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sábado, 11 de septiembre de 2010

LOS EXTRATERRESTRES DEL APOCALIPSIS

La Revelación de Juan, profetiza un Fin del Mundo para cuando cabalgando sobre cuatro monstruosos corceles sendos jinetes con su poder sobre la vida y la muerte aniquilarían toda la humanidad. Sin embargo, quizás antes de tal hecatombe seres oriundos de mundos lejanos descenderían al globo a bordo de naves espaciales con apariencia tan inocua como la del enorme caballo de madera que los griegos abandonarían frente a las murallas de Troya y en cuyo interior se hallarían ocultos quienes una vez introducido el gigantesco equino dentro la ciudad saldrían de su interior y abrirían las puertas de la muralla para facilitar su acceso y la masacre de los troyanos por parte de los enfurecidos y por cierto sumamente astutos helenos.

Como acontece con los terrícolas, en cuyos cuerpos pululan millones de diversos microorganismos, en su gran mayoría inocuos a causa de haber sido sus huéspedes biológicos durante milenios de su evolución, los de aquellos igualmente deberían albergar insospechadas cantidades de virus, bacterias y parásitos de la más variada índole con los que cohabitarían durante su propio proceso evolutivo, que talvez fuera más prolongado y complejo que el nuestro y sin el cual probablemente no hubieran logrado alcanzar un desarrollo tecnológico y cultural tan elevado que a la postre les permitiera desplazarse a lo largo de gigantescas distancias interestelares.

Ya en tierra y galopando sobre fluidos que deberían ser comunes a todo viviente como la respiración, el sudor, la saliva, la orina y las heces, además de las células muertas que liberarían en el aire, las aguas y la tierra, de tales “Caballos de Troya” escaparían millones de jinetes apocalípticos tan diminutos que aun hasta con el más potente de los microscopios podrían ser muy difíciles de ver y tan feroces que ni aun el más inexpugnable de los escudos sanitarios concebibles podría proteger nuestros frágiles organismos de su sorpresivo y muy probablemente letal ataque.

De aquellos seres extraterrestres brotarían innumerables microorganismos capaces de usar nuestro metabolismo y reproducirse en el seno de células vivas, desatando mortales pandemias por el planeta que aniquilarían la mayoría de sus habitantes. Además, su inserción en los cuerpos celulares del organismo bien podría causar transformaciones tan radicales, que generarían cambios genéticos tan indeseables como aquellos que sugieren libros y películas de ciencia ficción sobre mutantes, o tan horrorosos como los que presentara el filme La Mosca, en el cual un científico
experimentara con una máquina que le permitiría teletransportarse para entonces descubrir que los genes de una mosca que se introdujera en tal artefacto se habrían recombinado con los suyos propios, engendrando así un horroroso híbrido. Y ni qué decir sobre lo que sucedería si ello causara impredecibles transformaciones neuronales, produciendo en mucha gente los más escalofriantes estados mentales.
A tenor de lo anterior, también se multiplicarían sus bacterias y parásitos que no solo afectarían la vida humana sino la animal y vegetal, desatando plagas todavía desconocidas en el medio y causando desastres ecológicos que habrían de sumarse a las pestes diseminadas a través de los alimentos, el agua, el aire y tantos otros conductos, lo cual dispersado por todos los medios de transporte haría que en solo unos pocos días la fenomenal catástrofe se haya de autoclonar por todo el planeta.

La restante población sucumbiría como efecto de las hambrunas, la violencia y demás secuelas que por doquier una pandemia originada en algún mundo lejano se esparciría sin tregua ni compasión, para entonces iniciar la Batalla de Armagedón a que se refiriera San Juan en su Apocalipsis, la cual concluiría con la extinción de toda la humanidad y la vida misma, como actualmente la conocemos.

Lejanos antecedentes prehistóricos

En la noche de los tiempos, la vida surgiría en el océano primordial de la tierra para unos 300 millones años atrás formarse Pangea, el supercontinente que se fraccionara en los actuales. Dada su firmeza, se prestaría más que el acuoso caldo de cultivo inicial para que seres extraterrestres aterrizaran y gracias a su elevada tecnología experimentaran a su antojo y propagaran formas de vida procedentes de sus propios planetas, tal como nosotros mismos haríamos de hallarnos en su lugar.

