"Ser inmoral es gastar dinero en aburrirse, ser moral es aburrirse gratis"



sábado, 11 de septiembre de 2010

COMO LOS ARBOLES

Yo estoy feliz de verte aquí otra vez. Te lo agradezco, y aunque a veces no sé bien el por qué vuelves una y otra vez a esta casa... imagino que ya la sientes tuya. No te quepa duda alguna: ESTA ES TU CASA.

Cuando a veces hablo de casa, me refiero al lugar que uno siente propio, como su refugio, el sitio donde uno halla el descanso que neceita, donde atesora aquello que lo hace sentir bien. Todos aquí, de a poco, vamos llenándonos de tesoros. Son todos espirituales. No acumulamos riquezas ni objetos. Sólo las palabras que provienen de la mente reflexiva y el alma misma. A veces, y por qué no admitirlo, al ser pequeños e imperfectos, algo de ego de infiltrará. Pero como nuestro ánimo es desnudarnos hasta que sólo quede la Verdad, el ego se sentirá avergonzado, y se ocultará. Algún día madurará, no te preocupes. Todos mantenemos un ego mientras guardamos forma humana. Se nos dota de él para que nos relacionemos con el mundo, para que lo hagamos evolucionar y transformemos en un instrumento útil. A veces, yo mismo los he inducido erróneamente a la idea de que el ego es peligroso. Pero lo es sólo cuando está inmaduro, y como así está en la mayoría de nosotros, debemos estar alertas para que no nos sobrepase.

Ayer, como otros días, mientras caminaba por la calle, miraba a mis hermanos árboles. Es extraño, pero siempre pensamos en lo que vemos del árbol: su tronco y su copa. Florecidos espléndidamente en primavera, soportando estóicamente los inviernos, desprovistos de su follaje, estos seres son en verdad maestros para el hombre. Pero a diferencia del dolor, del que ya hemos hablado, un árbol es un maestro silencioso. Sólo aprende de él quien quiera observar. Está allí, para aprender de él, sin que él diga ni una palabra. ¿sabes que bajo ese tronco y esa copa, yacen profundas y fuertes raíces? Piensa en ellas: ocultas en la negrura de la tierra, transitando bajo ella, abriéndose caminos, sujetando al gigante que se alza en la superficie, dándole la fuerza para que soporte tempestades, vientos, tormentas, nutriéndolo constantemente para que esté sano en todo tiempo. Piensa en la raíz como el ALMA.

¿Adónde quiero llevarte con este pensamiento? Ni yo lo sé, así que pensemos juntos... Hablábamos de raíces. Las raíces no están solas...están unidas. Si vas a un bosque, sólo los troncos parecen separados. Las copas sólo se tocan de acuerdo a la época del año. Las copas son las mentes...los troncos son los cuerpos...las raíces son el alma. Piensa en las raíces, unidas entre sí por debajo de la tierra, entrelazadas y hermandas entre sí. Cada árbol del bosque está unido bajo la tierra con otro. Es así que desde el primero hasta el último, todos están unidos, sus raíces mezcladas y hasta ya fundidas. ¿Sabías que muchos árboles tienen raíces más grandes que su tronco y sus copas?

Ahora piensa en nosotros, los hombres. Piensa en ti. En tus mejores épocas, despliegas un follaje hermoso, das frutos que han estado madurando a lo largo de estaciones. En otras épocas, te quedas desnudo, sin hojas ni flores, sin frutos. Pareces vacío, pero aún así, es sólo cuestión de tiempo...florecerás, es inevitable. ¿por qué? Porque tu raíz no deja de nutrirte...tu raíz siempre está tomando todo de un lugar que tú no ves. Y esta raíz no está sola, está hermanada con otras, que tampoco ves. Si tú fueras un árbol, y mirases a los árboles cercanos desde tu tronco, te creerías separado de ellos. Pero si vieses y sintieses tu raíz, sabrías que estás unido a ellos.

Miremos más aún. ¿Has visto que a veces las copas de un árbol parecen tocar el cielo? Piensa en la copa del árbol como la mente, y reflexiona...

¿Y si vamos más allá? El árbol necesita también de lo Alto para vivir. Necesita la Luz del sol, el agua de las nubes.

