"Ser inmoral es gastar dinero en aburrirse, ser moral es aburrirse gratis"



lunes, 13 de septiembre de 2010

Jesucristo: ¿Único?

La persona de Jesús de Nazaret es fundamental para la fe cristiana. Hay quien piensa que Jesús fue un hombre bueno, un buen maestro o filósofo. Pero hay mucho más que eso...
Contrario a los otros grandes fundadores de las religiones más importantes del mundo Jesús afirmó ser igual a Dios, perdonó pecados y anunció su resurrección de entre los muertos.

Son varios los aspectos que hacen de Jesucristo una figura única en la historia. En este artículo introductorio el autor comenta sobre algunos de ellos y su significado.


Jesucristo: ¿Único?

Su carácter.

Sus enseñanzas.

Su muerte y resurrección.

Su impacto en la historia.


Todas las grandes preguntas de la vida tienen una sola contestación. Lo que Jesús dice de sí al contestar la pregunta de Tomás, es un pronunciamiento filosófica y lógicamente razonable ("Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre si no por mí," Juan 14:6).

Aún los que niegan que exista un acercamiento único y exclusivo a la verdad insistirían en que su propio acercamiento al tema de la verdad es único y exclusivo. De otro modo no tendrían nada que decir. La verdad por definición es, por lo tanto, exclusiva y estrecha; tiene que excluir errores para cualificar lo que es verdadero. Si yo insisto en que la suma de dos más dos solamente puede ser cuatro y nada más, nadie en su sano juicio podría acusarme de ser estrecho de mente; de hecho, en todo departamento de la vida procedemos sobre esta base en nuestra búsqueda de la verdad.

Sin embargo, cuando llegamos a los asuntos más importantes relacionados con Dios, abdicamos de nuestra responsabilidad intelectual y nos acogemos a un tipo erróneo de amplitud de criterios en nuestra búsqueda de la verdad. En base a Juan 14:6 no hay razón alguna para que este reclamo deba ser rechazado, a priori, por el sólo hecho de que sea único. Por esta misma razón, de hecho, pensamos que deberíamos investigar sus palabras aún más seriamente.

Es razonable esperar que si Dios se convirtiera en hombre su entrada al mundo fuera, por decirlo de alguna manera, poco usual. Dios podría haber hecho su llegada al mundo tan espectacular que no hubiera duda de que había tenido lugar. Pero Dios tenía que identificarse a sí mismo con la raza humana. El Dios encarnado tenía que ser tanto humano como divino. Esto se logró, en la sabiduría de Dios, en el nacimiento virginal de Cristo. Este evento fue una de las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías y Mateo, el escritor del evangelio a los judíos, lo confirma como su literal cumplimiento. El nacimiento milagroso también aseguraba que el niño nacido estaría libre de la mancha del pecado original, un requisito indispensable para la tarea que Jesús desarrollaría en la tierra.

Una de las características de los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas), que los cristianos frecuentemente pasan por alto, lo es la manera en que éstos registran la vida de Jesucristo. Estos no usan métodos de relaciones públicas para promover al Maestro, sino que son narraciones rutinarias y desapasionadas de su vida. Diferentes al evangelio de Juan, los evangelios sinópticos no son tanto proposiciones doctrinales sobre la deidad de Cristo, sino más bien, de manera directa y como en el caso particular de Lucas, narraciones investigadas de lo que Él dijo e hizo. Sin embargo es imposible pasar por alto cómo de una manera muy natural los hechos que siguen emergen de estos documentos:

El carácter moral único de Jesucristo destaca claramente en las páginas de la narrativa. Aún sus peores detractores no pudieron levantar acusaciones contra Él. En el juicio que se desarrolló en su contra fue difícil encontrar dos testigos que estuvieran de acuerdo con respecto a cualquiera de las falsas acusaciones que se levantaron en contra suya. Más importante aún, Jesús mismo parecía estar completamente tranquilo en su conciencia, sin ninguna carga de culpa por pecado algún, fuera éste de comisión o de omisión. En el transcurso de su vida, Jesús pudo preguntar a sus enemigos los fariseos: “¿Quién de vosotros me convence de pecado?”. Cuando se enfrentó ante Poncio Pilato para ser juzgado, uno jamás hubiera podido decir que estaba en un juicio. Aún Pilato llegó a la conclusión de que no había nada equivocado o criminal con relación a este extraño prisionero que había sido traído delante de él. Y Pilato pidió repetidamente a la multitud que le dejara en libertad.


Jesús vivió una vida ejemplar. Solamente necesitamos leer algunas de las biografías de los grandes hombres y mujeres que han existido antes de nosotros para ver que eran mortales sujetos a los mismos fallos morales que usted y yo experimentamos en nuestra vida normal. Sin embargo, no podemos sino llegar a la conclusión de que Jesús vivió una vida moral ejemplar, que Él mismo resaltó o afirmó constantemente sin una traza de orgullo.

