspira nobleza y un cierto hálito de espiritualidad.

Al observarlo con más detalle se aprecia una línea de pequeñas manchas de sangre que recorren la frente, producidas por profundas incisiones de espinas largas y agudas, y que podrían hacernos pensar en la típica corona de espinas; pero la presencia de otras manchas en la parte superior, más arriba del nacimiento del pelo, indican que posiblemente no se trataba de un aro de espinas sino de una especie de casco que cubría toda la cabeza. Curiosamente, y a pesar de lo extendido que estaba el castigo de la crucifixión en la época de Jesucristo, no se tienen indicios de que la imposición de un casco de espinas se hiciera normalmente a todos los reos; probablemente se trataba de una burla, motivada por la condición de rey de Jesús, lo que nos lleva a apreciar la semejanza entre esa corona de espinas y los tocados que solían llevar algunos reyes de la zona mesopotámica, muy diferentes de las coronas de laurel que solían distinguir a los césares y que posiblemente influyeron en las posteriores representaciones cristianas.

De igual forma, se aprecian en el rostro diversas excoriaciones en la piel, debido a la ulceración de las heridas, particularmente visibles en el lado derecho del rostro, y que parecen haber sido causadas por el impacto de una vara. Se aprecia una gran hinchazón bajo el ojo derecho, pero también aparecen magulladuras en la mejilla izquierda, además de en el labio inferior.

Otro de los detalles que se aprecian, y que ha llevado erróneamente a afirmar que Jesucristo tenía la nariz ancha, es una fractura en la nariz que, lógicamente, produjo una importante hinchazón.

Todos estos detalles nos llevan a afirmar que la persona que aparece reflejada en el sudario fue víctima de un reiterado y duro maltrato, con todo tipo de golpes propinados con los puños y con una vara. Lo que confirma el relato de los evangelios, donde se relata el excesivo castigo que le propinaron los romanos a Jesucristo.

Uno de los problemas que presenta el sudario en esta zona, y que no sería tal si se trata como afirmamos de una copia, es la ausencia total de huellas en el espacio de tela que separa a la parte frontal de la parte dorsal. Se supone que este espacio tendría que envolver a la parte superior de la cabeza y que debían aparecer huellas de sangre producidas por el casco de espinas que cubría todo el cráneo. Algunos investigadores han atribuido esta ausencia de manchas a la presencia de un pañuelo que recorrería la parte superior de la cabeza y estaría atado en el mentón, con la intención de mantener la boca cerrada del cadáver ante la crispación muscular del rigor mortis; pero no explican como la sangre no se filtró del pañuelo a la cabeza, y más cuando la abundancia de riego en esta parte del cuerpo hace que las heridas sangren más profusamente.

Por lo demás, es señalable la desproporción de la cabeza, mucho más pequeña, con relación al cuerpo. Desproporción que podría explicarse por la diferencia de coloración, apreciable a partir de una gruesa señal en el cuello y que parece indicar que la cabeza fue añadida o pintada separadamente del cuerpo.

En mi opinión, toda la faz, aunque pintada a partir de un negativo original, sufrió algunas modificaciones inducidas tal vez por el estado emocional del artista que le llevó, a la manera de algunas pinturas medievales o del mismo Greco, a alargar el rostro para darle una apariencia más espiritual. Todo en él desprende un gran sentido iconográfico y no es de extrañar, en el caso de tratarse del famoso Mandylion, que produjera un impacto tan fuerte capaz de generar una leyenda tan importante como la de la Verónica. Pensemos en qué impresión podía causar en las mentes de los fieles de la Edad Media, aquel retrato extraño, difuso (hoy en día lo conocemos más por su negativo fotográfico) realizado con las huellas de la sangre de Cristo...







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Según los estudios realizados por algunos antropólogos, a partir de la efigie representada en la Sábana Santa de Turín, los rasgos antropológicos (tal vez pudiéramos decir antropomorfos, ya que estamos hablando de una divinidad) de la imagen concuerdan con los rasgos típicos de un palestino. Más exactamente, el Dr. Joe Nickell, del Instituto Smithsonian de Nueva York, los define como "de un tipo físico que se puede encontrar hoy en día entre nobles árabes y judíos sefardíes, pero no hay forma de certificarlo sin un perfil".

