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lunes, 13 de septiembre de 2010

MITOLOGIA EN EL SEÑOR DE LOS ANILLOS

"Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán...
Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas."
Jesús de Nazaret


El inminente estreno de una versión con actores reales de La Comunidad del Anillo, ha motivado de nuevo a los expertos religiosos a preguntar: ¿Es saludable para el consumo cristiano la representación de la magia en la fantasía? La pregunta, por supuesto, tiene polémica. El asunto no es la magia per se sino lo sobrenatural. Y la respuesta depende tanto en cómo uno entiende el papel de la magia y el papel de lo sobrenatural en nuestra fe. En el caso de La Comunidad del Anillo, la cuestión es complicada por el hecho de que su visión de lo sobrenatural no se manifestará totalmente hasta que la segunda y tercera entrega, Las Dos Torres y El Retorno del Rey, lleguen a las pantallas; y de que la cuestión de la fe de Tolkien, y su relación con su obra de ficción, nunca se ha establecido realmente.







La Ficción de Tolkien

Para comenzar, vamos a examinar la naturaleza de la obra de ficción de Tolkien. La literatura de la Tierra Media de J. R. R. Tolkien, El Hobbit y la trilogía de El Señor de los Anillos en particular, generalmente se los conoce como fantasía, e incluso así son comercializados. ¿Pero calificaría el mismo Tolkien su obra como fantasía? Tradicionalmente, el género de fantasía se ha definido como historias relativas a hechos que no pueden suceder. Esta definición, sin embargo, se vuelve problemática cuando se puede aplicar fácilmente a la literatura mitológica. El racionalismo moderno nos dice que muchos de los eventos descritos en la mitología griega, nórdica o incluso judeo-cristiana puede que no hayan sucedido sin la ayuda de fuerzas sobrenaturales que claramente no existen en el mundo tal y como lo conocemos.

Sin embargo, la mitología no es fantasía: El propósito de la mitología es proveer a una cultura con una explicación aceptable de cómo llegó a formarse el mundo de esa cultura. Los autores de una mitología creyeron no sólo que los eventos descritos podrían suceder, sino que realmente acontecieron. Sería conveniente imponer sencillamente a la literatura fantástica el requisito de que la historia tuviera que ver con un mundo diferente al nuestro, o que sólo sucediese en el presente o en el futuro. Pero eso introduciría unas distinciones innecesarias e igualmente problemáticas. En lugar de eso, considera una definición de fantasía propuesta por la autora Joanna Russ : "La fantasía es un periplo realizado por un viajero (quizá el lector) a un mundo tan hermoso o maravilloso que el viajero/lector desea permanecer, o lo hace, en ese mundo fantástico". Esta definición excluye la mitología: La mitología no tiene que ver con una realidad alternativa, sino con el pasado de un mundo que conocemos.

Por lo tanto, la fantasía es escapista, mientras que la mitología está ligada a la realidad, aunque esté obsoleta. Aún más, la mitología de un mundo fantástico todavía sería considerada una mitología correcta, si intenta explicar los orígenes de ese mundo fantástico; pero sería mitología fantástica de todas formas.


Esta definición de fantasía, por lo tanto, podría parecer (para el lector) que incluye a El Señor de los Anillos, pero ¿qué piensa el autor? Tanto El Hobbit como El Señor de los Anillos son una pequeña parte de todo el trabajo de Tolkien que, según él mismo, "se basaron en trabajos muy elaborados y detallados de geografía, cronología y lenguaje". Esta base es, por supuesto, los escritos que se encuentran en El Silmarillon, “Unfinished Tales”, y los demás volúmenes de historias y notas que fueron publicados póstumamente por su hijo. Christopher Tolkien describe estas obras como "las historias centrales de la mitología" de la Tierra Media que "llegaron a ser hace mucho una tradición y un trasfondo firme para los escritos posteriores". Él considera los escritos de su padre "una entidad completa y coherente", e incluso sugiere que la estructura histórica de la Tierra Media es un fin en sí misma y no el medio para llegar a un fin. La mejor autoridad que tenemos en Tolkien insiste entonces en que el autor vio su obra como una mitología: la explicación de cómo la Tierra Media de El Señor de los Anillos llegó a ser.

