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lunes, 13 de septiembre de 2010

LOS EVANGELIOS DOCUMENTOS HISTORICOD

La mayoría piensa que los Evangelios son escritos religiosos que hablan de Jesús. Poco más que eso.
La mayoría piensa que dichos escritos fueron inspirados más por la fe que por la veracidad histórica y que la iglesia, autora de los Evangelios, adulteró la narración verdadera por fines místicos, religiosos u otros menos honorables.

Es por esta razón que esa misma mayoría se asombra al enterarse de que los Evangelios son una excelente fuente de Historia. A pesar del ataque a que se han visto sometidos durante los últimos dos siglos, su integridad moral e histórica persiste. Uno de sus autores, el médico lucas, es considerado como uno de los mejores historiadores de la Antigüedad.

El autor de este artículo, el Dr. R. T. France es un conocido erudito en los temas del Nuevo Testamento. Sus numerosos libros reflejan su integridad y su erudición.-

Aceptemos examinar, junto al Dr. France, estos antiguos documentos y veamos cuánto crédito podemos dar a sus narraciones y a su personaje principal, Jesús de Nazaret.


1. Los cuatro Evangelios son indispensables

1.1. La falta de evidencia relevante fuera de los Evangelios hace que ellos sean el punto de comienzo necesario para cualquier investigación del Jesús histórico.

1.1.1 En el primer siglo después de la muerte de Jesús hay muy pocas referencias a su persona en la literatura no cristiana.

(a) La nota breve en los anales de Tácito XV. 44 menciona sólo su título, Cristus, y su ejecución en Judea por orden de Poncio Pilato. No existe razón alguna para creer que Tácito basase esto en información independiente sino más bien en lo que los cristianos estarían diciendo en Roma en la parte temprana del segundo siglo. Suetonio y Plinio junto con Tácito testifican de la presencia significativa de cristianos en Roma y en otras partes del Imperio desde los años 60 d. C. en adelante, pero no añaden nada a nuestro conocimiento sobre su fundador. Ninguna otra referencia pagana a Jesús puede ser fechada antes del año 150 d. C. (1), para este tiempo la fuente de cualquier información es más probable que sea propaganda cristiana que un registro independiente.

(b) La única referencia judía a este período es la que hace Josefo en "Antigüedades" XVIII. 63-64, el llamado “Testimonium Flavianum”. Todos los estudiosos están virtualmente de acuerdo en que este texto es una edición cristiana del original, pero la mayoría están preparados para aceptar que en el texto original un breve relato de Jesús, quizás en una forma menos halagüeña, estaba en este lugar (2). La mención que hace Josefo sobre “Jesús, el así llamado Mesías" en "Antigüedades" XX. 200 es difícil de explicar sin haber tenido algún conocimiento previo de este Jesús, especialmente si consideramos que Josefo no hace referencia al cristianismo en otros lugares, ni usa el término “Cristus” para referirse a ninguna otra figura histórica. La diferente y menos comprometida versión del “Testimonium” de Josefo preservado en una cita árabe del siglo X (3), aunque no es probable que represente el texto original, sí testifica de la existencia de un relato sobre Jesús en las obras de Josefo subyacente al texto cristianizado. Pero la reconstrucción de lo que Josefo escribió es necesariamente especulativa.

(c) Las tradiciones rabínicas sobre Jesús (4) le mencionan como un hechicero que consiguió ser seguido por la gente y que “desvió a Israel”, y por lo tanto “fue colgado en la víspera de la Pascua”. Algunos de los pasajes relevantes pueden fecharse en el II siglo de la Era Cristiana, pero son muy oscuros y proveen poca relación con el Jesús que sus propios seguidores recordaban. Su naturaleza polémica y su falta de interés en los mismos hechos no dan credibilidad en su potencial como evidencia histórica sobre Jesús.

1.1.2 Las referencias cristianas tempranas sobre Jesús fuera de los evangelios canónicos se clasifican en dos categorías.