Durante su paso por la tierra, que pudo haber sido relativamente fugaz, dejarían tal estela de vida que sin ella el mundo quizá no se habría recuperado de la extinción de la Era Pérmica, talvez iniciada cuando un supermeteorito cayera en el océano y rompiera miles de capas de metano generado durante milenios por el descenso y descomposición de los elementos vivientes existentes en las vastas inmensidades del mar, para semejante cataclismo, inmensamente superior al que recientemente causó el tsunami que azotara el Océano Índico, terminar produciendo la oxidación y combustión del casi la mitad del oxígeno que se hallara presente en la atmósfera, dando así lugar a que su proporción descendiera durante casi un millón de años de un 32 % al 16 %, originando con ello la mayor de las extinciones biológicas jamás acaecidas, puesto que más del 95% de la vida sucumbió a tan colosal hecatombe, siendo luego necesarios más de cien millones de años para que fuera restaurada.

Si entonces el planeta fue visitado por extraterrestres, apenas podemos especular alrededor de muchas teorías, a cual más contradictoria que las demás puesto que no han sido hallados vestigios de vida inteligente alguna que aunque su presencia hubiese sido temporal hubieran dejado huellas claramente reconocibles, como por lo general ocurre con cambios geológicos, pandemias y otras grandes catástrofes.

No obstante, a partir del descubrimiento de la agricultura, que al nómada tornó en gregario, extraños sucesos probablemente relacionados con seres de otros confines han originando creencias en la existencia de seres extraterrestres inteligentes que a su vez, y según más convenga, el hombre ha satanizado y endiosado, y de lo cual credos religiosos como el católico, tan dados a la imaginería y oscuros conceptos acerca de lo incomprensible, durante siglos han obtenido incalculables beneficios.

Aunque a condición de no conceder valor histórico literal a sucesos que La Biblia relata como tales, acaso se pueda comprender mejor lo que muchos creen acaecido en un distante pasado cuando dos poblaciones presuntamente llamadas Sodoma y Gomorra serían reducidas a cenizas por un huracán de fuego como castigo de un dios enardecido por el homosexualismo de sus pobladores. Más probable todavía, podría ser que seres extraterrestres inteligentes, conscientes de accidentalmente haber contagiado esos poblados con enfermedades que sí sabían altamente letales, responsablemente procedieran a incinerarlas, evitando de tal modo su propagación a otras poblaciones y quizás al resto de la tierra. De haber ocurrido así, podríamos hallarnos ante un suceso bíblico que habría sido protagonizado por extraterrestres.

Curiosamente, por esa misma época se dijo del profeta hebreo Elías que ascendió al cielo en un carro de fuego, lo que podría haber sido un transbordador espacial a bordo del cual obtendría información sobre sucesos futuros que gracias a su alta tecnología sus ocupantes pudiesen conocer con anticipación, mientras otro profeta, Ezequiel, fuera testigo presencial de acontecimientos en los cuales muy complejas máquinas parecidas a las que llamamos robots dan lugar a un detallado relato del cual se podría inferir que seres extraterrestres poseedores de una tecnología muy sofisticada para entonces merodearían por el Oriente y otras regiones de la tierra.

A lo anterior, se sumaría la leyenda más controvertida de La Biblia: el éxodo judío hacia una tierra que alegan prometiera su dios Jehová o Yavé a Moisés, que dicho libro atribuye a los castigos a que fuera sometido Egipto por la terca reticencia del faraón en liberar un pueblo que Moisés apenas conocería de vista y oídas, dado que según el relato bíblico cuando naciera su madre le habría abandonado sobre un junco que dejara flotar en el Río Nilo, para ser luego rescatado por una esclava de una concubina del regente y adoptado como su propio hijo en la corte imperial, suceso que habría de conducir a que Moisés (que significaría salvado de las aguas) llegase a detentar una posición de importancia tal dentro de la realeza, sin que ni el mismo faraón supiera que su hijo adoptivo era nada menos que todo un judío de pura cepa, fruto de un pueblo que consideraba inferior y mantuviera esclavizado.
Considerando su posición en la corte real, es probable que gracias a ella y la clase sacerdotal tuviese algún encuentro con visitantes extraterrestres que, conociendo su origen y profundamente conmovidos por la extrema dureza con que su pueblo era tratado, decidieran ayudar a su gente a por fin liberarse de tan cruel monarca, induciéndole a liderar la liberación de su pueblo y a través del desierto conducirle y nutrirle con su auxilio tecnológico hasta cuando llegare a la tierra prometida.