Sin embargo, antes de aplicar el adjetivo de "fantástico" a la mitología de Tolkien, debemos además considerar su profesión más "erudita". Tolkien fue un filólogo y un célebre traductor de obras del inglés antiguo y medio como “Sir Gawain and de Green Knight” y “Sir Orfeo”. El estudio de Tolkien del desarrollo del leguaje inglés le permitió concebir su creación en la misma línea. De la misma forma que el ingles del medievo derivó en el ingles moderno, de la misma forma (concibe Tolkien) la Tierra Media ha derivado en el mundo moderno.







Esto viene a decir: En un primer examen, una persona no familiarizada con el inglés del medioevo puede ver similitudes con el ingles moderno, y sin embargo asumirlo como un idioma extranjero; y de la misma forma, una persona no familiarizada con el mundo de la Tierra Media puede ver similitudes con nuestro mundo presente, pero suponer que es un mundo ajeno al nuestro. El lector descubrirá pronto, al seguir esta analogía, que éste es precisamente el efecto que intenta Tolkien, y al igual que el erudito en ciernes se sorprende al descubrir la riqueza de conexiones entre el inglés del medievo y el moderno, el lector se sorprende gratamente al hallar que el autor pretende que la Tierra Media sea la tierra de nuestro propio pasado.

En el prologo de una edición revisada de El Hobbit, Tolkien cita como la fuente de su historia "El libro rojo de Westmarch", una norma que continúa usando en El Señor de los Anillos. El lenguaje que usa Tolkien al describir esta fuente es importante, ya que sucede fuera del ámbito del texto de la historia:

"Esta historia de la Tercera Época está extraída principalmente del Libro Rojo de Westmarch... llamado así porque se preservó durante mucho tiempo en las Undertowers, el hogar de los Fairmairns, guardianes de Westmarch. Al principio fue el diario privado de Bilbo, lo que llevó consigo a Rivendell. Frodo lo trajo de nuevo a Shire, junto con varias hojas de notas perdidas, y durante S. R. 1420-1, casi llenó sus paginas con su relato de la guerra. Pero junto a él, y conservado con él, probablemente en un solo baúl rojo, estaban los tres grandes volúmenes encuadernados en piel roja que le dio Bilbo como regalo de despedida... El libro rojo original no se ha conservado, pero se realizaron varias copias, especialmente del primer volumen... Sin embargo, la copia más importante... es una copia exacta en cada detalle del Libro de Thain en Minas Tirith... El Libro de Thain fue así la primera copia realizada del Libro Rojo y contiene mucho de lo que más tarde se omitió o perdió".

Siguiendo este pasaje hay una extensa y detallada historia de varias copias del Libro Rojo, un tipo de análisis manuscrito con el que los estudiantes del Método Histórico Crítico están muy familiarizados. Es decir, Tolkien publica con sus historias el tipo de apoyo erudito que se encuentra en las ediciones modernas de la Biblia o el Corán. La veracidad de la fuente de los documentos es tan importante como la historia en sí misma, porque la fiabilidad del manuscrito le da peso al texto publicado. ¡Es concebible que una persona igualmente ignorante de la tradición Judeo-Cristiana y de la literatura del siglo 20 se viera en dificultades para determinar qué volumen tiene mejores fuentes! Esto es singular, considerando que las fuentes de Tolkien no existen.