(a) Prácticamente todos los escritos cristianos que sobrevivieron al primer siglo se encuentran en el Nuevo Testamento. En las cartas de Pablo, en la predicación temprana según es reportada por Lucas en los Hechos de los Apóstoles, y en varias referencias en los otros libros del Nuevo Testamento, obtenemos una perspectiva básica sobre Jesús como el Mesías judío, crucificado y resucitado, sobre quien los primeros cristianos basaron su esperanza de salvación. Estas referencias a Jesús son hechas en un contexto de fe, al que el interés biográfico esta supeditado. Ellos de hecho añaden de manera consistente, aunque mínima, al retrato de Jesús como una figura histórica recordada, y su contenido factual no es despreciable (5). Pero un historiador que únicamente dispone de este material para trabajar sólo podría esperar disponer del más exiguo registro de la vida de Jesús y de sus enseñanzas.

(b) Del segundo siglo y después nos llega un gran numero de escritos cristianos, muchos de los cuales se proponen ofrecer una narración de lo que Jesús dijo e hizo. Estos “evangelios apócrifos” varían desde narraciones novelescas de maravillas improbables relacionadas al nacimiento y niñez de Jesús (especialmente el Protoevangelio de Santiago y El Evangelio de la infancia, de Tomas) para elaborar discursos de cosmología gnóstica presentada como las enseñanzas de Jesús a sus discípulos luego de la resurrección (algunas de las cuales fueron halladas en Nag Hammadi, notablemente la Sofía de Jesucristo). Un alto porcentaje de esos trabajos fueron claramente escritos dentro del contexto de un cristianismo gnóstico (de hecho algunos son adaptaciones cristianas de escritos paganos gnósticos (6)), y su retrato de Jesús se adapta de acuerdo a ello. La diferencia en tono de los escritos del primer siglo es por lo tanto sorprendente, y deja al historiador con una decisión fundamental.

Por un lado podría aceptar los relatos tempranos y por lo tanto descartar al Jesús “gnóstico” como una perversión tardía. Por otro lado podría alegar un encubrimiento a gran escala por el cristianismo “ortodoxo" que suprimió con éxito la evidencia sobre un Jesús cuyas tendencias mágicas y enseñanza esotérica formaron la base histórica de la versión gnóstica del cristianismo, “una versión más auténtica que ahora es catalogada como de herética sólo porque tuvo la mala fortuna de ser el eventual perdedor en la batalla con la “ortodoxia"(7). Este estudio sigue adelante bajo la premisa de que las evidencias más tempranas han de ser preferidas. Esto es así no para negar, sin embargo, que alguna tradición auténtica sobre Jesús pueda haber sido preservada fuera del Nuevo Testamento. Esto es de hecho inherentemente probable, y los estudiosos han argumentado que algunas historias, tales como la del encuentro de Jesús en el Templo con Leví el fariseo (8), o los dichos tales como el frecuentemente citado “Sed aprobados cambiadores de dinero” (9), es probable que tengan una base factual. Esos fragmentos aislados, sin embargo, no son una contribución significativa nuestro conocimiento de Jesús.

1.1.3 La evidencia arqueológica sobre Jesús es, en la naturaleza del caso, sólo evidencia de trasfondo. Puede decirnos muchos sobre el mundo en el que Él vivió; puede iluminar el trasfondo a ciertas historias de los evangelios (10); nos puede ayudar a decidir entre ubicaciones sugeridas de los lugares mencionados en los evangelios (11). Pero no puede esperarse de ellos que nos ofrezcan evidencia directa sobre una figura cuya posición en la sociedad no era tal como para hacerle el objeto de inscripciones.


1.2. La explicación de esta falta de evidencia se ha de encontrar en la naturaleza y escala del movimiento cristiano temprano.

1.2.1 Desde el punto vista de la historia romana del primer siglo, Jesús fue un don nadie. No podría esperarse que fuese mencionado en los titulares romanos un hombre sin buen nivel social, que consiguió notoriedad breve en una remota y no muy estimada provincia como un predicador y un hacedor de milagros y que fue eventualmente ejecutado por orden de un gobernador provincial menor. Tampoco sería probable que aquellos de sus compatriotas que no respondieron a su misión pensaran mucho sobre él una vez la ejecución hubiese puesto fin a sus reclamos.