Resulta interesante esa mención del Dr. Nickell a la categoría de noble o del origen sefardí, pues viene a corroborar las teorías de que Jesús no pertenecía precisamente a las clases humildes, por donde sus rasgos no podían mostrar el aspecto embrutecido con que quieren dotarlo los investigadores de la BBC. Un noble árabe era una persona de gustos refinados, acostumbrado a todas las comodidades, entre las que se encontraban un cuidado escrupuloso del cuerpo, con baños abundantes y, naturalmente, un ejercicio físico más dirigido a los deportes ecuestres y la lucha que a las tareas del campo; por otro lado, los judíos sefardíes siempre se distinguieron por dedicarse a actividades comerciales y artesanales, donde no caben tampoco los excesivos esfuerzos físicos. Ambos colectivos, si así pudiéramos llamarlos, disfrutaban de unos conocimientos médicos muy avanzados para su época y destacaron por una sensibilidad especial con respecto a cuestiones espirituales y culturales.

De todo ello podríamos deducir que un hombre que presentara unos rasgos parecidos a los dos casos mencionados, debía llevar una vida muy semejante. Y todos los indicios apuntan a que Jesús era una persona cultivada y de profundos sentimientos, procedente de un entorno aristocrático, donde los cuidados y la alimentación deberían superar a lo que era normal para la inmensa mayoría de la población. Por lo que me cuesta mucho hacerme a la idea de que su apariencia fuera igual a la de cualquier campesino de Galilea.

¿Pertenecen al mito o a la propaganda todas las observaciones de que se trataba de un hombre cuya sola presencia impresionaba? Es posible. Aún así, cualquier asesor de imagen del siglo I, al encontrarse al espécimen que nos muestra la BBC le hubiera aconsejado que se hubiera dedicado a otro oficio menos al de mesías.

La Biblia abunda en descripciones sobre la apariencia impresionante que solían tener los profetas. Moisés, Juan el Bautista, y muchos más, eran hombres de clara actividad pública, donde el poder de la palabra y la convicción de una imagen debían jugar un papel preponderante. Se trataba de hombres que poseían lo que hoy denominaríamos como "carisma", y en una sociedad tan poco desarrollada, los rasgos físicos de un muchacho debían ser una buena baza o una cortapisa, según el caso, para su posterior desarrollo social.

No es mi intención afirmar que Jesucristo fuera rubio y con ojos azules, tal como nos lo presentan en las producciones de Hollywood. Seguramente era de tez morena y con el cabello castaño o negro; aunque algunos contemplan la posibilidad de que fuera pelirrojo, como un rasgo más de su naturaleza davídica. Pero, del mismo modo que Cleopatra, posiblemente, era mucho más fea que Lyz Taylor, no debemos obviar que la fama de su belleza trascendió a las páginas de la Historia, por donde, para su tiempo, debía destacar por encima de la media o que los "valores" espirituales fuesen expresados de una forma más gráfica que hoy en día.

Por la misma razón, si varios testimonios contemporáneos de Jesús hablan de la finura y dignidad de sus rasgos, su rostro por necesidad debería ofrecer una apariencia más amable. Conocemos pinturas romanas en donde aparecen representados esclavos que pertenecían a esos mismos territorios y algunos, sinceramente, ofrecen unos rasgos mucho más suaves que los del retrato reconstruido que se nos muestra...









...!