Pudiera suceder que se le instruyera para fungir de representante del dios hebreo y fuera dotado con algún artefacto (¿el arca de la alianza?) para comunicarse con la nave nodriza (léase con Dios) en caso de requerir ayuda, como hubiera sucedido al deber escapar de la caballería egipcia, o ya cuando la sed y el hambre les acosara, gracias a los adelantos con que probablemente contarían a bordo de su astronave, algunos de los cuales pudieron haber sido utilizados para demandar del soberano liberar su gente antes de que su energúmena deidad enviara contra él y su pueblo unas plagas tan devastadoras que prontamente postrarían su tiara y su imperio.

Entre las últimas plagas, de repente apareció la de la peste bubónica, enfermedad vacuna que hasta entonces era desconocida y aniquiló gran parte del ganado de la región sembrando pestilencia por doquier, acaso algo fácil para seres equipados con muy alta tecnología y quizás poseyendo cepas de microorganismos de varias especies con que realizaran experimentos biológicos en otros planetas del cosmos.

Luego sobrevendría una última plaga que según el Pentauteco, atribuido a Moisés, haría doblegar al faraón: el exterminio de los primogénitos, incluyendo el suyo. Naturalmente, la posteridad concedió a dicho suceso el carácter de castigo divino. Sin embargo, durante siglos ha sido ignorado lo que también pudo haber ocurrido: que la plaga desatara tal mortandad que contaminara las vasijas y depósitos donde preventivamente fueran almacenados el trigo y otros granos, generando sobre la superficie de ellos hongos y micotoxinas letales. Puesto que la tradición imponía que tras una catástrofe fueran los primogénitos los primeros en ser alimentados para de tal manera perpetuar las dinastías reales y mantener los privilegios propios de quienes nacieran primero en cada familia, fueron ellos las mayores víctimas de la insólita secuela patológica dejada por la terrible peste bubónica, o peste negra.

No es de extrañar, pues, que según el Antiguo Testamento la odisea por el desierto hubiera sido auxiliada por la poderosa tecnología con que la tripulación de la nave sideral contaría y el que los hebreos fueran supuestamente guiados por su enorme objeto volador en forma de tabaco, del cual en el día se les arrojaría maná y en las horas nocturnas les guiaría y acompañaría con destellos lumínicos que irradiaría.

Talvez respondiendo a un plan preconcebido con el comandante de la tripulación, quien acaso fuera percibido como dios mismo por un Moisés abrumado por seres tan superiores al hombre, en el desierto se haría un alto para que ascendiese al Monte Sinaí, donde tendría un encuentro con la nave cuya tripulación le auxiliaría para grabar en algo durable como lo serían las lajas de piedra que abundaran en la región lo que conoceríamos como Los Mandamientos con el fin de que con ellos pudiera someter a su voluntad a quienes le seguían hacia la tierra prometida.

Dicho sea de paso, es probable que tal tripulación careciera de papel u otro medio para escribir, puesto que se puede suponer que una vez una civilización cualquiera logra un avance tan extraordinario como el poder cruzar galaxias, también dejaría de usar la escritura como un medio de comunicación poco práctico y acaso por un largo tiempo ya obsoleto, que más bien sustituiría con el oral, el mental o ambos.
El retorno de la peste negra

Tras la plaga bubónica devastar Egipto, es probable que se contaminaran animales cercanos que su vez trasladaran la peste a otros confines y así contagiaran otros de latitudes subpolares. Muchos quedarían atrapados en el permafrost de la tundra, hasta cuando algún trastorno climático les descongelaría junto con las bacterias Yersinia pestis que causaran tan mortal enfermedad, la cual es contagiada con las pulgas y la ayuda de las ratas negras que hoy conocemos como las ratas de campo.

Como consecuencia de lo anterior o ya de otra visita que extraterrestres hicieran al mundo durante la Edad Media, una nueva peste se iniciaría quizás en algún lugar del norte de la India, probablemente en las estepas de Asia central, desde donde los ejércitos mongoles la trasladaran hacia el Oeste por la ruta de Crimea, donde la colonia genovesa de Kaffa (actual Teodosia) fue asediada por los mongoles.