1.2.2 Si a Jesús se le iba a notar, hubiera sido más probablemente a través del éxito del movimiento que Él fundara. Según hemos mencionado arriba, es el cristianismo antes que Jesús lo que primero hace aparición en los registros romanos. A la luz de la prominencia política que el cristianismo consiguió en el cuarto siglo, es natural para nosotros visualizarle como un movimiento imponente desde el principio. Pero los estudios sociológicos indican o describen al cristianismo del primer siglo como un movimiento predominantemente de la clase baja, con sólo muy poco atractivo a las clases influyentes. Y el lector cuidadoso de las cartas de Pablo y de los Hechos de los Apóstoles tampoco obtiene la impresión de un movimiento de masas, sino más bien de pequeños y aislados grupos de cristianos que se uniéndose para ánimo mutuo en un ambiente hostil. Dichos grupos no son material sobre el que las noticias se hacen.

1.2.3 El cristianismo no fue un movimiento religioso que en sus etapas tempranas hubiera tenido ambiciones políticas. Estamos rodeados por movimientos de este tipo hoy. Aún reconociendo nosotros su presencia, es poco frecuente que sintamos que es necesario mencionarles en el discurso hablado y escrito cotidiano. Pueden ser bastante grandes, y para sus adherentes pueden ser el foco de todo lo que es importante; algunos de ellos pueden, para todos los efectos, estar destinados a convertirse en una fuerza que cambie el mundo o en fuerzas que cambien el mundo. Pero para aquellos de nosotros fuera de estos círculos, ellos son, en el tiempo presente, apenas dignos de atención.

1.3 Examinado bajo esta luz, la escasez de evidencia no cristiano temprana para el cristianismo, y para Jesús en particular, no debe sorprendernos. Nos parece cierto debido a la realidad de la situación. Y si este es el caso, es inevitable que nuestro conocimiento de los comienzos del cristianismo dependería casi completamente en los registros cristianos. Somos afortunados de que sobrevivido registros cristianos bastante completos y tempranos, en la forma de cuatro evangelios del primer siglo, de hecho la disponibilidad de cuatro registros separados por diferentes autores sobre la misma persona en la historia antigua es un fenómeno raro, sino único.

2. La aceptabilidad de los evangelios de los evangelios como fuentes históricas.

2.1 El género literario de los Evangelios.

2.1.1 Se ha aceptado por largo tiempo la aseveración de los eruditos del Nuevo Testamento en el sentido de que los evangelios no son biografías. Esto es sin lugar a dudas cierto en el sentido de que estos escritores no se dieron a su tarea de la misma manera que un biógrafo moderno lo haría. Sus registros son altamente selectivos, su estructura cronológica es mas bien laxa, se enfocan en asuntos teológicos significativos con una perspectiva única, y nos dice poco o nada sobre la sicología o el desarrollo personal de su sujeto. De estas maneras, sin embargo, se acercan mas al tipo de biografía que era acostumbrada en el mundo antiguo (12). Reconocer la enseñanza y el ejemplo de un gran hombre a través de una antología selectiva "moralizadora" de sus dichos y obras era un acercamiento o un método aceptado. Muchos de esos “biógrafos” lo fueron de héroes del pasado, y son mayoritariamente míticos y sin valor como fuentes históricas. Pero en el caso de una figura reciente, no hay razón a priori para que reminiscencias históricas auténticas no formaran la base para dicha “vida" o biografía.

2.1.2 En el entorno cultural primario para los Evangelios es judío, y prominente dentro de las técnicas literarias judías del periodo cristiano temprano es el Midrash (13). Esta categoría ha sido aplicada a los evangelios, con la sugerencia de que la fuente a la que mucho de lo que ellos atribuyen a Jesús es una imaginación escrituralmente inspirada antes que una tradición histórica. Debe insistirse, sin embargo, (a) que Midrash (como quiera que se defina esta resbaladiza palabra) distaba mucho de ser el factor dominante en los escritos judíos sobre la historia reciente, aunque pueden haber influenciado fuertemente la narración de historias antiguas y sagradas, y (b) que mientras el armazón alrededor del cual se componía el Midrash era un texto sagrado preexistente, el armazón de los Evangelios es una narrativa sobre Jesús, al que se le pudieran haber añadido elementos escriturales según la narración lo sugería antes que viceversa. Puede haber mucho que aprender comparando los métodos de los escritores evangélicos con aquellos de los escritores de Midrash, pero no hay ningún sentido en que los evangelios en si mismos no pueden ser descritos en términos literarios como Midrash (14).