Aprovechando la Semana Santa del 2001 me desplacé hasta el lugar. Manoppello es un lugar encantador, como tantos de Italia, sobre la cima de un monte, vestigio de épocas más inseguras en las que los pueblos precisaban defenderse de enemigos físicamente más violentos y menos solapados que los de ahora. Contiguo al santuario llamado del "Volto Santo" hay una exposición sobre el Santo Rostro. Realmente lo que se expone es el trabajo que durante más de veinte años realizó la madre trapense Blandina Paschalis Schlömer, que como buena alemana era ordenada y meticulosa, además de una buena observadora. He de confesar que no me considero un creyente "crédulo", pero me sobrecogió el comprobar la forma en que la buena monja había llegado a conclusiones parecidas a las nuestras, sobreponiendo dibujo a dibujo, foto ampliada a foto ampliada, sin ordenadores ni programas de ninguna clase, velos y Sábana, comparándolos. Realmente el rostro que se muestra o desprende, es el mismo. Hasta llegó a encontrar una pequeña gota coincidente en la caverna ocular derecha, que dificilmente puede ser fruto de la casualidad ya que no es apreciable a simple vista, más otros diez puntos de coincidencia de las mismas características. Tal minuciosidad me sugiere que en épocas pretéritas, personas tan dedicadas como esta madre, copiaron pacientemente quizá incluso copias de otras copias, hasta llegar a un original verdadero.

No tiene nada de extraño, ni de pretensiones, al menos en los orígenes, de falsificación; tampoco tenemos un solo texto escrito por los evangelistas, o para poner un ejemplo más profano, de los escritos de Platón, pero los conocemos con exactitud porque artesanos pacientes las han copiado para nosotros, hasta que las modernas técnicas han permitido prescindir del trabajo de estos copistas.

Copias, ¿O falsificaciones?...











... OVIEDO: El Rostro de sangre sin rostro.



El conocido como "Santo Sudario" es una tela de forma rectangular y que originariamente debía de ser blanca con tonos ligerísimamente dorados, propios del lino antiguo y natural, las medidas serían de unos 85 por 55 centímetros o quizá algo más, que hoy quedan reducidas a 83 por 53; los bordes son ligeramente irregulares. El problema de medidas y bordes, más importante de lo que parece en un principio, lo tocaremos de nuevo más adelante.

En el Santo Sudario, lo que es único entre los llamados velos de Verónica o Santos Rostros, realmente no se aprecia rostro alguno, solamente manchas.

La tradición, ya que, como en las demás reliquias del rostro de Cristo, no hay "certificados de origen", afirma que el Sudario que ahora está en Oviedo se conservó en Jerusalén desde la crucifixión de Cristo hasta la invasión persa de principios del siglo VII (l misma en la que, también según la tradición, se llevaron la "Vera Cruz", la cruz verdadera), entonces un presbítero del que también la tradición guarda el nombre, Filipo, trasladó hasta Alejandría, el Sudario metido en un arca con más reliquias sagradas. La tradición sigue diciendo que posteriormente, ante la invasión musulmana, el arca recorrió el norte de África hasta llegar a Cartagena, de allí fueron trasladadas a Sevilla por el obispo san Leandro, a Toledo por san Ildefonso y por último, a la llegada de los musulmanes a la península ibérica, se envía a Asturias, según algunos cronicones ya en el siglo noveno. También según la tradición, el rey de Asturias Alfonso II mandó construir una iglesia, que es la hoy llamada "Cámara Santa" de la catedral de Oviedo, para guardar el arca de las reliquias. Aquí termina la tradición, que ahora pasaremos a analizar, y comienzan los hechos documentados.

Llama la atención el pretendido traslado del Santo Sudario de Toledo a Oviedo, ya en pleno periodo de dominio musulmán, sin embargo objetivamente no seria un suceso imposible, las relaciones entre las partes de la península bajo dominio musulmán y las cristianas, eran muy fluidas y la religión no parecía, al menos por entonces, una barrera infranqueable de intolerancia como llegó a serlo más tarde; la Iglesia continuó con su estructura y solo lentamente se fue implantando la intransigencia; la invasión, mal llamada árabe, fue inicialmente más una cuestión entre elites dominantes (las crónicas reales del siglo IX aún hablaban de: "si alguien de nuestro pueblo o del de los romanos..." Evidentemente "nuestro pueblo" eran los nobles godos dominantes y "los romanos" el pueblo llano). Hay, sin embargo, algo que contradice en parte, aunque es cierto que no con rotundidad, la siguiente parte importante de la tradición, la de que Alfonso II mandó construir una "Cámara Santa". Los estudios arqueológicos son claros, la llamada "Cámara Santa" era simplemente la capilla del palacio real, dado que todo palacio debería tener su capilla, no parece que ésta fuera construida expresamente y menos aún que una dependencia del palacio quedara abierta al público (a la plebe) para la veneración de las sagradas reliquias. De todas formas es una opinión no concluyente y, en todo caso, el atesorar reliquias tan sagradas no dejaba de ser una fuente de prestigio para un rey... Y su Iglesia.