La macabra historia de la pestilencia que asoló Europa en el siglo XIV matando a más de 40 millones de personas (o 1/3 de la población), relata como entre 1347 y 1351 la gente moría como moscas. Familias enteras fueron exterminadas por esa terrible bacteria que no distinguiera entre ricos y pobres, bellas y feas o niños y ancianos. A todos atacaba y eliminaba para siempre con idéntica fiereza.

Antes y después de la Gran Plaga otras pandemias desataron su furia en el globo: Desde la viruela, que también surgió hace tres milenios en Egipto, y la cólera, la lepra, el escorbuto y la tuberculosis, comunes en épocas bíblicas, amén del cáncer, la sífilis, la fiebre amarilla, la polio, el ántrax, la rabia y la influenza, también muy frecuentes en la antigüedad, hasta la gripa española, la hepatitis, el ébola, el SARS (o neumonía asiática) y el SIDA (o Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida), que hoy asolan considerable parte de la humanidad, amén de otras pestes todavía desconocidas que muy probablemente pudieran estar siendo incubadas por Natura, o más peligrosamente: por terroristas de toda pelambre. ... ¿O por extraterrrestres?

Poco se han estudiado sus orígenes y posible relación con presuntos avistamientos de ovnis o de seres extraterrestres, o supuestas abducciones de humanos por parte estos que hubieran podido acontecer cuando esas pandemias hicieran su primer aparición, y así poder vincularlas con microorganismos portados y liberados en el ambiente por aquellos, aunque lo hubieran hecho involuntariamente y sin saberlo.

Es de recordar que algo similar ocurrió con terrestres procedentes de la península ibérica, cuando tras descubrir América se propagaran por doquier la viruela y otras plagas que diezmaron millones de aborígenes, a la vez que después Europa fuera violentada por una enfermedad tan terrible como la sífilis, procedente de América. “Si no temes a Dios, témele a la sífilis”, se lee a la entrada de un hospital francés.


La plaga que hirió al placer

Al parecer, antes de 1981 nadie sabía nada del SIDA, que ha matado millones y hoy amenaza con aniquilar más de otro centenar de millones de personas antes de que por fin acaso pudiera crearse una vacuna efectiva que le pusiera fin, como ya fuera hecho con gran éxito con la espeluznante viruela y ahora con la poliomelitis.

El SIDA, ya se ha tornado en el más terrible azote para la humanidad, no solo por tratarse de tan mortal enfermedad sino por el haber truncado la mayor revolución sexual de la historia, poniendo abrupto fin a una etapa evolutiva que prometiera transformar muchos de los más negativos aspectos de la sexualidad en otros tan valiosos que hubieran podido conducirnos a una existencia más rica y placentera.

Debido a su cercanía cronológica, nos es más fácil rastrear los orígenes del SIDA, el agente patógeno surgido en Zaire que de manera no coincidencial emergiera pocos meses después de ser vistos algunos objetos voladores no identificados en la orilla de los lagos Kisalé y Oupemba, situados al Sur de tal país a 300 km. de Lumbumbashi, antigua Elizabethville, y por poco a un tiempo muchos habitantes de Bossou, Iteko y Lokolenge, poblados que se hallan ubicados a la vera del Río Lopori, un afluente del Congo en el Noroeste del país y a poco menos de 300 km. de Kisangani, la antigua Stanleyville, relataron su encuentro con humanoides homínidos algo parecidos a los humanos, los cuales tras detectarles a corta distancia de donde se hallaban huyeran velozmente y, muy extrañamente, sin dejar huellas visibles que pudieran ser seguidas.

Dando crédito al testimonio de gente simple y no influenciada por la literatura y el cine de ciencia ficción, es comprensible que quienes se manifestaran como ajenos a ese universo de técnica y fantasía que se ha tejido alrededor de ovnis carecieran de razón alguna para crear leyendas inverosímiles. Lo que observarían, luego lo describieron según su particular manera de ver las cosas. En consecuencia, pudo suceder que a finales de 1980 seres extraterrestres podrían haber descendido en Zaire y de sus fluidos corporales hubiera procedido el muy tristemente célebre Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), el cual habría de propagarse por el mundo aterrorizando a sus pobladores y exterminando a millones de sus víctimas.