2.1.3 Es un hecho ampliamente acordado que no existe una categoría preexistente en la que los Evangelios puedan encajar. Aunque ellos pueden usar elementos de técnicas existentes, y pueden en varios aspectos asemejarse a diferentes géneros, ellos mismos son “sui generis”, un desarrollo literario específicamente cristiano. Esto quiere decir que sus objetivos y métodos deben ser evaluados no a través de una extrapolación de aquellos elementos de otros tipos de literatura, sino estudiando los Evangelios en sus propios términos.

2.2 La naturaleza de la tradición incorporada en los evangelios.

2.2.1 El tiempo transcurrido entre los eventos y su registro en los evangelios no es mucho más que dos generaciones aun aceptando las fechas propuestas más tardías. La mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento todavía fechan el evangelio de Marcos poco tiempo antes o poco tiempo después del año setenta de nuestra era, Mateo y Lucas aproximadamente entre los ochenta y los noventa y Juan cerca del final del primer siglo. Ninguna parte de este esquema, sin embargo, esta fuera de debate, tanto la datación relativa a los evangelios (15) como el período total de composición se debaten continuamente. Mientras el punto de vista de J. A. T. Robinson de que todos los evangelios fueron completados antes del año setenta tiene pocos adherentes en su totalidad, muchos están preparados actualmente para argumentar que tanto Mateo como Lucas pueden haber sido escritos en los años sesenta (y por lo tanto, para la mayoría de los eruditos, Marcos aun más temprano (16). Esto apenas daría más de una generación entre los eventos y el registro sinóptico final de ellos.

2.2.2 El enfoque sobre la naturaleza de la tradición durante este periodo que ha sido dominante en la erudición del siglo veinte ha sido aquella asociada con la escuela de la crítica de formas de Rudolph Bultmann. De acuerdo a esta opinión, la mayoría de las historias y dichos de Jesús fueron recordados como párrafos orales independientes que fueron preservados o alterados según las necesidades de las diferentes iglesias lo requerían, con poca preocupación por las bases históricas del material. Durante este período oral se perdió mucho, mucho se cambió, y mucho puede haber sido añadido a la tradición que no tenía su origen en el ministerio histórico de Jesús. Cuando el material llegó a ser escrito y organizado en una “narrativa” continua, la forma de esta narrativa fue aportada por las habilidades literarias del escritor antes que por el recuerdo de la historia. Por lo tanto lo que debemos esperar encontrar en los Evangelios es primordialmente las creencias de las iglesias de la segunda y tercera generación, antes que la historia de Jesús. Dicho material histórico según fue preservado en los Evangelios puede ser específicamente detectado a través de la aplicación de unos “criterios de autenticidad” acordados (17), bajo la premisa de que lo que no supere dicha prueba no puede ser reclamado como evidencia histórica sobre Jesús.

2.2.3 En el extremo opuesto está lo que se ha venido a conocer como el “acercamiento escandinavo” (18). Este punto de vista está basado en la observación de que la tradición oral, según era practicada en los círculos rabínicos, no era de manera alguna tan fluida como la escuela de la crítica de forma sugiere. Largos tratados legales y otro material de enseñanza se memorizaban palabra por palabra, y se transmitían sin alteración de generación a generación por hombres especialmente entrenados para dicho propósito. Se sugiere que Jesús seleccionó y entrenó a sus apóstoles como guardianes de una tradición que fue diseñada para fácil memorización, una tradición que incluía no solo su enseñanza sino también incidentes clave de su ministerio. En este punto de vista tenemos en los Evangelios no el resultado de un proceso desorganizado, sino la tradición como Jesús pretendió que fuese recordada. Este punto de vista ha sido justamente criticado sobre las bases de que Jesús y sus discípulos no aparentaban ser una escuela rabínica que trataban con formulas legales, y que mucho de lo que tenemos en los Evangelios se puede clasificar mejor como anécdota entes que como tradición formal, y que en cualquier caso una transmisión palabra por palabra es descartada por las variaciones considerables entre los relatos del mismo incidente o la enseñanza en los diferentes Evangelios. Es, sin embargo, cuestionable si los proponentes originales de este acercamiento alguna vez intentaron una analogía tan exacta entre los Evangelios y los productos de las escuelas rabínicas. Pero pueden habernos hecho el favor de recordarnos que en el mundo judío la tradición oral no es sinónimo a la falta de credibilidad. Su estudio se ha extendido recientemente al área de la educación primaria judía, donde el mismo énfasis en la memorización exacta ha sido observado (19). En un ambiente como éste podríamos esperar una relación mucho más cercana entre los registros del evangelio y el ministerio histórico de Jesús que el que la “la critica de forma” típicamente visualizaba .

