"Ser inmoral es gastar dinero en aburrirse, ser moral es aburrirse gratis"



lunes, 13 de septiembre de 2010

Y SI DIOS NO EXISTE.,,,,¿ QUE?



(Consecuencias del ateísmo)



El autor, un conocido conferenciante de la India, desafía al ateísmo de una manera no muy común.

“El tema más profundo de la historia del mundo
y de la humanidad, al que todos los demás temas se subordinan,
sigue siendo realmente el conflicto entre la incredulidad y la fe”.
Goethe

Los planteamientos de este resumen de varios capítulos de uno de sus libros nos recuerdan los problemas del no creyente ante los importantes temas de la ética, la esperanza y el sentido de la vida. Estos son tratados en tres secciones:
1. Ética sin Dios

2. Esperanza sin Dios

3. Existencia sin Dios



Ética sin Dios
Olvidadas a su conveniencia, por lo que se oponen a lo espiritual, son las consecuencias aún más devastadoras que han surgido cuando el antiteísmo fue unido a la teoría política y al desenvolvimiento de la sociedad. Nada hay en la historia que pueda compararse con las horribles consecuencias a que puede ser conducida la humanidad por seguir una filosofía política y social que consciente yabsolutamente excluye a Dios. ... Una filosofía carente de sentido es la consecuencia inevitable de tomar el antiteísmo como punto de partida. Esto es claramente admitido por los antiteístas, pero lo relacionan con elegancia y libertad.


El ateísmo es la negación deliberada, definida y dogmática de la existencia de Dios.
No se satisface con una verdad apropiada o relativa, sino que dice ver el interior y el exterior del juego al ser claramente la absoluta negación de lo absoluto. - Etienne Borne

Un ateo es una persona que mantiene que no hay Dios;
esto es, que la sentencia “Dios existe” expresa una proposición falsa (....)
una persona que rechaza creer en Dios. - Enciclopedia de Filosofía



Dispuestas para que todos puedan verlas, [en Auschwitz] hay miles de libras de cabellos femeninos, tomados y vendidos como un artículo comercial por los exterminadores nazis, arquitectos de la solución final que envió multitudes a las cámaras de gas. Los increíbles recordatorios, desde habitaciones llenas con fotos de niños maltratados y castrados, a los elementos de baño y ropas apiladas hasta el techo, arrojan un abrumador manto de lobreguez al visitante.

Que esto haya sido concebido y nutrido en la mente de la nación más educada en ese momento de la historia y llevado a cabo en la tierra que también había dado nacimiento a la Ilustración, es casi imposible de creer. Pero este fue el hijo legítimo del ateísmo. El hombre estaba comenzando a vivir sin Dios.



Yo liberé a Alemania de las estúpidas y degradantes falacias de la conciencia y la moralidad (...)
Entrenaremos a jóvenes delante de quienes el mundo temblará.
Deseo gente joven hábil en la violencia autorizada, implacable y cruel. - Adolfo Hitler



Víctor Frankl, superviviente de los campos de exterminio nazi, y conocido autor, escribió:


Si le presentamos al ser humano un concepto no verdadero del hombre, bien podemos corromperlo. Cuando lo presentamos como una automatización de los reflejos, como una máquina mental, como un conjunto de instintos, como un peón de acciones y reacciones, como un mero producto de la herencia y del ambiente, estamos alimentando el nihilismo hacia el cual el hombre moderno está, en todo caso, inclinado. Llegué a estar familiarizado con la última etapa de la corrupción en mi segundo campo de concentración, Auschwitz. Las cámaras de gas de Auschwitz fueron la consecuencia final de la teoría de que el hombre no es más que el producto de la herencia y el ambiente o, como los nazis les gustaba decir, “de sangre y tierra”. Estoy absolutamente convencido de que las cámaras de gas de Auschwitz, Treblinka y Maidanek fueron preparadas, en última instancia, no en uno u otro ministerio en Berlín, sino más bien en los escritorios y salones de conferencias de científicos nihilistas y filósofos.