Los hechos históricos empiezan con la visita de Alfonso VI en el año 1075 (entonces ya no estaba la sede real en Oviedo), el rey mandó abrir el arca, que posteriormente ordenó cubrir de plata, y examinó las reliquias. Sin embargo en el recubrimiento mismo la fecha que figura es la del año 1113, lo que parece contradecir en parte lo anterior, a no ser que se trate de un segundo recubrimiento. Y hay algo francamente sospechoso, el siglo XI es conocido por ser el siglo de los falsificadores de reliquias.

El estudio concreto de la tela indica que el grosor de las fibras de lino es el mismo que el de la Sábana de Turín, sin embargo está tejido de diferente forma.

Hay aún algunos países donde, para algunas cosas, el tiempo parece haberse detenido, el que tenía más a mano era Egipto, donde, aprovechando la estancia de regreso de Israel (ver mi libro: El Cuerpo ¿Dónde está el cuerpo de Cristo?) Mostré una copias de ampliaciones del tejido de la Sábana de Turín, el Sudario de Oviedo y el Velo de Manoppello a varios tejedores. Sin ser concluyente la opinión, los tres consultados afirman, por separado, que con las lógicas reservas por ser simples fotos, aunque muy ampliadas; las dos primeras telas parecen haberse tejido en distintos telares, pero hiladas por la misma mano con fibras iguales. Uno de ellos apunta que el tejido del Sudario es de tafetán, muy propio para una pieza pequeña y más laborioso que el de la Sábana, que utiliza una trama propia para grandes (y sobre todo largas) piezas.

Observando las ampliaciones de las fotos más detalladas no aparece por ninguna parte el motivo de las irregularidades en los bordes y no se aprecia, como en la Sábana de Turín, añadidos ni señales de estiramientos. Lo primero me parece un motivo a favor de la tesis de la falsificación, lo segundo de la autenticidad, pues, no parece que el sudario provenga de un bastidor, a no ser que fuera posteriormente recortado.

He leído un estudio bastante reciente que asegura haber determinado la materia que origina las manchas del Sudario, según ese estudio es sangre y del tipo AB. Sin querer desmentirlo, no puedo sin embargo dejar de recordar que también algunos estudios aseguraban lo mismo sobre la Sábana Santa de Turín y resulto ser completamente falso (ver mis libros: "Los enigmas de Jesús" y "El Cuerpo").

Efectuando una labor comparativa parecida a la realizada entre el velo de Manoppello y la Sábana de Turín (ver el capítulo correspondiente de este libro), en el sentido de comparar proporciones, detalles y medidas, esta vez entre Sudario y Sábana, se llega a la conclusión de que es perfectamente compatible el que ambas sean impresiones de la misma persona, ya que encajarían perfectamente.

Hay, finalmente, un argumento a favor de la autenticidad. Si fuera una falsificación lo más probable sería que se hubieran limitado a pintar el presunto rostro de Cristo y no a imprimir unas manchas. Es algo así como la tesis de que la Sábana de Turín es verdadera porque a nadie, en la edad media, se le hubiera ocurrido pintar en negativo. Sin embargo se tiende a subestimar la capacidad, habilidad e inventiva de los hombres del medievo. También pudieron preveer estas cuestiones y adelantarse a ellas dándoles alguna ingeniosa solución que, en el caso del Sudario sería sencillamente aplicar un paño a un hombre que expulsara sangre de la forma que indican los estudios...











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PUDIERON EXISTIR SÁBANAS Y SUDARIOS?