En relación a sus enseñanzas, encontramos que el contenido didáctico era de un valor y de una calidad diferente y superior a el de las filosofías y cosmovisiones en las culturas del mundo. Para demostrar esta dimensión, mire ú observe un aspecto crucial de sus enseñanzas: Jesús definió toda virtud sólo en términos de las relaciones. Él siempre relacionaba la relación vertical con Dios con las relaciones horizontales con los seres humanos que nos rodean. Jesús colocó el mismo énfasis en ambas. Las filosofías de hoy enfatizan lo uno o lo otro . Podemos tener una filosofía que diga que para estar relacionados con Dios uno tiene que romper sus relaciones con la sociedad. Por otro lado, tenemos cosmovisiones que dicen que por medio de una correcta relación con el hombre uno puede relacionarse correctamente con Dios. Esta crítica podría aplicar a todas las filosofías que manifiestan una no saludable dicotomía entre los mundos espiritual y material.

Al abogado judío que le preguntó cuál era el más gran mandamiento, Jesús respondió: “Amarás al Señor tu Dios y amarás al prójimo como a ti mismo”. Este pronunciamiento es único entre todas las enseñanzas que tenemos porque, primero, la adoración a Dios fue enseñada por Jesús como una relación de amor íntima y personal. La adoración comúnmente es enseñada en términos religiosos y ritualísticos únicamente. Y el segundo aspecto único de la enseñanza de Jesús es éste: poniendo primero el primer mandamiento Jesús hizo claro que solamente podremos amar a otros desinteresadamente cuando nuestro propio ser ha sido influenciado adecuadamente por nuestra relación con Dios. A la misma vez, también hizo claro que nuestro amor desinteresado por otros es la única evidencia demostrable de que en verdad amamos a Dios. Ninguna cantidad de religiosidad externa, como una expresión de amor a Dios, puede reemplazar estas relaciones. Con este golpe maestro Jesús contradijo el error que dice que las relaciones humanas son insignificantes y que no importan nada a la vista de Dios. En la enseñanza de Jesús, la relación con Dios tanto como la relación del uno con el otro fueron tratadas desde un punto de vista absoluto.

Esta dimensión de la enseñanza es única a Jesucristo. Es de esa combinación de relaciones que la virtud de cualquier tipo puede fluir. Por ejemplo, Jesús igualó el lenguaje rudo y airado contra cualquier persona con el asesinato. Su patrón de pureza moral igualaba una mirada lujuriosa con el acto físico del adulterio. Es difícil por lo tanto evitar la conclusión de que la enseñanza de Jesús era excepcional.

Más aún, Jesucristo mismo reclamó ser único; reclamó igualdad con Dios al ofrecer perdón. Los judíos que escuchaban esta enseñanza entendieron sin lugar a dudas que Él reclamaba ser Dios. Fuese por lo que decía sobre el perdón, sobre ser el Mesías o sobre su preexistencia, los que le escucharon estaban convencidos de sus reclamos de ser Dios, y procedieron a matarle.

A través de su muerte Jesús ejemplificó el amor de Dios hacia nosotros. Jesús como Dios expresó el perdón de los pecados y proclamó este perdón como la única base sobre la cual uno podría entrar en una relación personal con el Padre. También dijo a sus discípulos y a otros que el propósito de su vida era darla como rescate por muchos. Este rescate era el sacrificio efectivo a Dios por los pecados, sólo porque Jesús no tenía pecado, por la naturaleza de su nacimiento único y por su elección de obediencia a las leyes de Dios. El habló de la muerte sacrificial que El llevaría a cabo y cuando Pedro trató de disuadirlo Jesús le reprochó duramente.

Su resurrección es el factor más crucial en establecer la excepcionalidad de Jesucristo. La resurrección de Cristo fue el clímax legítimo a su vida única y a su muerte. El había profetizado de antemano su resurrección a sus discípulos directamente y a otros través de parábolas.

Frank Morrison , un abogado inglés de los años 30 se dio a la tarea de recoger evidencias circunstanciales que demostraran la falsedad de la resurrección de Cristo. Esta evidencia es, por supuesto, admisible en las cortes de ley de los países civilizados para probar o negar hechos en los que no existen testigos vivientes. Cuando él analizó la evidencia llegó a la sorprendente conclusión de que la resurrección en realidad había tenido lugar. Morrison presentó su caso en un libro titulado “¿Quién movió la piedra?”.



La marca que Jesús ha dejado en la historia. El gran historiador Kenneth Scott Latourette escribió: “Según transcurren los siglos la evidencia se acumula de que, medido por su efecto en la historia, Jesús es la vida más influyente que jamás ha vivido en el planeta. Su influencia parece incluso continuar en aumento”. Aún el historiador William Lecky, un escéptico, escribe: “Puede ser cierto que el récord de esos tres breves años de vida haya hecho más para regenerar y ablandar a la humanidad que todas las disquisiciones de los filósofos y todas las exhortaciones de los moralistas."

Esta de verdad ha sido la fuente de cualquier cosa que consideremos como buena y pura en la vida cristiana. En medio de todos los pecados y fallos, en medio de todos lo errores del clero, de la persecución y el fanatismo que han manchado a la iglesia, se ha preservado en el carácter y ejemplo de su fundador, un principio perdurable de regeneración. Sería razonable concluir que la fuente de esa influencia no puede haber sido otra cosa que excepcional.

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