¿O si existen? Tolkien es casi inescrutable en su consistencia sobre este punto. Cuando discute la representación de los lenguajes de la Tierra Media en el apéndice de El Retorno del Rey, explica despreocupadamente que ha escogido para "representar" el Habla Común de Westron el uso del inglés moderno, para la lengua más arcaica de Rohan el inglés antiguo y así por el estilo. No dice que ha moldeado las lenguas de la Tierra Media basándolas en las nuestras, ¡dice que las ha traducido basándose en sus correspondencias! Tolkien usa los conocimientos de su profesión académica para crear conexiones lingüísticas y literarias entre nuestro mundo y la Tierra Media, de tal forma que toda su obra puede ser vista como "una compilación, un compendio narrativo, realizado mucho después, de fuentes muy diversas (poemas, crónicas e historias orales) que han sobrevivido en tradiciones ancestrales", llegando finalmente hasta él. Tolkien presenta minuciosamente su ficción como una alternativa mitológica de nuestro propio mundo, siendo la Tierra Media su ancestro primitivo, y no un mundo fantástico.

Es discutible que lo que representa la mitología de Tolkien, a modo de analogía, es a lo que aludiré como la mitología “T”. Es decir, el trabajo de Tolkien no tenia la única intención de aparentar una mitología convincente de la Tierra Media, más bien, trataba de representar el ahora inexistente texto del cual derivaron la mayoría de las mitologías occidentales: Griega, Romana, Judeo-Cristiana, Nórdica y Anglosajona. Probablemente Tolkien no diría que simplemente tomó prestado varios elementos de esas mitologías y las fusiono en una unidad comprensible; más bien, como con su análisis lingüístico de la Tierra Media, diría que las similitudes son naturales porque la mitología “T” precede a las otras.








La Fe de Tolkien

Sería fácil en este punto concluir la primera mitad de nuestra discusión observando simplemente que su obra todavía es ficción, y que él sabía que era ficción, y por tanto la pretensión que mantiene Tolkien sólo tiene por objeto el entretenimiento, para ayudar al lector a voluntariamente no cuestionarse la veracidad de la historia.

Sin embargo, entender el fin de Tolkien es fundamental para comprender las ramificaciones culturales de su obra. ¿Es la suspensión deliberada de la incredulidad lo que busca, o la suspensión no tan deliberada de otras creencias?

Continuemos pues con el segundo tema, la naturaleza de la fe de Tolkien. Considera las características tan míticas de la mitología “T”. Las influencias griegas y romanas son dominantes. Los Valar son el equivalente de los dioses del Olimpo, siendo tanto femeninos como masculinos. A través de la intervención directa, pueden controlar las condiciones de la tierra, dando cada uno su propio reino de influencia. Los dioses masculinos son: Manwe, el dios del aire y anciano en rango, como Zeus; Ulmo, el Poseidón de los mares de la Tierra Media; Aule, señor de las substancias de la tierra; Orome, el cazador; Mandos, el guardián de las puertas de la muerte; Lorien, el dios de los sueños; y Tulkas, el dios de la lucha y la guerra. Las diosas femeninas son: Varda, diosa de la luz y novia de Manwe; Yavanna, diosa de la fruta; Nienna, guardiana del sufrimiento; Este, la sanadora; Vaire, la tejedora de historias; Vana, la diosa de la juventud; y Nessa, la hermana (como Diana) de Orome.

Aunque no hay una correspondencia exacta entre los panteones de las mitologías romana/griega y la “T”, el concepto y la organización son muy similares, incluso al orden descendente de divinidad: El Maiar, que corresponde a las ninfas, driadas, y así por el estilo. La similitud fundamental es que los dioses de la mitología “T” están, en el principio, íntimamente conectados al mundo e influencian de forma directa el curso de sus eventos, incluso dirigiendo batallas, muy parecido a los dioses en La Iliada. Incluso la mitología de Atlántida se conserva en el Atalante de Tolkien, la historia de la desaparición del hombre de la isla en el oeste.

Tolkien también saca prestado de la mitología nórdica. El dios Aule, es esencialmente Torian en carácter, el dios de la forja y quien esgrime el martillo. Es quien crea los Dwarnes, como uno esperaría, ya que los Dwarnes son centrales para la mitología nórdica. Tolkien toma prestados varios nombres de los Dwarves y otros personajes, directamente de las leyendas nórdicas: Durin, Thrain, Thror, Fili, Kili, Bifur, Bofur, Dain, e incluso Gandalf.