2.2.4 Una reciente modificación a este acercamiento lo ha sido el comparar las tradiciones del evangelio con el fenómeno de la tradición informal en la cultura campesina del mediano oriente (20). Aquí, aunque los controles formales de la tradición rabínica no existen, y aunque existe una considerable latitud en algunos tipos de material oral que se permite al narrar la historia, la estructura principal y las frases clave, dichos, etc., son o están fijados por la memoria de la comunidad. Esto es así hasta el punto de que sin importar la frecuencia con la que una misma historia pudiera ser narrada en círculos diferentes con variación en los detalles, ésta aún se mantendría siendo la misma historia en los aspectos esenciales, con las mismas frases clave, etc. que como fue comenzada. Otro material en una cultura como ésta tendría una forma menos variada, donde las palabras exactas importaban como en los proverbios o poemas. Esta mezcla, se sugiere, está más cercana al fenómeno de los Evangelios que los acercamientos previamente considerados, y sugiere una fuerte confianza en la fiabilidad esencial en los Evangelios permitiendo a la misma vez una variación considerable en el detalle que da lugar total a la personalidad individual y a los puntos de vista de cada escritor de los Evangelios.

2.2.5 Debe hacerse notar que todos estos modelos asumen como la manera esencial (o aún total) la tradición oral para la mayor parte del periodo antes de la redacción o escritura de los Evangelios. Esto es una presuposición que por lo menos debería ser cuestionada. No existe una razón a priori por la que registros escritos de las enseñanzas y acciones de Jesús no pudieran haber sido conservadas por escrito poco tiempo después de que los eventos ocurrieron. La mayoría de los eruditos, de hecho, hablan de una fuente o fuentes (en la edición a Marcos) usada en Mateo y en Lucas. No está claro por qué este “documento” perdido (conocido como “Q”) debería ser el único o el más temprano de los registros. ¿No deberíamos dar más peso a la aseveración de Lucas (Lucas 1:1) que “muchos” ya habían intentado compilar narraciones del ministerio de Jesús?


2.3. Las raíces del escepticismo sobre el valor histórico de los Evangelios.

2.3.1 Problemas en la armonía con los datos externos. Un caso notorio lo es la referencia de Lucas a un censo romano bajo la gobernación de Quirinius en el tiempo del nacimiento de Jesús. Los problemas históricos son bien conocidos, y el caso contra la exactitud de Lucas es aquí uno muy fuerte (21). Pero tales problemas son pocos, porque en la naturaleza del caso la inmensa mayoría del contenido de los evangelios simplemente no sobrelapa con la historia secular. Debe señalizarse además, que el mismo Lucas cuyo trabajo es criticado por el problema relacionado al censo también escribió el libro de los Hechos de los Apóstoles. En este libro la coincidencia con la historia escrita es mucho mayor, y la exactitud de Lucas al referirse a los detalles de instituciones políticas y puestos en el Asia Menor y en Grecia fue suficiente como para provocar que el arqueólogo Sir William Ramsay cambiara su actitud de un escepticismo heredado por un aprecio por Lucas como un historiador cuidadoso y responsable (22). El peso de los datos externos sobre la confiabilidad histórica de los escritores de los Evangelios no es toda en una misma dirección.