La pregunta se refiere a si efectivamente era normal que entre los judíos de la época se usaran estos lienzos con fines mortuorios o de enterramiento. La respuesta es que sí.

Los estudios históricos y arqueológicos lo demuestran. En los evangelios se cita (Juan 11.44) Lázaro sale de la tumba "envuelta la cabeza en un sudario" y también (20.6 y 7) cita la sábana y "el lienzo que había estado sobre su cabeza".

Todos sabemos la forma en que los egipcios enterraban a sus muertos, ¿cómo lo hacían los judíos?

En lugar de las vendas de la momia, los judíos utilizaban simplemente una sábana para envolver el cuerpo al depositarlo en su tumba ¿Qué son entonces los otros lienzos o telas que se citan? Según la costumbre (que hoy también sigue cualquier nación civilizada) al muerto se le ha de cubrir, al menos la cabeza y, sobre todo, cuando la muerte es violenta. A todos nos vendrá a la memoria algún desgraciado accidente de tráfico en la que el muerto queda tendido sobre el asfalto, la primera, y natural reacción de cualquier persona es cubrir la cara del muerto que, a veces debido a los traumatismos está cubierta de sangre ¿y con qué se hace? Con lo primero que encontremos a mano, si es un pañuelo mejor.

¿Qué era el sudario? Cómo su nombre indica el sudario era la "sudadera", ese pañuelo grande que los campesinos llevaban al cuello para enjuagarse el sudor del rostro, y que aún llevan montañeros, ciclistas, etc. En un país caluroso como Palestina era y es de uso común.

Es por tanto muy lógico que, al trasladar a Jesús de la cruz hasta donde se le preparase para ser sepultado, se le cubriera el rostro con una sudadera, el Sudario.

Incluso en nuestros días la costumbre continúa, cualquiera puede ser testigo de ello. Yo personalmente he visto cómo en el traslado de un muerto palestino su cara se tapaba con su propio pañuelo, esos grandes pañuelos tradicionales con los que también se cubren la cabeza, el posterior entierro se efectuaría, sin duda, envuelto en una sábana, como todo musulmán. Por tanto aquí tenemos un ejemplo en tiempo presente del uso de sudario y sábana. Y es que, algunas veces, para comprender el pasado no hay como mirar al presente...







NUESTRA INTERPRETACION DEL ROSTRO DE JESÚS







La pintura más antigua y a la vez posterior a la época de Jesús, que se conserva de un personaje judío. Aunque lo que se quiere representar es a Moisés, obviamente lo que se muestra es un judío contemporáneo a las pinturas. Datan de principios del siglo III y fueron descubiertas en Siria. Es de notar el aspecto romanizado, con pelo y barba recortados, lo que podría indicar una idea de dirigente. Ya en aquellos momentos la barba estaba de cierta moda en Roma, aunque tampoco hay que olvidar la influencia griega. Esta pintura es la que nos decidió a presentar una de las aproximaciones al rostro de Jesús con pelo y barba bastante cortos y arreglados, como podría muy bien haber usado al pertenecer a una clase alta y cultivada (ver dibujo de la cabeza de Herodes), al menos en algún periodo de su vida, quizá antes de su vida pública. Claro que es una simple hipótesis...









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EL PROCESO





Hemos partido de seis fuentes principales:

-Imagen reconstruida a partir de los datos medios de los cráneos de Giv`at ha-Mivtar.

-Las pinturas conservadas, próximas en el tiempo, tanto anterior como posterior, a la época de Jesús.

-Las esculturas, grabados y medallas (incluidos los dibujos conservados del pretendido retrato de Jesús en el camafeo que poseyó el papa Inocencio VIII)

-La descripción de Publius y las que se desprenden de los evangelios (incluidos los apócrifos).

-El Pantocrator bizantino que según tradición está basado en la imagen más fiable y antígua, la de Edessa, documentada desde el año 544.

-El rostro de la Sábana de Turín y de los paños o Sudarios de la Verónica (incluido el de Oviedo), que ponemos en un mismo apartado por considerarlos iguales.