[Con relación a lo que Nietzsche pone en boca de Zaratustra...]
¿Cómo puede uno tratar con tan feroz diatriba? La única manera es examinando las ideas propuestas y recordando sus consecuencias. De un cuidadoso escrutinio pronto salta a la vista que, mientras este estallido emocionalmente recargado contra la existencia de Dios llega revestido de terminología intelectual, lo que uno en verdad encuentra es una agenda y la “razón” que acecha tras el visible asalto académico. Esa agenda o programa es descaradamente admitida por algunos pocos. Aldous Huxley fue uno de ellos:



Para mí, como sin duda, para la mayoría de mis contemporáneos, la filosofía de la falta de significado fue esencialmente un instrumento de liberación. La liberación que deseábamos era simultáneamente libertad de cierto sistema político y económico y de cierto sistema de moral. Objetábamos la moralidad porque interfería nuestra libertad sexual y objetábamos el sistema político y económico porque era injusto. Los que apoyaban tales sistemas sostenían que, en alguna medida, estos incluían el significado (el significado cristiano) del mundo. Había un método admirablemente simple de confundir a esa gente y al mismo tiempo justificarnos a nosotros mismos en nuestra revuelta política y erótica: Podíamos negar que el mundo tuviera algún significado, cualquiera que fuera.



En el mismo contexto Huxley había hecho el prefacio a sus afirmaciones con las siguientes palabras:



Tenía motivos para desear que el mundo no tuviera significado; consecuentemente, daba por sentado que no lo tenía y que era capaz, sin ninguna dificultad, de hallar razones satisfactorias para esta suposición. La mayoría de la ignorancia es ignorancia vencible. No sabemos porque no queremos saber. Es nuestra voluntad la que decide cómo y sobre qué materias usaremos nuestra inteligencia. Quienes detectan carencia de significado en el mundo generalmente lo hacen porque, por una u otra razón, cuadra bien con sus libros que el mundo debe ser sin sentido”.



Stephen Jay Gould declaró lo siguiente:


Estamos aquí porque un raro grupo de peces tenían aletas con una anatomía peculiar que podría transformarlas en patas para criaturas terrestres; porque los cometas golpearon la tierra y eliminaron los dinosaurios, dando así a los mamíferos una posibilidad no disponible de otro modo (gracias a sus buenas estrellas en sentido literal); porque la tierra nunca se congeló totalmente durante la era glacial; porque una pequeña y tenaz especie que surgió en Africa, hace un cuarto de millón de años, de un modo u otro, se las ha arreglado hasta aquí para sobrevivir. Podemos suspirar por una respuesta “más elevada”, pero no existe. Esta explicación, aunque superficialmente problemática si no aterradora, en última instancia, es libertadora y regocijante.



El punto más importante ha sido completamente pasado por alto. El antiteísmo provee toda razón para ser inmoral y carece de todo punto de referencia objetivo con el cual condenar cualquier opción. Cualquier antiteísta que viva una vida moral, meramente vive mejor que lo que su filosofía le autoriza. Toda denuncia implica una doctrina moral de algún tipo y el antiteísta está comprometido a minar sus propias minas. Esto es precisamente lo que hace tan terrífica la admisión de Nietzsche.

La mente destruida
La razón del colapso de la utopía figurativa y literal del antiteísmo es que en el corazón de la tesis yace una devastadora incapacidad para edificar una teoría ética razonable, coherente y lógica sin reducirla a un puro pragmatismo. Y esta falla para arribar al bien fuera de Dios no se debe a una falla en el intento. En realidad, algunas de las ideas más prominentes jamás expuestas sobre el tema de la ética se deben al pensador clave de la Ilustración, Emmanuel Kant, que buscó establecer un impulso moral dentro del hombre y postular un sistema determinante de lo bueno y lo malo a través de la razón solamente. Los historiadores de la teoría moral señalaron que los dos siglos que corrieron entre 1630 y 1850 llegaron a ser el cimiento sobre el cual se levantó nuestra presente estructura occidental.