En Do extraterrestrials exist?, John Stokes relata otras historias y leyendas que se originarían durante décadas en presuntos avistamientos de seres extraterrestres en Zaire, algunos de los cuales también se podrían vincular con otras epidemias que allá surgieran, siendo la de más feroz virulencia el tan temido ébola, llamado así porque su primer brote ocurrió en 1976 en las márgenes del Río Ébola, tributario del Mongala, un afluente del Congo situado a solo unos 200 km. de donde cuatro años más tarde se registrarían extraños avistamientos de supuestos humanoides y estructuras volantes que no parecerían aviones o helicópteros convencionales sino astronaves como algunas de las que han sido vistas en el cine y obras pictóricas.
La guerra del fin del mundo

Los mayas, aborígenes que mayor desarrollo lograran en el continente, no solo se destacaron por haber usado el cero y construido las más bellas pirámides, sino por haber creado el calendario más exacto jamás calculado, también predijeron otros acontecimientos, entre los cuales el último es el más inquietante: el fin del mundo, que de acuerdo a los cálculos que hicieran con su calendario habría de ser iniciado el 23 de diciembre de 2012, cuando su dios Bolon Yokte descendería de los cielos.

El célebre Michel de Nostredame, o Nostradamus, conocido por haber predicho la mayoría de los grandes sucesos acaecidos durante los últimos cuatro siglos, en su controvertida obra Las Centurias profetiza que tras concluir la primer década del tercer milenio en algún lugar de Occidente se provocaría el estallido del conflicto al cual el mundo, jamás tan horrorizado, habría de llamar La Gran Guerra Santa.

Aquel célebre profeta galo escribiría en su cuarteta C9Q55 de Las Centurias que: “Otra espantosa guerra será fraguada en Occidente; al año siguiente sobrevendrá la pestilencia y será tan horrible que ningún joven o viejo y animal sobrevivirá”. Dos escuetas líneas que condensan la fenomenal conflagración que podría prender fuego a la tierra y poner fin a la vida como consecuencia de la perenne ceguera de Occidente y el desprecio experimentado hacia todas aquellas culturas que todavía no logra comprender a causa de la irracional arrogancia que inyectara en pueblos y líderes la creencia de ser elegidos por el mismo dios para dominar toda la tierra.

Predijo Nostradamus que desde las entrañas del Vaticano se incubaría la ejecución de un siniestro complot que destruiría el poder y riquezas que acumulara el Islam. Sin embargo la suerte se invierte y el catolicismo es aplastado por la avalancha de millones de musulmanes portadores de una milenaria carga de odio a los valores occidentales desde cuando el cristianismo pusiera fin a su escalada sobre Europa. Según él, un grupo de cardenales vinculados con miembros de sociedades secretas (tan poderosas como la Comisión Trilateral y el Club Bilderberg, supongo yo) pondrían en acción un plan destinado a originar el derrocamiento fulminante de varios líderes islámicos que podrían obstaculizar algunos de sus megaproyectos.

Suponiendo ser parte de la lista, quien liderase Libia ejecutaría una contraofensiva sorpresa, en la cual los pilotos de su fuerza aérea se lanzarían a un ataque suicida estrellando sus aviones contra buques que integren la Sexta Flota estadounidense en el Mediterráneo. La ferocidad de semejante golpe tendría como fin humillar el poderío naval de la única superpotencia militar del planeta y así detonar la más espantosa y última en ocurrir de las confrontaciones imaginables: ¡La Gran Jihad!

Casi al momento se produciría la igualmente violenta reacción de Estados Unidos, los cuales desde varios submarinos nucleares que se hallarían patrullando ese mar interior dispararían un par de bombas atómicas que instantáneamente borrarían a Trípoli de la faz de la tierra, lo cual en breve provocaría la retaliación de Pakistán, que con su propio arsenal nuclear atacaría Israel, que a su vez haría lo propio con el suyo lanzando una fenomenal andanada de artefactos atómicos sobre Pakistán, produciéndose así la mutua destrucción de ambas naciones en pugna.