Naturalmente, la mitología “T” está más influenciada por la mitología anglosajona. Los códigos de comportamiento, las formas de vestir y de luchar, y el estilo de arquitectura son muy Arturianos, caracterizando hordas de caballeros armados, dragones de fuego al estilo de la tradición de Beowulf, y la tierra de Aman. Los dos aspectos más dominantes de la mitología “T” son muy anglosajones: Los mismos Elfos, y el concepto del oeste paradisíaco. En la leyenda Arturiana, el mismo Rey se abalanza sobre el oeste y nunca se le vuelve a ver; y en la Tierra Media, la tierra de los dioses está en el oeste. Todos los Elfos descienden de la "tierra bendita" de Aman.

¿Entonces, en qué medida está influenciada la mitología “T” por la mitología cristiana? Mucho se debe a la asociación de Tolkien con C. S. Lewis, y la muy popular pero mal orientada presunción es que la intensa espiritualidad cristiana de Lewis, de alguna manera afectó a Tolkien y encontró su vía en su obra. ¿Pero dónde está la evidencia?

Efectivamente, hay un amplio simbolismo cristiano en el texto de El Señor de los Anillos, ¿pero se trata solamente de un derivado natural del ambiente cultural de Tolkien? Los únicos vestigios estructurales reales de la tradición judeocristiana en la mitología “T” son, primero, el concepto de un dios supremo todopoderoso, Eru-Iluvitar, que está por encima de Valar, y no personificado; y el segundo, el maligno del mundo, Melkor, un antiguo vasallo que desafió a Eru, corrompió a muchos Maiar, y está expulsado del paraíso por siempre. Sin embargo, estas influencias son más judías que cristianas: Eru nunca se dignó a caminar por la tierra en forma de hombre y sacrificarse a sí mismo para salvar al hombre; y Melkor es encadenado y lanzado a la nada mucho antes del tiempo de la Tierra Media.

Se puede argumentar que Gandalf es una figura de Cristo, pero Gandalf no es Eru (es un de los Maiar), ¡y no es él quien "salva la humanidad", sino el Hobbit Frodo! Guando Gandalf se va, no ofrece ayuda espiritual al hombre. Es más, en la Tercera Época y el tiempo de la Guerra de los Anillos, Eru no figura en el discurso de ninguna raza, y la única aparente práctica religiosa del hombre es un momento de silencio mirando al este a la hora de comer, una práctica que recuerda al Islam más que al cristianismo. Cualquiera que sean las similitudes de la mitología “T” con la tradición judeocristiana son sólo el medio para un fin, y no son más importantes (quizá menos) que los paralelismos con otras mitologías.









Entonces, ¿Cuál es el Punto?

Y este es el punto principal: Si uno deja la incredulidad para aceptar la argumentación de Tolkien de que la mitología “T” es, de hecho, una mitología real de la tierra, se enfrenta a dos conclusiones. Primera, se puede concebir que toda la mitología occidental (grecorromana, nórdica, anglosajona, judeocristiana, etc.) puede haber sido descendiente literaria de la mitología “T”. La mitología “T” no sólo explica cómo llegó a existir la Tierra Media de El Señor de los Anillos, sino que también postula una fuente común para las mitologías que han desarrollado las otras culturas para explicar las condiciones de sus mundos. Desde un punto de vista estrictamente literario, esto es una idea asombrosa, magníficamente (y fantásticamente) realizada.

Pero también se extrae una segunda, y más importante conclusión: Al concebir la mitología “T”, Tolkien debe haber visto la necesidad de crear una nueva mitología para el mundo moderno. Esto es, debe haber percibido que las mitologías occidentales existentes, incluida la tradición judeocristiana, fracasaron al narrar el mundo como lo conocemos. Tolkien no estaba sólo satisfecho con meramente explicar cómo las cosas llegaron a ser en el tiempo de la Guerra del Anillo.