MIRA AL ÁRBOL!!! Se alimenta de lo Alto y de lo nutritivo de lo bajo. El no separa "bueno y malo", "lindo o feo". El se alza allí, testigo silencioso de los días y las noches, sin temor, nutriéndose y nutriendo. Claro, nutriendo, porque el árbol es un alquimista! El árbol transforma el aire, produce el AIRE que TÚ RESPIRAS!!!.

Ahora al terminar esta lectura, si puedes ir a un lugar tranquilo y sentarte frente a un árbol, haz dos cosas: primero siéntate frente a él, descansa tus ojos frente a lo que ves de él, mira lo visible, y reposa en esta agraciada y mansa visión. Ese que ves, es un maestro silencioso, La segunda cosa, pasado un rato, es que vayas hacia él, lo acaricies, respires hondamente su aroma. Luego sientante con tu espalda apoyada en su tronco...trata de disfrutar esto, pues tú y él son hermanos de la misma tierra (luego te explicaré por qué lo digo). Distendido, respira suave y profundamente...relájate...y concéntrate en el árbol...en lo que ya no ves... en lo invisible...en sus profundísimas raíces...esas raíces son como tu alma. Quédate allí un buen rato, y alégrate, porque te has acercado a un hermano que La creación puso junto a ti.

Si es posible, y como todos vosotros han sido maravillosamente buenos conmigo y lo han hecho la semana pasada, anoten en el foro de opinión lo que han sentido. También es posible que no hayan sentido absolutamente nada. Si es así, no desistas ni te decepciones...hazlo una y otra vez, con amor, sin esperar nada espectular...Sientate a los pies de un árbol, y permítele que sea tu maestro.

AH! lo olvidaba...Dije que un árbol es tu hermano porque es parte tuya. Verás, el maestro de mi maestro, le mostró en una visión, que él contenía los tres reinos en sí mismo. En efecto, si lo razonas, el hombre contiene los reinos MINERAL, VEGETAL y ANIMAL en sí mismo. Y más aún: contiene la chispa divina de la CONCIENCIA. Así que aporvecha estos dones para ser testigo de la CREACIÓN, y llegar a lo alto, donde el cielo nutre a tu hermano árbol. CIELO y TIERRA, parece una dualidad, pero no lo es...

Te dejo como regalo semanal una historia que quizá ya conoces, pero es muy bella, y es de Osho. Se llama: "el árbol del Amor":

...He oído contar la historia de un antiguo y majestuoso árbol, cuyas ramas se extendían hacia el cielo. Cuando llegaba la estación de las flores, mariposas de todas las formas, tamaños y colores, bailaban a su alrededor. Las aves de países lejanos venían y cantaban cuando sus flores maduraban en frutos. Las ramas, como manos extendidas, bendecían a todos los que acudían a sentarse bajo su sombra. Un niñito solía venir a jugar junto a él y el gran árbol se encariñó con el pequeño. El amor entre lo grande y lo pequeño es posible, si el grande no es consciente de su grandeza. El árbol no sabía que era grande, sólo el hombre tiene ese tipo de ideas. La prioridad de lo grande siempre es el ego, pero para el amor no hay grande o pequeño; el amor abraza a quienquiera que se acerque.

Así, el árbol comenzó a amar a este pequeño que solía venir a jugar cerca de él. Las ramas eran altas, pero las inclinaba hacia el niño, de modo que pudiera coger sus flores y frutos. El amor siempre es reverente; el ego nunca está dispuesto a inclinarse. Si te acercas al ego, sus ramas se estirarán aún más arriba, se pondrá rígido para que no puedas alcanzarlo.

El niño juguetón se acercaba a él, y el árbol inclinaba sus ramas. El árbol se alegraba mucho cuando el niño cogía algunas flores; todo su ser se llenaba con la alegría del amor. El amor siempre está feliz cuando puede dar algo; el ego siempre está contento cuando puede obtener algo.