Además, el aterrador ataque kamikaze sería el campanazo al mundo islámico para dar comienzo a la gran ofensiva que sobrevendría cuando desde todos los puntos cardinales del mundo islámico se desplazarían multitudes de iracundos atacantes en pos de lo que pudiesen arrasar en tierras de infieles, protagonizando así la más tumultuosa y sangrienta de todas las invasiones que nunca el hombre intentara protagonizar: ¡la megainvasión mahometana!

Mientras desde Libia y Egipto se harían a la mar innumerables embarcaciones que trasladarían cientos de miles de musulmanes a las costas de Italia, para después la mayoría devastarla y el resto reducir la Santa Sede a cenizas, de paso asesinando al Papa y arrastrando sus despojos por calles de Roma, numerosas embarcaciones argelinas y marroquíes harían lo propio desembarcando musulmanes en las costas de España, Portugal y Francia, donde se les unirían millones de quintacolumnistas correligionarios suyos ya residentes en Europa, para quienes habría llegado la hora de la revancha de Alá, tan esperada por el Islam desde la Batalla de Lepanto.

Desde Pakistán, Afganistán, Irán, Irak, Líbano, Siria y Turquía hordas de fanáticos penetrarían por el Bósforo a tiempo que de las ex repúblicas soviéticas ingresarían otras por el Este, para todas juntas lanzarse a destruir sus núcleos urbanos y matar a quienes resistieran su demencial arremetida, para finalmente los países dotados con armas biológicas, químicas y nucleares protagonizar el acto final de una orgia sangrienta que a pesar de su gigantesca dimensión apenas habría de ser el terrible comienzo del fin. Ese tenebroso fin que los cristianos han llamado el Apocalipsis, o Fin del Mundo, que durante milenios han temido como la más brutal venganza de su revanchista y genocida dios contra todos ellos y demás indefensas criaturas.

Tanto algunos extraterrestres ocultos en lugares secretos, como otros visibles por acaso ser proyecciones polidimensionales o, -¿por qué no?- clones biológicos de terrícolas de quienes avanzados extraterrestres podrían valerse para con superior facilidad mimetizarse dentro de la población y hacerle creer que sean individuos comunes y de tal manera evitar ser atrapados o eliminados y sin obstáculos llevar a cabo sus exploraciones y experimentos, se verían forzados a emigrar del globo ante una monumental Guerra Santa que supondrían podría extenderse rápidamente a otros confines. Lo que acaso ni sabrían, sería que quizá de sus fluidos corporales emergerían microorganismos procedentes de sus propios planetas y causantes de una o más pandemias que aniquilarían considerables números de los humanos que con algo de suerte hubieran podido sobrevivir a la monstruosa Jihad.


Supervirus procedentes del ciberespacio

El Apocalipsis no solo se desataría con artefactos nucleares, biológicos, químicos y convencionales, la invasión islámica y las plagas que se propagarían, sino que causaría el colapso de la internet, convirtiéndola en un gigantesco zombi digital.

En escena, entrarían los supervirus. A uno de ellos, quizás llamado Armagedón, lo blindaría un archivo nodriza con un programa criptográfico que impediría que ni los mejores expertos pudieran atravesar su inviolable coraza para copiar su código fuente y poder desarrollar software antiviral que le destruyese antes de paralizar los computadores donde se alojara mimetizado entre uno de los miles de archivos del sistema operativo con que funciona todo PC. Candidato a ocultar virus de tal naturaleza, muchos de los cuales ya mismo estarían agazapados en computadores de personas, la banca, el comercio, la industria, el gobierno, etc., bien podría ser el caballo troyano durmiente Conficker o Downadup, que se propaga por la WWW en espera de ser despertado, sin que aun haya sido posible detener su embestida.

Serían incalculables los estragos, puesto que la red colapsaría sin que nada pudiera sustituirla ni con un ápice de igual efectividad, aislando entre si a casi todos los horrorizados habitantes, con lo cual el espantoso Apocalipsis, en su para entonces inexorable curso, no haría más que multiplicar su desmesurado poder destructor.