2.3.2 Problemas en la armonización entre los evangelios. Quizás el ejemplo más notorio lo es el de la narración de los cuatro Evangelios sobre el hallazgo de la tumba vacía, y de las subsiguientes apariciones de Jesús [resucitado] a varios discípulos. Es muy bien sabido que los detalles de estas historias varían tanto que muchos eruditos han declarado que es imposible tener una armonización completa. Sea como fuese, no debería permitirse oscurecer el hecho de que la historia esencial, el hallazgo de una tumba vacía en el primer día de la semana por mujeres que tenían razones para encontrar el cuerpo de Jesús allí, es común a todos los relatos. Lo mismo es cierto por lo general en las discrepancias entre los Evangelios: se relacionan más a detalles que al contenido esencial (y en la mayoría de los casos la discrepancia en los detalles es mucho menor que en el caso de la historia de la resurrección). Frecuentemente la discrepancia es sobre los el orden cronológico aparente de los eventos. Pero es cuestionable hasta qué punto el orden cronológico es siempre lo que los escritores intentaban transmitir. Generalmente las discrepancias en la narrativa son del estilo mencionado antes en la narración en el mediano oriente, que dejan la esencia de la historia intacta. Los problemas de la armonización son la experiencia regular de cualquier historiador de la antigüedad que tiene la suficiente fortuna de disponer de dos fuentes para comparar, y en sí mismas no le llevan cuestionar la integridad de sus fuentes. Los intérpretes de los Evangelios difirieren en el peso que asignan a estas discrepancias, pero sería muy difícil justificar el punto de vista de que éstas son suficientes como para echar dudas sobre el retrato de Jesús que los Evangelios comparten.

2.3.3 Teología e historia. El estudio moderno de los Evangelios ha enfatizado correctamente el papel como teólogos de los escritores de los Evangelios. Ellos no son compiladores desapasionados de tradiciones, sino que escriben con un mensaje que transmitir. Su interpretación teológica de Jesús y sus enseñanzas pueden discernirse en la forma característica en que ellos han enfocado su narración, tanto con el propósito de traer o enfatizar aspectos de Jesús que eran importantes para el autor mismo, y también con el propósito de hacer relevante la narración a las necesidades e intereses de la iglesia a la cual iba dirigido el escrito. De esta observación ha parecido para algunos un paso natural asumir que las motivaciones teológicas de los escritores han prevalecido sobre, o aún eliminado, el interés histórico. La ecuación simplista, “si es teólogo entonces no es historiador”, aunque rara vez explícita, parece haber estado en la raíz de mucho de lo que se ha escrito recientemente sobre los Evangelios. Hace falta sólo enunciarlo para darnos cuenta de que es absurdo. No hay una incompatibilidad lógica entre tener un propósito específico (sea teológico u otro) y el escribir historia cuidadosa y exacta. De hecho se puede cuestionar el que muchos de los grandes historiadores del mundo hayan podido ser cronistas desapasionados, sin un mensaje que transmitir a sus lectores fuera de solo los hechos.

2.3.4 La perspectiva del cristianismo temprano. La creencia de que los materiales de los evangelios pueden haber sido significativamente modificados y expandidos durante el período comprendido entre la vida de Jesús y la redacción de los Evangelios presupone que al cristianismo primitivo no le importaba la historicidad de sus tradiciones. Supone que cuando una historia o dicho era presentado en una forma significativamente alterada, esto o no sería notado o hubiera sido aceptado y aprobado, sin que nadie lo hubiera objetado diciendo “pero no fue así como ocurrió”. Tal punto de vista encaja bien en la filosofía moderna existencialista para la que la fe debe ser independiente de la historia y la verdad consiste más en el efecto en la persona que escucha que en la correspondencia con la manera en que las cosas sucedieron. Pero es cuestionable hasta qué punto esta opinión describe la forma de pensar del cristianismo temprano, según lo podemos reconstruir desde el mismo Nuevo Testamento (23).

Puede sugerirse que los modelos más inmediatamente aplicables son aquellos propuestos arriba sobre el mundo judío en el tiempo de Jesús y sobre los valores continuos que la cultura campesina de Oriente Medio. En ellos la exactitud de los hechos es una parte esencial de la buena enseñanza y de la narrativa, y debe demostrarse, no tan sólo asumirse, que éste no era el caso tampoco para la iglesia cristiana.

2.3.5 La dimensión sobrenatural. Sin lugar a dudas el motivo más poderoso para cuestionar la confiabilidad histórica de los Evangelios ha sido el hecho de que ellos registran o presentan ideas y eventos que son extraños a la concepción de lo que puede ser aceptado como histórico por la mayoría de los eruditos occidentales modernos. En el nivel narrativo encontramos ángeles, milagros, resurrección de muertos, experiencias de visión de Jesús hablando con hombres que habían muerto siglos atrás y la resurrección corporal del mismo Jesús. En el nivel de pensamiento, los Evangelios consideran un Dios que controla los eventos, a quien todo hombre tiene que dar cuenta, con una perspectiva futura de cielo o infierno, y a Jesús como aquel que determina el destino de la persona. Aquí esta una cosmovisión total con la que la cultura secular moderna no se siente cómoda, y en la que la opinión de muchos eruditos ha saboteado cualquier reclamo de ser reconsiderada como histórica.