El niño creció. A veces dormía en el regazo del árbol, comía sus frutas y en ocasiones lucía una corona con las flores del árbol y actuaba como un rey de la jungla. Uno se vuelve como un rey dondequiera que haya flores de amor y uno se vuelve pobre y lleno de sufrimiento siempre que las espinas del ego estén presentes. Ver al niño danzando con una corona de flores, llenaba al árbol de emoción, de alegría. Asentía con amor, cantaba con la brisa... El niño creció aún más. Comenzó a trepar al árbol para balancearse en sus ramas. El árbol se sentía muy contento cuando el niño descansaba sobre sus ramas. El amor se siente feliz dándole comodidad a alguien; el ego se siente feliz incomodando a todo el mundo.

Con el paso del tiempo, el niño recibió el peso de nuevas tareas. También surgió la ambición; tuvo que pasar exámenes; tenía amigos con los cuales solía conversar y curiosear, por tanto, no venía con frecuencia. Pero el árbol le esperaba ansiosamente. Desde su alma le llamaba: "¡Ven, ven!, te estoy esperando". El amor espera día y noche. Y el árbol esperaba. Se sentía triste cuando el niño no venía. El amor se siente triste cuando no puede compartir; el amor se siente triste cuando no puede dar. El amor se siente agradecido cuando puede compartir. El amor está contentísimo cuando puede entregarse totalmente.

A medida que crecía el niño visitaba cada vez menos al árbol. El hombre que se vuelve grande, cuyas ambiciones crecen, encuentra menos y menos tiempo para el amor. El muchacho se hallaba ahora absorto en los asuntos mundanos.

Un día, cuando él pasaba, el árbol le dijo: `"te espero siempre pero no vienes. Te espero todos los días".

El muchacho respondió: "¿Qué tienes? ¿Por qué debo venir? ¿Tienes algún dinero? Ando en busca de dinero". El ego siempre se halla motivado. El ego acudirá sólo si con ello se cumple algún propósito. Pero el amor es inmotivado. El amor es su propia recompensa.

El árbol sorprendido dijo: "¿Vendrás únicamente si te doy algo?" Aquello que posee no es amor. El ego acumula, pero el amor da en forma incondicional. "No sufrimos esa enfermedad, y por eso estamos alegres", dijo el árbol. "Los capullos florecen en nosotros, muchos frutos crecen en nosotros. Damos una sombra tranquilizadora, sedante. Danzamos con la brisa y cantamos canciones. Las aves inocentes saltan y trinan en nuestras ramas, aunque estemos sin dinero. El día en que nos involucremos con el dinero, tendremos que ir a los templos como tus hombres débiles hacen para aprender a obtener la paz, y para aprender a encontrar el amor. No, no tenemos ninguna necesidad de dinero".

El muchacho dijo: "Entonces, ¿para qué tengo que visitarte?, iré donde haya dinero. Necesito dinero".

El ego pide dinero porque necesita poder.

El árbol pensó unos instantes y dijo: "No vayas a ningún otro lado. Recoge mis frutos y véndelos. Obtendrás dinero con ello".

El niño se entusiasmó, inmediatamente trepó y cogió todas las frutas. El árbol se sintió contento, aun cuando algunas ramas y varillas se rompieron, aun cuando cayeron algunas hojas al suelo. Hasta recibir heridas hace feliz al amor, pero aún obteniendo algo, el ego no está contento, el ego siempre desea más. El árbol no se dio cuenta de que el muchacho ni siquiera se volvió una vez a darle las gracias. La aceptación de su oferta de recoger y vender los frutos era suficiente agradecimiento para él

Por mucho tiempo el muchacho no regresó. Ahora tenía dinero y estaba ocupado haciendo más dinero de ese dinero.

Había olvidado totalmente al árbol. Pasaron los años. El árbol estaba triste. Anhelaba el regreso del muchacho - como una madre cuyos pechos se hallan llenos de leche- pero su hijo se ha perdido. Todo su ser está anhelando al niño, busca enloquecidamente al niño para que lo alivie. Tal era el grito interno de ese árbol. Todo su ser estaba en agonía.

Después de muchos años, el muchacho - que ahora era un hombre vino a ver al árbol.

El árbol dijo: "Ven, mi niñito. Ven, abrázame".

El muchacho respondió: "Deja el sentimentalismo. Eso era cosa de la niñez. Ya no soy un niño".