Es de hacer notar que tomando conjuntamente las cuatro primeras fuentes, y por separado las dos últimas, las semejanzas son asombrosas. Al principio, lo confesamos, pensabamos seguir como pauta o plantilla la imagen de la Sábana Santa, pero no fue necesario, los resultados obraban como si así se hiciera.

La combinación de todo esto es el rostro que reproducimos. Es de hacer notar, el lector lo podrá comprobar, de que observando fijamente la imagen, parecerá que le mira directamente, desde cualquier posición que usted se ponga. Es una característica que los antiguos cronistas aseguraban que poseían los verdaderos "Rostros Santos".


CONCLUSIONES FINALES Y GENERALES



A partir del siglo X y sobre todo del siglo XI (el gran siglo de los falsificadores de reliquias), una verdadera fiebre de "Rostros de Cristo" aparece en oriente y se extiende por todo el occidente europeo. Racional y objetivamente es necesario inscribir en este fenómeno a la práctica totalidad de Sábanas, Sudarios y Velos que de alguna forma pretenden tener grabado en rostro de Cristo. Ya que ninguno aparece documentado con seguridad en fechas anteriores y, para mayor abundamiento de esta exposición: los análisis efectuados con seriedad científica (a las que se ha podido o han dejado hacer) datan estas reliquias en el periodo de tiempo indicado, ninguna parece anterior al siglo X. De todas formas habría que efectuar un apartado de excepción para el Santo Sudario de Oviedo, por las razones expuestas en el capítulo que le dedicamos.

Esta proliferación bastante repentina y próxima en el tiempo, al menos históricamente hablando, parece provenir del llamado Mandylion, suceso al que se le dio gran publicidad en su tiempo y sirvió como elemento de prestigio para el emperador romano de oriente Constantino VII, también pudo contribuir el cisma del siglo XI que dividió definitivamente las dos grandes iglesias cristianas en dos. Una con obediencia al papa de Roma y la otra al patriarca de Constantinopla. A la iglesia occidental (y a los reyes de su zona) les venía bien tener su "auténtico rostro de Cristo". Efectivamente el Mandylion, el "Rostro Santo" llegó a Constantinopla el 16 de Agosto del año 944, suceso que se revistió de pompa y publicidad enormes. Los pintores de iconos del Imperio se apresuraron a divulgar la imagen, ya que al fin tenían un "original" pues los pantocrator, o Cristos en majestad, que habían reproducido durante siglos eran presuntas copias del rostro de Edessa al que se había perdido el rastro hacía tiempo y, ahora, aseguraban que volvía, ya que todos estuvieron de acuerdo, entonces, de que era el mismo. Hoy, sin embargo, parece claro que se trataba de una copia o falsificación que, además, poco podía tener en común con el antiguo rostro de Edessa que, cada vez parece más claro, era el original de la Sábana Santa plegado. En todo caso de aquí parte la "fiebre" de apariciones de "santos rostros" en los siglos X y XI..

Sin embargo, como expusimos en los capítulos correspondientes, creemos que una buena parte de los rostros más que falsificaciones son excelentes copias de uno, o unos, originales que transmitieron, a lo largo de los siglos, la verdadera imagen de Cristo. Y que ahora, con las técnicas actuales, puede, no con exactitud, pero sí con alguna aproximación, darnos una idea del rostro de Jesús.



La posibilidad de que algún día pudiera reconstruirse verdaderamente y con total seguridad el rostro de Cristo no es imposible, bastaría con que apareciese una de las auténticas reliquias perdidas o su verdadero cuerpo (ver el libro: "El Cuerpo"). Aunque, hoy por hoy, es una posibilidad que nos parece muy remota. No obstante, al menos estoy convencido, de que la imagen reconstruida a partir de la Sábana Santa y el Santo Sudario combinada con la obtenida del desarrollo de las cinco primeras fuentes citadas anteriormente como utilizadas por nosotros, es, con una gran aproximación, la de Cristo, y en todo caso, para un creyente, ese aspecto de grandiosa humanidad y sentido de la trascendencia que se desprende del mismo, encarna al Jesús auténtico, al Salvador, al Maestro.

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