Aunque los hombres de esos días creyeron en un mundo así, la ciencia moderna parecería descartar esos acontecimientos, y aquellos que escribieron como si aquellas cosas realmente pasaron son ipso facto desacreditados como transmisores de historia. Pero es un asunto de hecho que hay muchos en el mundo actual, y aún en el mundo de la erudición, para quienes esta cosmovisión no debe ser excluida. Ellos pueden tener dudas sobre éste o aquel incidente o dicho especifico, pero ellos considerarían la exclusión a priori de la dimensión sobrenatural como un prejuicio dogmático. El asunto entonces se centra últimamente en la diferencia de puntos de vista no sólo sobre convenciones literarias o técnicas de tradición sino más fundamentalmente sobre la visión de la realidad que los Evangelios presuponen.

2.4 Sobre estas bases, como hemos notado, puede argumentarse que al nivel del carácter literario e histórico podemos tener buenas razones para tratar seriamente a los Evangelios como fuente de información sobre la vida y las enseñanzas sobre Jesús, y por lo tanto de los origines históricos del cristianismo. Los historiadores antiguos han comentado algunas veces que el grado de escepticismo con que los eruditos del Nuevo Testamento se acercan a sus fuentes es mucho mayor que lo que se puede justificar en cualquier otra rama de la historia antigua (24). De hecho, muchos historiadores antiguos se considerarían afortunados de tener cuatro relatos “responsables” escritos una o dos generaciones después de los eventos, y preservados en gran cantidad de evidencia de manuscritos tempranos como para ser, desde el punto de vista de la critica textual, virtualmente inexpugnables en todos excepto algunos detalles (26). Mas allá de este punto, la decisión sobre cuán lejos un erudito está dispuesto a aceptar el registro que ellos ofrecen, es probablemente influenciada más por su apertura a una “cosmovisión sobrenatural” que por consideraciones estrictamente históricas.

Conclusión.
Si el argumento esbozado arriba es valido, cualquier reconstrucción responsable de los origines cristianos debería encontrar su punto de partida en los registros de los Evangelios del primer siglo, no en las sugerencias de una visión alternativa de Jesús contenida en literatura del segundo siglo proveniente de la corriente gnóstica del cristianismo, ni tampoco en el intento de asimilar a Jesús a los paralelos no cristianos de la historia de las religiones. Los cuatro Evangelios canónicos no contestaran todas las preguntas que nos gustaría hacer sobre el fundador del cristianismo, pero, interpretados correctamente, sí nos dan un retrato completo de Jesús que es suficientemente integrado en lo que nosotros sabemos era la cultura judía del primer siglo como para proveer convicción histórica, pero a la misma vez suficientemente sobresaliente y distintivo como para explicar el crecimiento de un nuevo y potencialmente mundial movimiento religioso que surgiera de su vida y enseñanza.