Desde lo imaginado por San Juan, hasta lo ahora sabido a causa del conocimiento de la historia y los avances de la ciencia, el fin del mundo podría ser causado por un cometa o un meteorito gigante que impactara la tierra, o ya por un conflicto en el cual se activara parte de los mortíferos arsenales termonucleares que continúan en poder de gobiernos que con ellos aterrorizan y someten a sus vecinos y demás habitantes del mundo, casando un invierno nuclear que mataría de hambre al resto de la humanidad que sobreviviera sus tan aterradoras explosiones, así como por desastres naturales como sequías, tsunamis, terremotos o cataclismos que podrían poner punto final a la existencia del hombre y demás seres vivientes de la tierra.

De no suceder tal debacle, siempre rondaría por doquier el macabro espectro de una pandemia desatada por extraterrestres que pudiera exterminar parte o todo de la humanidad, mientras la violencia y el hambre matarían a quienes sobrevivieran a un desastre biológico que sin vacunas ni antibióticos apropiados para combatirlo no podríamos evitar, y que sería demasiado tarde cuando se divulgara que habría sido causado por extraterrestres presuntamente vistos en algunos lugares, o acaso por alienígenas tan avanzados que se pudieran mimetizar como seres humanos.

Según estudios que revelaran los niveles de resistencia a los antibióticos que los pobladores de muchos países ostentan, África y Latinoamérica baten toda marca mundial debido a lacras como la automedicación de antibióticos, la interrupción súbita de los recetados, su incontrolado expendio en las farmacias, su incorrecta manipulación por parte de los campesinos en el control sanitario de sus animales, y otros hechos que multiplican la resistencia a los antibióticos por parte de aquellos humanos que consuman sus huevos, carnes, lácteos y otros productos.

Lo anterior significar que considerando los niveles de resistencia a los antibióticos por parte los pobladores de América Latina, que se supone oscilaría entre un 65 al 70 % en el campo y más del 80% en áreas urbanas, de una feroz pandemia golpear con furiosa intensidad podría exterminar entre la mitad y dos tercios de todos sus pobladores, quedando todos los restantes para ser víctimas del hambre y violencia resultantes de la peor catástrofe jamás acontecida desde cuando un iracundo dios ahogara nuestro planeta con un gigantesco, cruel y devastador diluvio.

Exceptuando nuestra disposición a establecer contactos con seres extraterrestres a condición de ser efectuados a distancia muy segura para todos ya fuera mediante la TV o la red y en las lenguas que hicieran factible tal suceso, como actualmente lo intenta el Search for Extra-Terrestrial Intelligence (SETI), el mayor proyecto jamás realizado para buscar vida inteligente más allá del sistema solar mediante potentes radiotelescopios y la participación voluntaria de usuarios de la WWW que con sus computadores participan en la identificación de señales radiales o de otro genero que acaso pudieran proceder de mundos distantes, sin que importe lo inocuo de su apariencia ni las buenas razones que tuvieran para ingresar a nuestro entorno deberíamos comprender que de acaso detectarse naves dirigiéndose a la tierra o que ya hubieran aterrizado en algún lugar, a nombre de la vida lo único sensato sería lanzar un ataque preventivo que las destruyera, de ser posible con artefactos nucleares, puesto que la intensidad de una fuerza destructiva como lo es la de la fisión nuclear seguramente aniquilaría sus apocalípticos jinetes y caballos.

Es deplorable que así sus intenciones fueran las mejores para con la humanidad, lo cual sería muy probable por parte de visitantes tan ilustrados, debería ser: o ellos o nosotros, puesto que sin tan siquiera quererlo ni saberlo podrían aniquilarnos sin que nada ni nadie pudiera llegar al rescate y ayudarnos a evitar nuestro propio fin. Mucho lo sentiríamos por ellos y los valiosísimos conocimientos que nos podrían legar, pero aun más habríamos de sentirlo por nosotros, sus víctimas potenciales de alguna superplaga biológica que pudiese devastarnos en medio del sufrimiento, el hambre y el espanto que por doquier involuntariamente nos habrían de causar.

¡Muerte a extraterrestres vistos en el mundo! y ¡cazadores de extraterrestres uníos! podrían ser las consignas de quienes aprecien sus vidas y las de sus seres queridos. Bonito, divertido y hasta lucrativo podría ser promover su emotivo recibimiento en ovnipuertos o presuntas embajadas terrestres, pero mal podría ocurrir que con ello diéramos una efusiva y aunque muy equivocada bienvenida nada menos que a quienes podrían eliminarnos a todos y hasta causar el fin de nuestro lindo mundo!

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