Considere que el período de la Guerra presenta la Tierra Media como un tiempo de transición. Físicamente, la estructura de la tierra queda lejos de estar establecida. "Aquellos días, la Tercera Época de la Tierra Media, han pasado ahora hace mucho, y la forma de todas las tierras ha cambiado; pero las regiones en las que los Hobbits vivieron entonces fueron sin duda las mismas en las que todavía permanecen: El nordeste del Viejo Mundo, al este del mar"; esto es, las Islas Británicas o Noruega. Más importante, sin embargo, es el hecho de que la Tierra Media está sufriendo drásticos cambios metafísicos, la magia existe, sí, pero tiende a desaparecer. La mitología “T” no es sólo la historia de cómo fuerzas sobrenaturales coercitivas, tanto buenas como malas, entraron a nuestro mundo y le dieron forma; es la fábula de cómo esas fuerzas mágicas han dejado nuestro mundo.

"En el principio" si se puede decir así, Eru creó la Tierra Media y los Valar fueron enviados a formarla, cuidar de su gente, y luchar contra Melkor-Morgoth y sus fuerzas malignas. Los Valar estaban en el mundo, y muy íntimamente relacionados con todas sus obras. En el tiempo de la Guerra del Anillo, sin embargo, los Valar derrotaron a Melkor, se retiraron de la Tierra Media, quitaron su tierra bendita de Aman del contacto con la tierra. Mandaron a los Maiar Istari, los magos, para finalmente vencer a los últimos seguidores del derrotado Melkor. Las únicas presencias divinas en el mundo son los magos, Tom Bombadil, el balrog, y el propio Sauron.

Los elfos, aunque en esencia inmortales, no son divinos. Pueden morir si se les hiere de muerte lo suficiente, o si pierden su deseo de vivir. Para los elfos en la Tierra Media, la inmortalidad es de hecho una maldición. Saben que su tiempo ha terminado, y que pronto tendrán que dejar los hogares que eligieron, regresando a la tierra de sus ancestros, Aman. Para algunos, como Elrond, Celeborn y Galadriel, esto significa tener que dejar un lugar al que han llamado hogar durante más de dos mil años. Aunque aman la Tierra Media, saben que no es suya, que a fin de cuentas, pertenece al hombre. Toda la importancia de la tragedia se representa dos veces en la mitología “T”: La primera en la fábula profética de Beren y Luthien; y la segunda en el cumplimiento profético de Arwen y Aragorn. Aunque longevo, Aragorn todavía es mortal; y cuando él muere, su novia Elvish (Arwen) pierde su voluntad de vivir, y sacrifica su inmortalidad.

El episodio en el Refugio Gris en la conclusión de El Retorno del Rey, presagia la visión completa de la mitología “T”. Cuando Gandalf le dice a Aragorn, "Aunque se ha salvado mucho, ahora se debe dejar mucho más atrás; y el poder de los Tres Anillos también ha terminado. Y todas las tierras que ves, y las que están a su alrededor, serán el habitáculo del hombre. Porque viene el tiempo del dominio del hombre, y los elfos disminuirán o partirán... La Tercera Época fue mi tiempo. Fui el enemigo de Sauron, y mi trabajo ha terminado, me iré pronto. La carga debe caer ahora en vosotros y los vuestros".

Siguiendo a La Guerra del Anillo, casi todos los elfos se han ido, y con ellos (y el poder de los Tres Anillos) desaparece el relativo paraíso de Lothlorien y Rivendell; los Ents están condenados a la extinción; nunca se ve de nuevo a Tom Bombadil; y eventualmente, incluso los Hobbits desaparecen, evitando a los hombres "con consternación y... haciéndose difícil hallarles". Verdaderamente, la Limpieza del Santuario prefigura la acción social moderna: es la resistencia colectiva contra la tiranía la que cura el mal de los Hobbits, y la magia (en el mejor de los casos) sólo ayuda en la curación. Cuando regresa Sam Gamgee al hogar para el tiempo final, es con una cierta mordacidad, porque el mundo al que regresa ya no es el mundo que conoció. La Cuarta Época será mucho más normal que la sobrenaturalmente dirigida Tercera Época.