NOTAS:
1. Para otras referencias sobre la historia de Talus ver “Jesus and Christian Origins outside the New Testament” por el Dr. F. F. Bruce (Londres: Hodder, 1984) 29-31).
2. Para un repaso de los puntos de vista de los eruditos hasta el 1969 puede ver la obra de P. Winter en “The History of the Jewish People in the Age of Jesus Christ”, vol. I, de E. Schurer.
3. S. Pines, versión en árabe del Testimonium Flavianum y sus implicaciones (Jerusalem: Israel Academy of Sciences and Humanities, 1971).
4. Los pasajes principales son en el Talmud Babilónico, Sanedrin 43a, 107b, y en el texto no censurado de Sanedrin 67a. También Tosefta, Hullin 2:22-24.
5. Este aspecto del Nuevo Testamento es explorado por G. N. Stanton, “Jesus of Nazareth in New Testament Preaching (SNTS Monograph 27. Cambridge University Press, 1974).
6. E.g. la “Sofía” de Jesucristo es aparentemente una versión cristianizada de la Carta de Egnostos el Bendito, un trabajo gnóstico no cristiano hallado en la misma colección de los escritos gnósticos de Nag Hammadi.
7. Este es el acercamiento especialmente de Morton Smith, “Jesus the Magician” (Londres: Gollancz, 1978). A un nivel más popular es usado en “Jesus: the Evidence”, I. Wilson, (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 1984).
8. Ls historia, contenida en el Papiro Oxyrhynchus 840, puede ser encontrada en “Hidden Records of the Life of Jesus”, de J. Finegan, (Filadelfia: Pilgrim Press, 1969) 226-230.
9. Los dichos ocurren como una cita unas 15 veces en la literatura patrística entre los siglos segundo y el quinto. Para referencias, se puede consultar a G. W. H. Lampe, “A Patristic Greek Lexicon” (Oxford University Press, 1961) 1400. Para una discusión puede verse también de J. Jeremias, “Unknown Sayings of Jesus” (ET. London: SPCK, 1957) 89-93.
10. E.g. el estanque de Betesta citado en Juan 5:2f. Véase J. Wilkinson, “Jerusalem as Jesus knew it” (Londres: Thames & Hudson, 1978) 95-104.
11. E.g. las diferentes ubicaciones de la crucifixión y sepultura de Jesús; véase J. Wilkinson, ibid. 144-150.
12. C. H. Talbert, “What is a Gospel?” (Filadelfia: Fortress, 1977) ha argumentado en favor de una estrecha relación literaria entre los Evangelios y las biografías greco-romanas.
13. Ver especialmente M. D. Goulder, “Midrash and Lection in Matthew” (Londres: SPCK, 1974); J. Drury, “Tradition and Design in Luke's Gospel” (Londres: Darton Longman & Todd, 1976).
14. “Gospel Perspectives III” (ed. France & Wenham. Sheffield: JSOT Press, 1983) es dedicado a una crítica del acercamiento a los Evangelios como un “Midrash”.
15. En particular un reciente despertar de la Hipótesis Griesbach, que coloca a mateo primero y a Marcos último entre los Sinópticos. Véase especialmente W. R. Farmer, “The Synoptic Problem” (Dillsboro: Western North Carolina Press, 1976), y otros.
16. Para un argumento reciente y persuasivo para una fecha tempra (en la década de los 60) para ambos Mateo y Lucas, vea “Matthew, a Commentary on his Literary and Theological Art” de R. H. Gundry, (Grand Rapids: Eerdmans, 1982) 559-609.
17. El acercamiento común es de basado en el de Bultmann, es descrito en la obra de N. Perrin, “Rediscovering the Teaching of Jesus” (London: SCM, 1967) 38-47.
18. (Sheffield: JSOT Press, 1980) 225-263.
19. este acercamiento es asociado particularmente con la obra de H. Riesenfeld y B. Gerhardsson.
20. R. Riesner, Jesus als Lehrer (WUNT 7. Tubingen: J. C. B. Mohr, 1981).
21. En un significativo trabajo de K. E. Bailey titulado “Informal, Controlled Oral Tradition and the Synoptic Gospels”.
22. El argumento contra Lucas está fuertemente presentado en el clásico escrito de E. Schurer, op. cit., vol. I, pp. 339-427. Para una visión más favorable de Lucas vea The Gospel of Luke (New International Greek Testament Commentary” de I. H. Marshall. Grand Rapids: Eerdmans, 1978) 99-104.
23. Vea W. W. Gasque, “Sir William M. Ramsay: Archeologist and New Testament Scholar” (Grand Rapids: Baker, 1966).
24. Para información sobre el interés por la “biografía” de Jesús en la iglesia del primer siglo, vea G. N. Stanton, op. cit.; y también a C. F. D. Moule, “The Phenomenon of the New Testament (London: SCM, 1967) 100-114.
25. A. N. Sherwin-White, “Roman Society and Roman Law in the New Testament” (Oxford University Press, 1963) 186-192.
26. Dos pasajes significativos en el texto tradicional de los Evangelios son dudosos en este momento: Marcos 16:9-20 y Juan 7:53 - 8:11. Lo que es significativo es que es precisamente como excepciones que estos pasajes sobresalen. Ningún otro pasaje más extenso que uno o dos versos es puesto en duda actualmente como parte del texto original.

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Traducido por José R. Martínez Villamil.
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