La moralidad llegó a ser definida como un conjunto de reglas de conducta que no eran teológicas en su fundamento, ni legales, ni estéticas, pero estaban exentas de esas disciplinas y contaban con un espacio cultural para actuar por sí mismas. Escribiendo hacia fines del siglo dieciocho y principios del diecinueve, Kant, irónicamente, sembró las semillas intelectuales que los amantes de la razón regaron sobre la tierra fértil de la cultura occidental mientras ésta germinaba hacia una comprensión secular de la realidad. Digo irónicamente porque, como afirmé antes, tanto las democracias como los régimenes totalitarios dicen que la filosofía de Kant fue el trasfondo de sus propias teorías sociales. Este es un hecho muy importante, convenientemente olvidado por los extremistas y radicales de nuestro tiempo, quienes parecen pensar que el grito por la libertad democrática hace eco a una ética racionalista. La verdad aterradora es que los demagogos ateos de la disuelta Unión Soviética también citaban cariñosamente a Kant como la base de su teoría moral.

La elección en contra de la razón
El esfuerzo de Kant por proveer una base racional para la ética, fuera de Dios o la felicidad personal, no tuvo éxito pero pavimentó el camino para otros, de los cuales, los más notorios fueron los existencialistas. El mejor conocido en esa lucha por encontrar una ética es Sören Kierkegaard, el filósofo danés.

...No es difícil en absoluto ver por qué fracasó su así llamado experimento Ilustracionista en cuanto a la ética. Fracasó porque una por una, las presuposiciones básicas de sus propagadores quedaron al descubierto. Una de tales presuposiciones fue ésta: En cada instancia, el propósito de la vida fue presupuesto antes que hubiese una postulación de la ética y un propósito para la vida fuera de Dios que deja el campo de batalla ético libre para todo. Una y otra vez fue probado que es imposible establecer una teoría ética razonable y coherente sin antes establecer el telos (fin); es decir, el propósito y destino de la vida humana. Aún Kant concluyó que sin un fin, todo será encaminado hacia el caos. Si la vida misma carece de propósito, la ética cae en el desorden. Como dijo Dostoiesvki, si Dios está muerto, todo es justificable.

Dorothy Sayers, la teóloga y novelista británica, se hace eco de los mismo sentimientos en el título de su ensayo “Creed or Chaos” (Credo o caos). El credo del modernista exhibe su bancarrota. Nadie lo dice mejor que Steve Turner, el periodista inglés, en “Creed”, su poema satírico sobre la mente moderna:



Creemos en Marxfreuddarwin.
Creemos que todo está bien
mientras usted no dañe a nadie,
en su mejor definición de dañar,
y en lo mejor de su conocimiento.

Creemos en el sexo antes, durante
y después del matrimonio.
Creemos en la terapia del pecado.
Creemos que el adulterio es divertido.
Creemos que la sodomía es buena.
Creemos que los tabúes son tabúes.

Creemos que todo va mejor.
Pese a las evidencias en contrario.
La evidencia debe ser investigada
y usted puede probar todo con evidencia.

Creemos que hay algo en los horóscopos,
OVNIS y cucharas torcidas;
Jesús fue un buen hombre tal como Buda,
Mahoma o nosotros mismos.
Fue un buen maestro de moral aunque pensamos
que sus buenas morales fueron malas.

Creemos que todas las religiones son básicamente iguales—
al menos aquella que leímos lo era.
Todas creen en el amor y la bondad.
Sólo difieren en temas de creación,
pecado, cielo, infierno, Dios y salvación.

Creemos que luego de la muerte viene nada,
porque cuando preguntamos a los muertos qué pasa
no dicen nada.
Si la muerte no es el fin, si los muertos han mentido,
luego el cielo es obligatorio para todos.
Excepto, tal vez
Hitler, Stalin y Gengis Khan.

Creemos en Masters y Johnson.
Lo seleccionado es el promedio.
Lo promedio es normal.
Lo normal es bueno.

Creemos en el desarme total.
Creemos que hay vínculos directos entre la guerra y la matanza.
Los estadounidenses deben tornar sus armas en tractores
y los rusos seguro harían lo mismo.