El ego toma el amor por locura. una fantasía infantil. Pero el árbol lo invitó: "Ven, balancéate sobre mis ramas. Danza. Juega conmigo".

El hombre respondió: "Deja la charla inútil. Deseo construir una casa. ¿Puedes darme una casa?"

El árbol exclamó: "¿Una casa?..: Yo vivo sin una casa. S6lo los hombres viven en casas. Nadie más vive en casas, excepto el hombre. Y ¿te das cuenta del estado en que se encuentra debido a su confinamiento entre cuatro paredes?"

Cuanto más grandes son los edificios que construye, más pequeño se vuelve el hombre. "No vivimos en casas... pero puedes cortar y llevarte mis ramas, y con ellas podrás construir una casa".

Sin perder tiempo, el hombre trajo un hacha y cortó todas las ramas del árbol. E1 árbol era ahora un mero tronco desnudo. Pero al árbol no le importan estas cosas - aún si sus miembros son cortados para los seres amados. El amor es dar; siempre está dispuesto a dar.

El hombre no se molestó en agradecer al árbol. Construyó su casa... y los días se convirtieron en años.

El tronco esperó y esperó. Deseaba gritar, pero ni siquiera tenía ramas u hojas que le dieran fuerza. El viento soplaba, pero no podía entregar al viento ningún mensaje. Pero aun así, en su alma sólo había una oración: "Ven, ven, querido. Ven". Pero nada ocurría.

El tiempo pasó, y el hombre era ahora un anciano. Una vez pasó por allí y se detuvo junto al árbol.

El árbol preguntó: "¿Qué más puedo hacer por ti? Has venido después de mucho, mucho tiempo".

El hombre dijo: "¿Qué más puedes hacer?

"Quiero viajar a países distantes para ganar dinero. Necesito un bote para viajar".

Con alegría el árbol dijo: "Pero, eso no es un problema, querido mío. Corta mi tronco y haz un bote con él. Estaré muy contento de ayudarte a que viajes a países lejanos a ganar dinero... Pero, por favor recuerda que siempre estaré esperando tu regreso.

El hombre trajo una sierra, cortó el árbol, fabricó un bote: y se fue. Ahora el árbol era una pequeña cepa.

Y, sigue esperando, a que su amado regrese. Espera, espera y espera.

El hombre nunca regresará; el ego sólo va allí donde puede obtener algo, y ahora el árbol no tiene nada, no tiene nada absolutamente que ofrecer.

El ego no acude allí donde no puede lograr algún beneficio.

El ego es un eterno mendigo, siempre pidiendo, demandando algo. El amor es bondad. El amor es un rey. Un emperador. ¿Existe acaso un rey más grandioso que el amor?

Una noche yo me encontraba descansando cerca de esa cepa. La cepa susurró: "Ese amigo mío aún no regresa". Estoy muy preocupado; no sea que se haya ahogado, se haya perdido. Pudo haberse perdido en uno de esos países lejanos. Puede que ya no exista. ¡Cuánto deseo noticias suyas! A medida que me acerco al fin de mi vida, me sentiría satisfecho al menos con las noticias de su bienestar. Entonces podría morir contento. Pero él no vendría ni aunque lo llamase, porque ya no me queda nada que dar, y él sólo entiende el lenguaje de obtener y recibir.

El ego sólo comprende el lenguaje de obtener. El amor es el lenguaje de dar.

No puedo decir más que eso, ¡Ah! Además, no hay nada más que decir que esto.

Si la vida pudiese ser como ese árbol, extendiendo ampliamente sus ramas, de modo que todos y cada uno pudiesen guarecerse bajo su sombra, entonces podríamos comprender lo que es el amor. No existen escrituras, mapas o diccionarios para el amor. Tampoco existe a su respecto un conjunto determinado de principios.

Yo estaba preguntándome acerca de lo que podría decir respecto al amor. Es difícil describirlo. El amor está simplemente presente. Probablemente puedes verlo en mis ojos, si vienes y los miras. Me pregunto si se le puede sentir como cuando mis brazos se extienden para abrazarte.

El amor.

¿Qué es el amor?

... Si no se le siente en mis ojos, en mis brazos, en mi silencio, nunca podrá ser entendido con mis palabras.



FIN

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