Los agentes del mal han sido destruidos, por supuesto, pero al mismo tiempo, también se ha desterrado al bien intercesor y activo. Lo sobrenatural ha muerto. Todavía existen pequeños vestigios, pero incluso estos están condenados ha degenerar hasta llegar a ser totalmente indiscernibles. El destino final de la Tierra Media cae en nuestro presente, un mundo en el cual hay muy poca o ninguna evidencia de las grandes fuerzas de lo sobrenatural que nuestros mitos nos cuentan una vez controlaron la tierra. Como apunta Robert Foster, Tolkien documenta "la progresiva liberalización del hombre de la influencia tanto de Valar como de los demonios para desarrollar su propio destino".

Si la cristiandad de Tolkien influencia su obra, entonces es un cristianismo empobrecido. Es un cristianismo modernista, dominado por el racionalismo, el empiricismo y el pragmatismo. Es un cristianismo ético y no espiritual. La mitología “T” postula, de hecho, un mundo postcristiano, uno que contempla la Ascensión como la retirada de Dios del mundo; uno que ve a Satanás y a sus siervos como echados abajo, y los hombres como los únicos agentes del mal o del bien que quedan; uno que niega lo milagroso, y emascula al Espíritu Santo. ¿Dónde está la gracia, o la necesidad de la gracia? ¿Dónde está el perdón? ¿Dónde está la oración? Con lo que nos hemos quedado, es con una Era en la cual simplemente se deja a la Humanidad controlarse a sí misma.






Conclusiones

La obra de Tolkien puede, efectivamente, expresar un anhelo por nuestro pasado más espiritual. Y aunque podamos encontrarlo admirable o atractivo, debemos recordar que, para Tolkien, nuestro pasado espiritual no descansa principalmente en modelos cristianos, sino en una perspectiva mas universalista; que la mitología cristiana explica de forma inadecuada el mundo como lo conocemos; y que la práctica religiosa contemporánea sólo puede estar de acuerdo de labios para afuera con lo sobrenatural. ¿Cómo podemos ser transformados por la renovación de nuestra mente cuando es nuestra mente la que nos dice que la renovación sobrenatural está más allá de nuestra experiencia? El peligro real de la fantasía de Tolkien no recae en la seducción del lado oscuro de la espiritualidad, sino en la convicción de que toda espiritualidad está metafísicamente yerma!

La reacción popular a la obra de Tolkien, sin embargo, es parte del rechazo Postmodernista (si no humanista), del racionalismo extremo. Sus lectores no han abrazado la visión de un presente espiritual empobrecido; la mayoría de los lectores, de hecho, sencillamente aguantan los capítulos finales de El Retorno del Rey sin captar su importancia. Más bien, ellos aceptan la esperanza de recapturar una espiritualidad que verdaderamente cree que todas las cosas son posibles, que no estamos limitados a nuestras posibilidades por lo que los científicos (o nuestros padres) nos dicen que puede o no suceder.

¿Qué podemos esperar, pues, de las películas que se exhibirán próximamente? Aunque los elementos visuales probablemente satisfarán a los más ardientes seguidores, nosotros podemos esperar que la interpretación modernista de nuestro pasado espiritual sea minimizado, y que el prejuicio humanista prevalezca. Específicamente, espere que las películas se enfoquen en la trama, y no en la exposición mítica; espere que los elementos divinos, como Tom Bombadil, sean minimizados; no busque un amplio tratamiento de la Providencia y del Destino en el Concilio de Elrond, o el discurso final de Gandalf a Aragorn; y no te sorprendas cuando las tres entregas terminen como La Guerra de las Galaxias y no con la Limpieza del Santuario.

Así que, aunque puede ser tranquilizador que las películas no sean un panfleto modernista convenciendo al mundo de que el cristianismo es inútil; y aunque podamos regocijarnos de que el postmodernismo pueda producir una esperanza de fe en la obra del Espíritu Santo, debemos recordar siempre que El Señor de los Anillos no es ni amigo ni enemigo del cristianismo. Después de todo, ¿si Dios esta con el cristianismo, quien puede estar en su contra?

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