Creemos que el hombre es esencialmente bueno.
Es sólo su conducta lo que falla.
Esta es la falla de la sociedad.
La sociedad es la falla de las condiciones.
Las condiciones son la falla de la sociedad.

Creemos que todo hombre debe hallar la verdad
que sea buena para él.
La realidad se adaptará de acuerdo a ello.
El universo será reajustado
La historia se alterará.
Creemos que no hay verdad absoluta
excepto la verdad
de que no hay verdad absoluta.

Creemos en el rechazo de los credos,
y en el florecer del pensamiento individual.



Luego Turner agrega una nota adicional llamada “Chance” (Casualidad):



Si la casualidad es
el Padre de toda carne,
el desastre es el arco iris en el cielo,
y cuando usted oye

¡Estado de emergencia!
¡Francotirador mata a diez!
¡Tropas arrasando!
¡Blancos saquean!
¡Bomba voló escuela!

Esto no es sino el sonido del hombre
adorando a su creador.



Esperanza sin Dios
(¿Dónde está el ateísmo cuando se sufre?)

Cuando miramos al sufrimiento humano, vemos un dilema de proporciones cósmicas. Es una cuestión que abre las puertas a centenares de otras preguntas. La misma interrogante, cuando se relaciona con la concepción científica de la realidad, surge como un contrapunto al argumento del diseño. En otras palabras, tal como el científico puede asegurar que el ojo está bien diseñado pero no es perfecto, así también el filósofo reconoce que éste es hasta cierto punto un mundo ordenado, pero ve caprichos en él a causa de la increíble cantidad de sufrimiento humano.

Desde el punto de vista del antiteísta, la fe religiosa no contesta la cuestión en esencia; sus prescripciones son meramente tragadas con una dosis completa de otras supersticiones. Y aquello, discute, sólo sirve para tranquilizar por un tiempo al individuo sin responder la verdad a la pregunta sobre por qué hay dolor y sufrimiento en el mundo si, en verdad, un todo amante y todopoderoso Dios está al timón. La totalidad del conflicto está además acentuado por la experiencia humana de la muerte —la forma final de dolor y sufrimiento— la cual , de acuerdo con Camus, es el único problema de la filosofía.

Me parece intrigante que a pesar de todos los ataques difamadores que la religión debe encarar, aún permanece como el único bastión de esperanza frente a la muerte, tanto para el difunto como para su dolorida familia. ...Todos los eufemismos y filosofías abstrusas no podrían disminuir el dolor ni eludir los interrogantes. Aquí el ateísmo encuentra un duro desafío.

C.S. Lewis sugirió con perspicacia que sólo los seres humanos nos aproximamos al tema del dolor en la forma que lo hacemos. Su argumento era que no sólo afirmamos la realidad del dolor; sino que colocamos la cuestión en un decidido contexto moral, específicamente la moral de la justicia. ¿Porqué? ¿Porqué? ¿Porqué?

En alguna otra parte Lewis arguye con fuerza que el dolor bien puede ser el megáfono de Dios para despertar un mundo moralmente sordo.

Estos dos asuntos gemelos del contexto y el propósito del dolor enfatizados por Lewis son ignorados siempre por los antiteístas porque apuñalan su pensamiento en el corazón de su más potente crítica contra la existencia de Dios. Al destacar la cuestión del dolor y la muerte en un contexto moral, el antiteísta revela una notoria contradicción en su entendimiento de la realidad si, al mismo tiempo, niega la existencia de Dios. Si este no es universo moral, ¿porqué colocar la cuestión moralmente? ¿Porqué tratar el tema del dolor en la forma que lo hace?

Por otra parte, si este es un universo moral, ¿no podría toda la experiencia del sufrimiento y el dolor ser en verdad el megáfono de Dios para conducir la atención de la humanidad hacia una realidad moral? Pero si este es un mundo moral, entonces la cuestión llega a ser autocondenatoria. El ateo está atrapado dolorosamente entre los cuernos de un dilema lógico y moral. Si para él la cuestión tiene sentido como para plantearla (entonces también es autocondenatoria), la implicación es que este es un universo moral y por tanto el crítico debe tratar también con su propia inmoralidad. A la inversa, si la cuestión carece de significado porque el mal no es una categoría apropiada en un mundo puramente materialista y sin Dios, entonces el crítico vive en contradicción por colocar su crítica de Dios en términos morales. De un modo u otro, quien pregunta o la pregunta se autodestruyen.

Por supuesto, la religión no se justifica sólo por proveer alivio en la desesperanza. No contaría para nada si fuera sólo una solución sicológicamente inducida. Si la verdad religiosa es encarada por un intelecto en actitud no crítica y vista como un escape de la realidad dolorosa, entonces para usar la analogía estructural, el exorcismo de demonios de los desesperanzados sólo abre más ampliamente la psiquis para el dominio total de una séptuple posesión, defraudando al poseído por una más patética ilusión del futuro. Si, en cambio, la creencia religiosa se basa en la verdad y es sometida al más minucioso escrutinio, entonces la paz y la esperanza que se buscan y se hacen realidad para la vida y la muerte, son legítimas.

Tal escrutinio en busca de la verdad es requerido antes de que uno se someta a las pretensiones de cualquier religión. Pero aquí está la cuestión: ¿Porqué el mismo escrutinio no se aplica al pensamiento que lleva a vivir sin Dios? En pocas palabras, ¿dónde está el ateísmo cuando se sufre?

Existencia sin Dios
(En busca de un significado inferior)

Stephens Jay Gould, sin pedir disculpas, ha trazado las líneas con claridad. Dice:



La especie humana ha habitado este planeta por sólo 250.000 años o algo así, aproximadamente el 0.0015 por ciento de la historia de la vida, el último centímetro del kilómetro cósmico. El mundo pudo pasarlo muy bien sin nosotros, excepto el último momento del tiempo terrenal; este hecho hace parecer nuestro surgimiento más como un pensamiento accidental posterior que la culminación de un plan prefigurado.

Sobre todo, y más importante, las sendas que han guiado a nuestra evolución son caprichosas, improbables, irrepetibles y decididamente imprevisibles. La evolución humana no es producto del azar; tiene sentido y puede ser explicada después de ocurrida. Pero rebobinemos el casete de la vida hasta los albores del tiempo y dejémoslo andar de nuevo, jamás volveremos a tener seres humanos la segunda vez (...) No podemos leer el significado de la vida pasivamente en los hechos de la naturaleza. Debemos elaborar estas respuestas nosotros mismos; con nuestra propia sabiduría y sentido ético. No hay otro medio.



...¿Puedo agregar a esto sólo una breve idea? No es que meramente vivir sin Dios cree una enorme tensión para la moralidad, la esperanza y el significado; vivir sin Dios significa también hacer un compromiso total con una filosofía de la esencia y el destino de la vida que, si es correcto, no nos proporcionará, en absoluto, ninguna vía de escape en caso de ser probado como falso.

¿Puede el hombre vivir sin Dios? Por supuesto que sí, en un sentido físico. Pero ¿puede vivir sin Dios de un modo razonable? La respuesta a esto es: ¡No!, porque tal persona es compelida a negar la ley moral, a abandonar toda esperanza, a falsificar el propósito y a arriesgarse a la imposibilidad de recobrarse si está en el error. La vida ofrece demasiadas evidencias de lo contrario.

Fuera de Cristo no hay ley, esperanza ni propósito. Usted y solamente usted será quien defina y determine estos fundamentos esenciales de su vida; usted y solamente usted es el arquitecto de su propia ley moral; usted y solamente usted talla el propósito para su propia vida: usted y solamente usted arriesga todo lo que tiene en base a una esperanza que ve mentalmente. Como dijo una vez un cínico: “En todo esto en conjunto, estamos solos”. Usted ha hecho la mayor decisión de su vida, ha hecho la apuesta más costosa, y ha contestado el interrogante más importante de nuestro tiempo si eligió vivir sin Dios.

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